jueves, 16 de abril de 2020

Harry Potter y el Caliz de Fuego- Cap 4


Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.


Harry Potter y el Caliz de Fuego.


Capitulo IV: "Retorno a la Madriguera"

-Es nuestro momento de leer- Fred tomó el libro, se aclaró la voz con toda parsimonia y se quitó un poco de cabello pelirrojo de la cara. 
-¿Por qué quieres leer tú?- Molly miró sospechosamente a su hijo.
-No podrás golpearnos porque aún no hemos hecho nada madre- cortó George.
-¡Y no lo harán tampoco! Siempre avergonzando a su pobre madre ¿Es que no pueden pensar en mis nervios?

A las doce del día siguiente, el baúl de Harry ya estaba lleno de sus cosas del colegio y de sus posesiones más preciadas: la capa invisible heredada de su padre, la escoba voladora que le había regalado Sirius y el mapa encantado de Hogwarts que le habían dado Fred y George el curso anterior. 

Los merodeadores sonrieron, con ternura, con nostalgia. Aquel muchacho, aquel niño, era un poco de todos. La desfachatez de James, la lealtad de Sirius, la timidez de Remus, la sangre caliente de Lily. La vida los había matado, uno a uno y poco a poco, pero todos estaban vivos en él. 

Había vaciado de todo comestible el espacio oculto debajo de la tabla suelta de su habitación y repasado dos veces hasta el último rincón de su dormitorio para no dejarse olvidados ninguna pluma ni ningún libro de embrujos, y había despegado de la pared el calendario en que marcaba los días que faltaban para el 1 de septiembre, el día de la vuelta a Hogwarts. 

Y sin saberlo, Harry había unido a las dos personas que más se odiaban en aquel salón en una acción tan simple y llena de ilusión. Severus y Sirius recordaron, al mismo tiempo sus tiempos de infancia, con aquel triste pedazo de pergamino que escondía todas sus ilusiones de una vida mejor lejos de los infiernos que eran sus hogares. 

El ambiente en el número 4 de Privet Drive estaba muy tenso. La inminente llegada a la casa de un grupo de brujos ponía nerviosos e irritables a los Dursley. Tío Vernon se asustó mucho cuando Harry le informó de que los Weasley llegarían al día siguiente a las cinco en punto. 

-No entiendo porque alguien podría tenerle miedo a un Weasley- Sirius encogió los hombros- no hay personas mas amables en el mundo.
-Espera al siguiente libro, tus peleas con Molly estremecian las paredes. 
-Y Fred y George pueden ser una amenaza. 
-Escuché eso Percy- el mayor, que se mantenía bastante silencioso, agachó la cabeza- Oye, era una broma Perce. 
Pero no había bromas. Él había traicionado a su familia, por poder, por dinero. Y su hermano moriría frente a él, creyendo que era un imbécil, porque realmente lo era y nada le quitaba ese nudo en el pecho que lo acompañaría hasta su mismísima tumba. 

Espero que le hayas dicho a esa gente que se vista adecuadamente — gruñó de inmediato—. He visto cómo van. Deberían tener la decencia de ponerse ropa normal. 

-Si nos vestimos normales- Molly se veía herida y confusa.
-Señora Weasley, ellos hablan de vestirse a la manera muggle. En realidad, a la manera Dursley. 

Harry tuvo un presentimiento que le preocupó. Muy raramente había visto a los padres de Ron vistiendo algo que los Dursley pudieran calificar de «normal». Los hijos a veces se ponían ropa muggle durante las vacaciones, pero los padres llevaban generalmente túnicas largas en diversos estados de deterioro. 

Lucius bufó. 
-Si pasaran más tiempo intentando usar su apellido para algo en lugar de procrear podrían al menos tener una túnica decente.
-Lucius, mis hijos podrán usar ropa vieja pero al menos no tienen que usar un traje fino para tapar su antebrazo.
-Al menos mi hijo tiene todas sus partes y respira, no como todos los tuyos. 
Draco levantó la mano para callarlo. 
-Durante la batalla de la torre la torre de astronomía, un Weasley tuvo la perfecta oportunidad de asesinarme, a punta de varita y me dejo ir a pesar de lo que había hecho. No te jactes de que estoy vivo como un triunfo porque todo lo que haz hecho en la vida me ha llevado a la cornisa de la muerte. Mamá es quien me ha salvado. Y a ti. 

A Harry no le inquietaba lo que pensaran los vecinos, pero sí lo desagradables que podrían resultar los Dursley con los Weasley si aparecían con el aspecto que aquéllos reprobaron en los brujos. Tío Vernon se había puesto su mejor traje. Alguien podría interpretarlo como un gesto de bienvenida, pero Harry sabía que lo había hecho para impresionar e intimidar. 

-Oh cariño, no debes preocuparte por eso. Nosotros sabemos que un buen árbol puede crecer incluso entre la maleza. Nunca te habríamos juzgado por cómo eran tus tíos y mucho menos por como iban vestidos- Molly apretó el hombro de Harry con cariño maternal. 

Dudley, por otro lado, parecía algo disminuido, lo cual no se debía a que su dieta estuviera por fin dando resultado, sino al pánico. La última vez que Dudley se había encontrado con un mago adulto salió ganando una cola de cerdo que le sobresalía de los pantalones, y tía Petunia y tío Vernon tuvieron que llevarlo a un hospital privado de Londres para que se la extirparan. 

Muchas risas y sonidos de sorpresa se escucharon por el comedor mientras Hagrid se sonrojaba ante la mirada de enojo de Minerva.
-¡Eso ha sido completamente irresponsable de tu parte! ¡Hacer magia frente a muggles, hacerle eso a un niño muggle!
-¡Pero si un mocoso malcriado!
-¡Pero no nos da derecho a usar nuestro poder!
-¡Albus me dio permiso!... Oh lo siento, no debí decir eso ¿verdad? ¿Tendrá usted problemas por mi culpa señor director? No debí…
-Tranquilo Hagrid, estoy seguro que la cola de cerdo fue extirpada exitosamente. 

Por eso no era sorprendente que Dudley se pasara todo el tiempo restregándose la mano nerviosamente por la rabadilla y caminando de una habitación a otra como los cangrejos, con la idea de no presentar al enemigo el mismo objetivo. 

-Ay demonios, suena como la victima perfecta de estos dos- Charlie miró a los gemelos negando con la cabeza.

La comida (queso fresco y apio rallado) transcurrió casi en total silencio. Dudley ni siquiera protestó por ella. Tía Petunia no probó bocado. Tenía los brazos cruzados, los labios fruncidos, y se mordía la lengua como masticando la furiosa reprimenda que hubiera querido echarle a Harry. 

Vendrán en coche, espero —dijo a voces tío Vernon desde el otro lado de la mesa.


-Lo hubiésemos hecho, si dos niños no hubiesen robado el Ford Anglia y hubiesen volado por todo Londres- regañó Molly. 
-Fue culpa de Dobby- se defendió Ron.
-Fue culpa del amo… del Señor Malfoy- corrigió Dobby.
-Puede que haya matado gente y torturado personas, pero no tengo nada que ver con ese viejo cacharro. Yo solo puse el libro en posesión de la niña. 
-Oh genial, ahora es mi culpa. ¡Talen el maldito sauce que lo destrozó!
-El sauce está por Remus, siempre causando problemas el buen Lunático. 

 —Ehhh... —Harry no supo qué contestar. La verdad era que no había pensado en aquel detalle. ¿Cómo irían a buscarlo los Weasley? Ya no tenían coche, porque el viejo Ford Anglia que habían poseído corría libre y salvaje por el bosque prohibido de Hogwarts. 
Sin embargo, el año anterior el Ministerio de Magia le había prestado un coche al señor Weasley. ¿Haría lo mismo en aquella ocasión? 
Creo que sí —respondió al final. El bigote de tío Vernon se alborotó con su resoplido. 

-¿Por qué ponerse un traje fino si vas a tener los bigotes hechos de paja de escoba y llenos de apio rallado? 
Normalmente hubiera preguntado qué coche tenía el señor Weasley, porque solía juzgar a los demás hombres por el tamaño y precio de su automóvil. 

-Juzga a los hombres por el tamaño y el dinero, casi suena como yo- Marlene se rió, mientras Sirius alzaba sus cejas oscuras- Oh vamos, eres rico y apuesto y tu varita no es lo único bien dotada en centímetros. Estaremos bien. 
-Definitivamente no necesitaba esa información.

Pero, en opinión de Harry, a tío Vernon no le gustaría el señor Weasley aunque tuviera un Ferrari. Harry pasó la mayor parte de la tarde en su habitación. No podía soportar la visión de tía Petunia escudriñando a través de los visillos cada pocos segundos como si hubieran avisado que andaba suelto un rinoceronte. 


-Estan Dudley y Vernon en la casa, es normal que los confunda con uno.

A las cinco menos cuarto Harry volvió a bajar y entró en la sala. Tía Petunia colocaba y recolocaba los cojines de manera compulsiva. Tío Vernon hacía como que leía el periódico, pero no movía los minúsculos ojos, y Harry supuso que en realidad escuchaba con total atención por si oía el ruido de un coche. Dudley estaba hundido en un sillón, con las manos de cerdito puestas debajo de él y agarrándose firmemente la rabadilla. Incapaz de aguantar la tensión que había en el ambiente, Harry salió de la habitación y se fue al recibidor, a sentarse en la escalera, con los ojos fijos en el reloj y el corazón latiéndole muy rápido por la emoción y los nervios. Pero llegaron las cinco en punto... y pasaron. Tío Vernon, sudando ligeramente dentro de su traje, abrió la puerta de la calle, escudriñó a un lado y a otro, y volvió a meter la cabeza en la casa. 

-Les daré preparar un viaje con siete muchachitos entre niños y adolescentes y veremos si llegan a tiempo a algun lado- Molly tenía las manos en la cadera, entre enfadada y resignada. 

¡Se retrasan! —le gruñó a Harry. 
Ya lo sé —murmuró Harry—. A lo mejor hay problemas de tráfico, yo qué sé. Las cinco y diez... las cinco y cuarto... Harry ya empezaba a preocuparse. A las cinco y media oyó a tío Vernon y a tía Petunia rezongando en la sala de estar. 
No tienen consideración. 
Podríamos haber tenido un compromiso. 
Tal vez creen que llegando tarde los invitaremos a cenar. 
Ni soñarlo —dijo tío Vernon. Harry lo oyó ponerse en pie y caminar nerviosamente por la sala—. Recogerán al chico y se irán. No se entretendrán.

Lily escondió la cara entre las manos, demasiado apenada con la actitud de Petunia y Vernon como para mirar a los Weasley. Era su hermana después de todo, y ellos eran la familia que le había dado un hogar a su hijo, y su hermana no era capaz de invitarles un simple trozo de tarta. 
 Eso... si es que vienen. A lo mejor se han confundido de día. Me atrevería a decir que la gente de su clase no le da mucha importancia a la puntualidad. O bien es que en vez de coche tienen una cafetera que se les ha avena... ¡Ahhhhhhhhhhhhh! 

-Esto se pondrá bueno- Sirius se frotó las manos como una mosca a punto de posarse sobre un trozo de pastel. 

Harry pegó un salto. Del otro lado de la puerta de la sala le llegó el ruido que hacían los Dursley moviéndose aterrorizados y descontroladamente por la sala. Un instante después, Dudley entró en el recibidor como una bala, completamente lívido. 

¿Qué pasa? —preguntó Harry—. ¿Qué ocurre? 

-¿Qué han hecho?- Molly miró acusadoramente a todos los chicos pelirrojos frente a ella y a su marido.
-Yo estoy con los duendes.
-Rumania.
-Ministerio. 
Fred, George, Ron y Arthur se miraron entre si, eran los únicos que no tenían coartada. 

Pero Dudley parecía incapaz de hablar y, con movimientos de pato y agarrándose todavía las nalgas con las manos, entró en la cocina.

-Ay demonios, esa es una imagen que yo no necesitaba. ¿Mencione que soy vegetariana? No me interesa saber nada sobre nalgas de cerdo y movimientos de pato. 

 En el interior de la chimenea de los Dursley, que tenía empotrada una estufa eléctrica que simulaba un falso fuego, se oían golpes y rasguños. 

-¿Quién quita una chimenea para poner fuego falso?- cuestionó James.
-James, para los muggles no es normal que aparezca un extraño por su chimenea.
-¡Pregúntale a Santa Atroz!
-Claus, Marlene, SANTA CLAUS. ¡Y es una historia de niños!
-¿Santa Claus no existe?- Tonks observó a Lily con los ojos llorosos.
-Ya la cagast…- Sirius cortó su grosería cuando Remus le dio un golpe en la nuca.
-Eso es porque ellos se portan mal, Nymphadora, a las niñas como tu Santa Claus siempre les trae muchos presentes- El hombrelobo le dio un trozo de chocolate a la pequeña que lo miraba como si fuera lo más hermoso del mundo.
-Esto se siente tan mal- Ginny se removió- Si es que Tonks me contaba como tenían sexo, pero demonios, verla de pequeña con Remus… es extraño- Harry suspiró.
-Soy mayor que mis padres, simplemente no lo pienses. 


¿Qué es eso? —preguntó jadeando tía Petunia, que había retrocedido hacia la pared y miraba aterrorizada la estufa—. ¿Qué es, Vernon? La duda sólo duró un segundo. Desde dentro de la chimenea cegada se podían oír voces. 
¡Ay! No, Fred... Vuelve, vuelve. Ha habido algún error. Dile a George que no... ¡Ay! No, George, no hay espacio. Regresa enseguida y dile a Ron... 
A lo mejor Harry nos puede oír, papá... A lo mejor puede ayudarnos a salir... Se oyó golpear fuerte con los puños al otro lado de la estufa. 

Todos comenzaron a reírse, mientras las orejas de los Weasley se tornaban de un idéntico color rojo. 

¡Harry! Harry, ¿nos oyes? Los Dursley rodearon a Harry como un par de lobos hambrientos. 
¿Qué es eso? —gruñó tío Vernon—. ¿Qué pasa? 
Han... han intentado llegar con polvos flu —explicó Harry, conteniendo unas ganas locas de reírse—. Pueden viajar de una chimenea a otra... pero no se imaginaban que la chimenea estaría obstruida. Un momento... Se acercó a la chimenea y gritó a través de las tablas: 

-Oh dios mío- Molly se tapó la cara, roja como un tomate, mientras el salón reía ante la situación a la que los Dursley debían enfrentarse. 

¡Señor Weasley! ¿Me oye? El martilleo cesó. Alguien, dentro de la chimenea, chistó: «¡Shh!» —¡Soy Harry, señor Weasley. ..! La chimenea está cegada. No podrán entrar por aquí. 
¡Maldita sea! —dijo la voz del señor Weasley—. ¿Para qué diablos taparon la chimenea?

-¡Arthur! ¿Luego por qué los niños dicen groserías?
-Oh cariño, Molly, tu sabes que los niños saben más groserías que yo.

Tienen una estufa eléctrica —explicó Harry. —¿De verdad? —preguntó emocionado el señor Weasley
. ¿Has dicho ecléctica? ¿Con enchufe? ¡Santo Dios! ¡Eso tengo que verlo...!

-¡ARTHUR WEASLEY SI ERES PEOR QUE TUS HIJOS!

___________

 Pensemos... ¡Ah, Ron! La voz de Ron se unió a la de los otros. 
—¿Qué hacemos aquí? ¿Algo ha ido mal? 

-Dios santo, ¿Alguien más querrá meterse en la chimenea de esa gente?- Molly alternaba entre la vergüenza y el enojo. 

—No, Ron, qué va —dijo sarcásticamente la voz de Fred—. Éste es exactamente el sitio al que queríamos venir. 
—Sí, nos lo estamos pasando en grande —añadió George, cuya voz sonaba ahogada, como si lo estuvieran aplastando contra la pared. 

George sintió la punta de sus orejas calentarse al escuchar las risas de todos. Tratando de esconder su pena, río como Fred. Su gemelo siempre había sido más impermeable que él ante cualquier cosa. Y por eso estar junto a Fred le daba la dureza que él por si mismo no tenía. 

—Muchachos, muchachos... —dijo vagamente el señor Weasley—. Estoy intentando pensar qué podemos hacer... Sí... el único modo... Harry, échate atrás. Harry se retiró hasta el sofá, pero tío Vernon dio un paso hacia delante. 
—¡Esperen un momento! —bramó en dirección a la chimenea—. ¿Qué es lo que pretenden...? ¡BUM! 

-¡Arthur! ¡No puedes volar nada en una casa sin avisar!- Lily estaba intentando de desaparecer de la tierra, ante la respuesta que vendría de parte de su hermana, mientras James y Sirius parecían estar pasando el mejor día de su vida. Arthur recibía un golpe de su mujer en el brazo, balbuceando disculpas, excusas y argumentos. 

La estufa eléctrica salió disparada hasta el otro extremo de la sala cuando todas las tablas que tapaban la chimenea saltaron de golpe y expulsaron al señor Weasley, Fred, George y Ron entre una nube de escombros y gravilla suelta. 

-¡Esa es una gran entrada!- Bill la estaba pasando en grande. Incluso con su padre siendo regañado, casi podía imaginar aquella chimenea vomitando a todos sus hermanos en una pequeña sala de estar muggle. 

Tía Petunia dio un grito y cayó de espaldas sobre la mesita del café. Tío Vernon la cogió antes de que pegara contra el suelo, y se quedó con la boca abierta, sin habla, mirando a los Weasley, todos con el pelo de color rojo vivo, incluyendo a Fred y George, que eran idénticos hasta el último detalle. 

-¡ESO ES UNA TOTAL FALACIA! Siempre he sido el más apuesto- corrigió Fred.
-Ya quisieras, es obvio que yo soy quien se llevó el encanto. 

—Así está mejor —dijo el señor Weasley, jadeante, sacudiéndose el polvo de la larga túnica verde y colocándose bien las gafas—. ¡Ah, ustedes deben de ser los tíos de Harry! 


-No creo que vayan a ser especialmente amables- Marlene suspiró, ella había tenido la desgracia de conocer a Petunia, varías veces la había cruzado de más pequeña cuando sus padres la obligaban a acompañarlos a despedir a Lily a King Cross, delgada, de ojos vacíos y expresión de desdén. Pero a pesar del profundo desinterés y asco que mostraba por su mundo, Marlene siempre había sabido, aún cuando Lily lo negaba, que lo que movía toda la mezquindad de Petunia Evans era la profunda envidia que sentía por ser parte de aquello que juraba odiar. 


Alto, delgado y calvo, se dirigió hacia tío Vernon con la mano tendida, pero tío Vernon retrocedió unos pasos para alejarse de él, arrastrando a tía Petunia e incapaz de pronunciar una palabra. Tenía su mejor traje cubierto de polvo blanco, así como el cabello y el bigote, lo que lo hacía parecer treinta años más viejo. 


-Presiento que no va a gustarme esta conversación.

—Eh... bueno... disculpe todo esto —dijo el señor Weasley, bajando la mano y observando por encima del hombro el estropicio de la chimenea—. Ha sido culpa mía: no se me ocurrió que podía estar cegada. Hice que conectaran su chimenea a la Red Flu, ¿sabe? Sólo por esta tarde, para que pudiéramos recoger a Harry. Se supone que las chimeneas de los muggles no deben conectarse... pero tengo un conocido en el Equipo de Regulación de la Red Flu que me ha hecho el favor. Puedo dejarlo como estaba en un segundo, no se preocupe. Encenderé un fuego para que regresen los muchachos, y repararé su chimenea antes de desaparecer yo mismo.


Molly sonrió, su esposo estaba siendo perfectamente amable después de todo aquel caos. Pero Arthur sabía que su esposa siempre esperaba lo mejor de las personas, pero no había mucho bien que esperar sacar de Vernon y Petunia Dursley.

Harry sabía que los Dursley no habían entendido ni una palabra. Seguían mirando al señor Weasley con la boca abierta, estupefactos. Con dificultad, tía Petunia se alzó y se ocultó detrás de tío Vernon. 


-No entiendo porque actúa de esa forma, tú eres bruja, debió de verte hacer esas cosas- pero Lily sabía que en parte era culpa suya.

-En mi casa no está permitido hacer magia, no enfrente de Petunia al menos. Mis padres lo adoran pero siempre es un escándalo con Tuney, así que llegamos al acuerdo de no hacerlo frente a ella.  No creo que recuerde ni como se llama este colegio. No debí permitirle hacerme eso ¿sabes? Quizás si yo hubiese sido más dura en cuanto que esto es real y es lo que soy y lo que Harry será… Tal vez ella no sería de esta forma.
-Pelirroja, tú podrías ser de cualquier manera y Petunia seguiría igual- consoló James. 
-Maldita sea Lily ¿En serio no te das cuenta lo que sucede? ¡Petunia siempre envidió que tu seas la bruja y ella la muggle! Y no por la magia precisamente, no es fácil ser tu hermana ¿comprendes? Eres la bonita, la popular, la que todos aman y sumado a eso tienes todo un mundo secreto y emocionante para ti al que ella no puede ni acercarse ¡Es envidia pura! Y se la desquitó con tu hijo porque sabía que sería exactamente igual que tú y que su propio hijo jamás estaría a la altura de Harry. 
Marlene se había quedado sin aire. Llevaba siete años de colegio intentando decirle a Lily que su hermana era una envidiosa que no hacía más que guardar rencor por su propia mediocridad. 

—¡Hola, Harry! —saludó alegremente el señor Weasley—. ¿Tienes listo el baúl? 
—Arriba, en la habitación —respondió Harry, devolviéndole la sonrisa. 

—Vamos por él —dijo Fred de inmediato. Él y George salieron de la sala guiñándole un ojo a Harry. Sabían dónde estaba su habitación porque en una ocasión lo habían ayudado a fugarse de ella en plena noche. A Harry le dio la impresión de que Fred y George esperaban echarle un vistazo a Dudley, porque les había hablado mucho de él.


lunes, 20 de enero de 2020

HP y el Caliz de fuego- Cap 3


Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.


Harry Potter y el Caliz de Fuego.


Capitulo III: "La Invitación"


-Niño, bueno, ya no eres un niño, me agradas pero esto de leer tu diario íntimo me incomoda- Fabian se rascó la nuca- Y lo siento por ti, aún cuando sean cosas aburridas o no signifiquen nada para nosotros como información, te pertenecen y no es agradable.
-Perdí mucho en esta guerra, esto no es tan grave. Además, no es que contara con demasiada privacidad antes de esto. Esperen a que llegue Rita Skeeter al libro.
-¿Rita?- Andrómeda arrugó la nariz, casi de la misma forma que Tonks solía hacerlo- Es un año mayor que yo, estaba en Ravenclaw si mal no recuerdo. Era brillante, pero insoportablemente chismosa. No tenía límites.
-¿Ravenclaw? Siempre asumí que había sido…- Ron se sintió como niño reprendido ante la mirada de Andromeda- Bueno, lamento que su casa hable por usted. Quiero decir…
-Ronald, la casa no hace al mago. Los magos hacen a las casas. Solo que si juntas un grupo de muchachitos con sed de poder bajo el mismo techo y criados con ideas sobre limpiar la raza, preguntale a los muggles, no funciona del todo bien.

Los tres Dursley ya se encontraban sentados a la mesa cuando Harry llegó a la cocina. Ninguno de ellos levantó la vista cuando él entró y se sentó.

-La gente más educada de Reino Unido.

El rostro de tío Vernon, grande y colorado, estaba oculto detrás de un periódico sensacionalista, y tía Petunia cortaba en cuatro trozos un pomelo, con los labios fruncidos contra sus dientes de conejo. Dudley parecía furioso, y daba la sensación de que ocupaba más espacio del habitual, que ya es decir, porque él siempre abarcaba un lado entero de la mesa cuadrada. Cuando tía Petunia le puso en el plato uno de los trozos de pomelo sin azúcar con un temeroso «Aquí tienes, Dudley, cariñín», él la miró ceñudo.

-¿En serio? Realmente entre todos los problemas de educación, valores éticos, disfrutando maltratar a niños y siendo un malcríado, ¿se centran en que haga dieta?- Lily bufó- Petunia tiene un serio problemas de prioridades en cuanto a su forma de ser madre.
-Y de elegir marido.

Su vida se había vuelto bastante más desagradable desde que había llegado con el informe escolar de fin de curso. Como de costumbre, tío Vernon y tía Petunia habían logrado encontrar disculpas para las malas notas de su hijo: tía Petunia insistía siempre en que Dudley era un muchacho de gran talento incomprendido por sus profesores, en tanto que tío Vernon aseguraba que no quería «tener por hijo a uno de esos mariquitas empollones».

-Clasista, sexista, racista, y homofobico… ¿Cómo es que nadie le ha dado una paliza aún? Puedo ser la primera- Marlene sonrió- Aunque porqué pegarle, soy bruja, podría hacer cosas más interesantes. ¿Verdad cachorro?
-Quisiera mencionar que me asustas un poco pero ya es hora de que alguien le de su merecido.
-Aún no ha hecho nada, Sirius- recordó Remus.
-La gente como él comienza desde pequeño Remus.
-Irónico quien habla de mortificar a otros- la voz de Snape era dura, seca y con rencor.
Sirius quizo responder, pero la mirada de decepción de Harry y Lily le decían que, por mucho que le doliera, aquello tenía un poco de verdad.

Tampoco dieron mucha importancia a las acusaciones de que su hijo tenía un comportamiento violento. («¡Es un niño un poco inquieto, pero no le haría daño a una mosca!», dijo tía Petunia con lágrimas en los ojos.)

-Salvo a cualquier niño o criatura más pequeña que él. Eso es lo que me irrita de las personas así, ¿Por qué no meterse con alguien de su tamaño? ¿Porqué nunca uno a uno?- Sirius apretó los puños y miró a Hermione.
-Snape se defendía, ¿Lo saben verdad? Él, Mulciber, Lestrange, Crabbe, Goyle, todos, he sido un idiota muchas veces en mi vida, pero jamás le hice daño a un inocente, he hecho bromas de las que me arrepiento y todos somos imbéciles a los quince años, pero jamás mortifique a una persona que no se lo mereciera y sobre todo, siempre se defendieron.
-Sirius nadie te juzga- Aclaró Ginny, tocándole el brazo- Mirá, a Harry le costó darse cuenta que su padre y su padrino no eran perfectos, pero porque no los conocía y los había idolatrado, ¿pero adivina qué? No existe un ser humano perfecto y siempre es dificil darnos cuenta que las personas que idolatramos no lo son. Y de ninguna manera eres parecido a los Dursley. Y aún que fueses estúpido, tenías una espina clavada de quienes te habían criado y que habías visto en Grimmauld Place.
-Dudley también- agregó Harry- no es que se haya vuelto un ser sensible y caritativo pero desde que se alejó de Vernon Dursley todo ha cambiado para él.

Pero al final del informe había unos bien medidos comentarios de la enfermera del colegio que ni siquiera tío Vernon y tía Petunia pudieron soslayar. Daba igual que tía Petunia lloriqueara diciendo que Dudley era de complexión recia, que su peso era en realidad el propio de un niñito saludable, y que estaba en edad de crecer y necesitaba comer bien: el caso era que los que suministraban los uniformes ya no tenían pantalones de su tamaño.

-Espera un demonio. ¿Como es posible que un niño delgado como un palillo sea fisicamente maltrato por un niño para el cual ya no hacen talla de pantalón sin romperlo? -James miró con profunda preocupación a su hijo.
-Supongo que me he sanado a mi mismo con magia durante varios años sin ser consciente de ello. No hay otra explicación lógica.
-¿Es eso posible, Albus?- Minerva buscó respuesta en el director, que observaba seriamente a su alumno.
-Extraño sin dudas, pero no más que un niño de diez años que pueda volar, desaparecer o desmaterializar un vidrio, por no mencionar hablar parsel. El joven Potter tuerce un poco los límites de las posibilidades.

La enfermera del colegio había visto lo que los ojos de tía Petunia (tan agudos cuando se trataba de descubrir marcas de dedos en las brillantes paredes de su casa o de espiar las idas y venidas de los vecinos) sencillamente se negaban a ver: que, muy lejos de necesitar un refuerzo nutritivo, Dudley había alcanzado ya el tamaño y peso de una ballena asesina joven.

Ginny soltó una risotada. Ganándose una mirada reprobatoria de su madre.
-¡Pero es que las descripciones!- Fred y George tampoco escondieron la risa que aquella comparación había producido.

Y de esa manera, después de muchas rabietas y discusiones que hicieron temblar el suelo del dormitorio de Harry y de muchas lágrimas derramadas por tía Petunia, dio comienzo el nuevo régimen de comidas. Habían pegado a la puerta del frigorífico la dieta enviada por la enfermera del colegio Smeltings, y el frigorífico mismo había sido vaciado de las cosas favoritas de Dudley (bebidas gaseosas, pasteles, tabletas de chocolate y hamburguesas) y llenado en su lugar con fruta y verdura y todo aquello que tío Vernon llamaba «comida de conejo».


-No es que un poco de comida saludable sea mala para un niño, pero deberían haber comenzado desde mucho antes de ese limite- Molly se veía contrariada, ella era feliz mimando a sus niños con comida ¿acaso esta haciendo algo que aquellos sanadores muggles podrían ver erróneo?
-Ni se le ocurra cambiar su manera de cocinar señora Weasley, mantuvo con vida a toda la Orden y el Ejercito de Dumbledore durante la guerra- cortó con cariño Harry, aquella mujer había sido el recreo a sus hambrunas de cada verano y no podía evitar esperar cada domingo para ir a casa de su suegra a comer su deliciosa comida.
-¿Ejercito de Dumbledore?- se percató Ojoloco- ¿Hay un ejercito?
-Próximo año, próximo libro- respondió con simpleza Hermione.

Para que Dudley no lo llevara tan mal, tía Petunia había insistido en que toda la familia siguiera el régimen. En aquel momento le sirvió su trozo de pomelo a Harry, quien notó que era mucho más pequeño que el de Dudley. A juzgar por las apariencias, tía Petunia pensaba que la mejor manera de levantar la moral a Dudley era asegurarse de que, por lo menos, podía comer más que Harry.

Lily soltó un suspiro triste.
-James ¿que le hicimos a nuestro hijo? ¿Qué le hice yo? Esa es mi familia. Fui yo.
-Tu no fuiste, fue tu hermana. Lils, uno no puede cargar con lo que la familia hace, piensa en Sirius y Andromeda, toda las personas malas tienen familias y no por eso las familias son malas. Tu hermana decidió ser una perra y no es tu culpa.
-¿Acabas de llamar perra a Petunia?- James se encogió de hombros.
-Considerando que esta matando de hambre a mi hijo, agradece que solo diga eso.

Pero tía Petunia no sabía lo que se ocultaba bajo la tabla suelta del piso de arriba. No tenía ni idea de que Harry no estaba siguiendo el régimen. En cuanto éste se había enterado de que tenía que pasar el verano alimentándose de tiras de zanahoria, había enviado a Hedwig a casa de sus amigos pidiéndoles socorro, y ellos habían cumplido maravillosamente.

Remus sonrió, Sirius aplaudió y James los miró con cariño. Así habían sido muchas épocas, la casa Potter no solo había sido un hogar para ellos, si no un lugar al cual recurrir cuando las cosas se complicaban en sus propios hogares. La familia de Remus era de buen corazón, pero desde la muerte de su madre y las complicaciones por tener un hijo licántropo, Remus se había mudado solo a una pequeña casuchita a las afueras de Londres, donde James siempre se encargaba de hacerle llegar la comida, primero de su madre y ahora de Pispy, la joven elfina que con dedicación y cariño horneaba los mejores pasteles de calabaza de la región.

Hedwig había vuelto de casa de Hermione con una caja grande llena de cosas sin azúcar para picar (los padres de Hermione eran dentistas); Hagrid, el guardabosque de Hogwarts, le había enviado una bolsa llena de bollos de frutos secos hechos por él (Harry ni siquiera los había tocado: ya había experimentado las dotes culinarias de Hagrid); en cuanto a la señora Weasley, le había enviado a la lechuza de la familia, Errol, con un enorme pastel de frutas y pastas variadas. El pobre Errol, que era viejo y débil, tardó cinco días en recuperarse del viaje.

Lily sintió que sus ojos se aguaban. Quería agradecer, quería abrazar, pero nada salió de su boca. Aquellos desconocidos, aquellas caras que no tenían nada que ver con ella hasta ahora, habían cuidado y alimentado a su hijo sin peros ni problemas, dándole todo lo que ella no pudo y su propia familia le negaba.
-No tienes que decir nada querida, se que hubieses hecho exactamente lo mismo por cualquiera de mis hijos- adivinó Molly con una sonrisa maternal y comprensiva- vivimos dos guerras Lily, sé que en esos libros perderé a uno de mis niños, sé que no será fácil como no lo es para ti leer todo esto, pero todo cambiará. Y tu niño solo comerá de mis tartas cuando yo insista en que esta delgado aunque este en su mejor forma.

Y luego, el día de su cumpleaños (que los Dursley habían pasado olímpicamente por alto), había recibido cuatro tartas estupendas enviadas por Ron, Hermione, Hagrid y Sirius. Todavía le quedaban dos, y por eso, impaciente por tomarse un desayuno de verdad cuando volviera a su habitación, empezó a comerse el pomelo sin una queja.

-Espera un segundo, ¿Canuto, horneaste una tarta?- James se sintió conmovido, cuando creía que nada de lo que Sirius hiciera podría hacerlo querer más a aquel hermano que había escogido a primera vista, hacía algo que le recordaba porque el buen canuto se había ganado aquel lugar en su corazón.
-Algo aprendí de la señora Potter, pero esa tarta la robe, prófugo de la ley ¿recuerdas? Vivía comiendo ratas asadas, no es que tuviera tiempo para hornear, pero quería asegurarme que mi cachorro tuviera algo que comer en su cumpleaños.

Tío Vernon dejó el periódico a un lado con un resoplido de disgusto y observó su trozo de pomelo.
¿Esto es el desayuno? —preguntó de mal humor a tía Petunia. Ella le dirigió una severa mirada y luego asintió con la cabeza, mirando de forma harto significativa a Dudley, que había terminado ya su parte de pomelo y observaba el de Harry con una expresión muy amarga en sus pequeños ojos de cerdito.

-Sé que no podemos preguntar nada del futuro pero hay algo que me carcome ¿Cómo demonios Dudley Dursley se casó?- cuestionó Marlene.
-Bueno, considerando que el peso no era su peor problema, cambió un poco su actitud y Mildred es hija de un colega de Vernon, son bastante similares en realidad. Aunque resulta más cordial y menos imbécil que Vernon. Su hijo es un año menor que James Sirius y hasta resulta casi agradable. Aunque James no es un niño que va a dejarse maltratar- Ginny rió.
-Cuando el niño de Dudley quizo quitarle su juguete, James le volcó su leche en la cabeza.
-Delicioso Karma.

Tío Vernon lanzó un intenso suspiro que le alborotó el poblado bigote y cogió la cuchara. Llamaron al timbre de la puerta. Tío Vernon se levantó con mucho esfuerzo y fue al recibidor. Veloz como un rayo, mientras su madre preparaba el té, Dudley le robó a su padre lo que le quedaba de pomelo.

-Me ofendía como te trataban a ti pero al menos veo que no es personal, son gente horrible.

Harry oyó un murmullo en la entrada, a alguien riéndose y a tío Vernon respondiendo de manera cortante. Luego se cerró la puerta y oyó rasgar un papel en el recibidor. Tía Petunia posó la tetera en la mesa y miró a su alrededor preguntándose dónde se había metido tío Vernon. No tardó en averiguarlo: regresó un minuto después, lívido.

-¿Es qué de todo tiene que hacer un circo esta gente? Luego nosotros somos los anormales, maldita sea- Lily golpeó suavemente el antebrazo de James.
-No maldigas frente al niño.
-El niño viene del futuro y es mayor que tú y yo y tiene sus propios niños para que lo escuchen maldecir. ¡Si no cumplo ni los 20 y ya soy abuelo! Pero es que Lilian, casi puedo llegar a perdonar a tu hermana, no debe haber sido fácil ser ella siendo tú su hermana, pero Vernon Dursley es el ser más despreciable, egoísta y estúpido que he conocido en mi vida y vé que he conocido a toda la casa de Slytherin incluyendo a Quejicus.
-¿Siendo yo su hermana?- Marlene le sonrió levemente.
-Lily la envidia hace cosas raras en la mente de las personas, la ambición y los celos se esparcen y a veces gente no tan mala logra ser peor que los malos- no pudo evitar lanzar una significativa mirada a donde Snape estaba sentado sin decir nada, con la cabeza gacha.

Tú —le gritó a Harry— Ven a la sala, ahora mismo.
Desconcertado, preguntándose qué demonios había hecho en aquella ocasión, Harry se levantó, salió de la cocina detrás de tío Vernon y fue con él hasta la habitación contigua. Tío Vernon cerró la puerta con fuerza detrás de ellos.
Vaya —dijo, yendo hasta la chimenea y volviéndose hacia Harry como si estuviera a punto de pronunciar la sentencia de su arresto—. Vaya.

-¿Vaya qué?- James se quedaba sin paciencia, aquel capítulo iba lento, odiaba a los Dursley y Harry parecía desinteresado en largarse de aquella maldita casa. Quería que su hijo estuviese con su padrino, no que su hermano estuviese prófugo por el jodido Peter y su hijo con aquellas personas.

A Harry le hubiera encantado preguntar «¿Vaya qué?»,

-Tal palo, tal astilla- Remus intentó consolar a su amigo. Pero realmente tampoco sabía muy bien que aportar, después de todo, Sirius estaba prófugo, pero él… él había abandonado a Harry sin motivo más que su inseguridad y su miedo absurdo a su propia condición. Si tan solo… miró a la pequeña Nymphadora, si tan solo aquella mujer hubiese aparecido años antes para convencerlo de que tenía más que ofrecer.

Pero no juzgó prudente poner a prueba el humor de tío Vernon tan temprano, y menos teniendo en cuenta que éste se encontraba sometido a una fuerte tensión por la carencia de alimento. Así que decidió adoptar una expresión de cortés desconcierto.
Acaba de llegar esto —dijo tío Vernon, blandiendo ante Harry un trozo de papel de color púrpura—. Una carta. Sobre ti.

-Por fin alguien se llevara a mi niño de ahí- la mirada avellana de James no juzgaba a Sirius, ni Remus, ni los Weasley. Iba directamente a Dumbledore. Sabía que cualquiera de ellos se hubiese llevado a Harry de esa casa de no ser por una muralla, y sabía que la unica muralla suficientemente alta era Albus Dumbledore.

El desconcierto de Harry fue en aumento. ¿Quién le escribiría a tío Vernon sobre él? ¿Conocía a alguien que enviara cartas por correo? Tío Vernon miró furioso a Harry; luego bajó los ojos al papel y empezó a leer:

Estimados señor y señora Dursley: No nos conocemos personalmente, pero estoy segura de que Harry les habrá hablado mucho de mi hijo Ron. Como Harry les habrá dicho, la final de los Mundiales de quidditch tendrá lugar el próximo lunes por la noche, y Arthur, mi marido, acaba de conseguir entradas de primera clase gracias a sus conocidos en el Departamento de Deportes y Juegos Mágicos.

-¡Esa es una buena invitación!- aplaudió Canuto- Buena familia de apoyo te haz conseguido cachorro. Recuerdame llevarte si en otra vida no lo hacen.
-Sirius, la idea es que ustedes hagan que nuestras vidas sean los más similares posibles sin tantas muertes de por medio. Pero si, llevame a todos los partidos de Quidditch que puedas o adoptaré a Remus de padrino- Sirius arrugó la nariz, en un gesto más perruno que humano.
-Cachorro me hieres, Lunático será un gran tío pero es muy aburrido en comparación. Y sabes que estará muy ocupado haciendo arrumacos con…
-¡SIRIUS BLACK SILENCIO!- Hermione lo golpeó con el libro- ¡CUATRO LIBROS INTENTANDO MANTENER LOS SECRETOS EN ORDEN! Cierra la boca.
-Al fin le pega con un libro a otra persona que no sea a Harry y a mi- agradeció Ron, algo divertido por la exasperación de su mujer. Hermione era bonita y graciosa enojada, siempre y cuando no fuera contra él y le dieran ganas de esconderse de la furia de la castaña.

Espero que nos permitan llevar a Harry al partido, ya que es una oportunidad única en la vida. Hace treinta años que Gran Bretaña no es la anfitriona de la Copa y es extraordinariamente difícil conseguir una entrada.
Nos encantaría que Harry pudiera quedarse con nosotros lo que queda de vacaciones de verano y acompañarlo al tren que lo llevará de nuevo al colegio. Sería preferible que Harry nos enviara la respuesta de ustedes por el medio habitual, ya que el cartero muggle nunca nos ha entregado una carta y me temo que ni siquiera sabe dónde vivimos.
Esperando ver pronto a Harry,
se despide cordialmente Molly Weasley
P. D.: Espero que hayamos puesto bastantes sellos.
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Salvo un trocito, delante, en el que la señora Weasley había consignado en letra diminuta la dirección de los Dursley.
Creo que si que han puesto bastantes sellos —comentó Harry, como si cualquiera pudiera cometer el error de la señora Weasley. Hubo un fulgor en los ojos de su tío.

-No creo que el sarcasmo sea una gran táctica en esa situación, muchacho.

El cartero se dio cuenta —dijo entre sus dientes apretados—. Estaba muy interesado en saber de dónde procedía la carta. Por eso llamó al timbre. Daba la impresión de que le parecía divertido.

-¿Y eso es lo malo? ¿Que le pareciera divertido? Demonios, si es que la gente carece de humor- Marlene puso los ojos en blanco, si es cierto que los Durlsey eran insufribles seres humanos, pero varios podrían criticar lo que Sirius Black consideraba divertido.

Harry no dijo nada. Otra gente podría no entender por qué tío Vernon armaba tanto escándalo porque alguien hubiera puesto demasiados sellos en un sobre, pero Harry había vivido demasiado tiempo con ellos para no comprender hasta qué punto les molestaba cualquier cosa que se saliera de lo ordinario.

-Quizás por eso les molestaba alguien tan extraordinaria como tú- James observó a Lily con cariño, había llegado el punto en que la belleza de Lily era su virtud más pequeña en comparasión con las otras que lo encantaban, valentía, lealtad y una fortaleza arrolladora que hacían que una mujer como Petunia Dursley no fuera más que una ordinaria y amargada señora.

Nada los aterrorizaba tanto como que alguien pudiera averiguar que tenían relación (aunque fuera lejana) con gente como la señora Weasley.

-Ellos se lo pierden, en ese caso- Fred pasó su largo brazo por los hombros de su madre, que incluso de joven era pequeña y regordeta como él la conocía.

Tío Vernon seguía mirando a Harry, que intentaba mantener su expresión neutra. Si no hacía ni decía ninguna tontería, podía lograr que lo dejaran asistir al mejor espectáculo de su vida.

Y es que todos los fanáticos del Quidditch estaban igual, no todos los días tenías una entrada en tus manos para asistir a una final. Y mucho menos con tus mejores amigos.

Esperó a que tío Vernon añadiera algo, pero simplemente seguía mirándolo. Harry decidió romper el silencio.
Entonces, ¿puedo ir? —preguntó. Un ligero espasmo cruzó el rostro de tío Vernon, grande y colorado. Se le erizó el bigote.

-Que adorable imagen. ¿Es qué acaso Petunia creyó que se habían acabado los hombres?Aunque creo que ni aún así me casaría con Vernon Dursley.
-No lo sé, Petunia era una niña que soñaba con eso, ser esposa y ama de casa en un barrio caro, Vernon le dio lo que ella anhelaba tener.
-Supongo que no todos anhelamos las mismas cosas- Albus guardó silencio, le daba pena oír que aquella niña que tanto deseaba que la magia corriera por sus venas se había vuelto aquella mujer resentida y sin sueños.

Harry creía saber lo que tenía lugar detrás de aquel mostacho: una furiosa batalla en la que entraban en conflicto dos de los instintos más básicos en tío Vernon. Permitirle marchar haría feliz a Harry, algo contra lo que tío Vernon había luchado durante trece años. Pero, por otro lado, dejar que se fuera con los Weasley lo que quedaba de verano equivalía a deshacerse de él dos semanas antes de lo esperado, y tío Vernon aborrecía tener a Harry en casa.

-Aún me resulta incomprensible que un adulto pueda odiar tanto a un niño, seas quien seas y sean quienes sean sus padres, es solo un niño. Yo no podría ser capaz de odiar a una criatura inocente.
-Pero tú eres un buen hombre Remus, y también un buen profesor- Lily no pudo evitar la mirada herida y enojada que sus ojos esmeraldas lanzaron hacia la mesa de Slytherin donde Severus Snape se encontraba pálido, impasible y solitario como siempre. Como aquel primer día.

Para ganar algo de tiempo, volvió a mirar la carta de la señora Weasley.
¿Quién es esta mujer? —inquirió, observando la firma con desagrado.
La conoces —respondió Harry—. Es la madre de mi amigo Ron. Lo estaba esperando cuando llegamos en el expreso de Hog... en el tren del 22 colegio al final del curso. Había estado a p unto de decir «expreso de Hogwarts», y eso habría irritado a tío Vernon. En casa de los Dursley no se podía mencionar el nombre del colegio de Harry. Tío Vernon hizo una mueca con su enorme rostro como si tratara de recordar algo muy desagradable.
¿Una mujer gorda? —gruñó por fin—. ¿Con un montón de niños pelirrojos?

-Esa es la descripción más ofensiva que he escuchado- bramó Hermione con molestia.
-Deja cariño, puede que no sea la mujer más delgada del mundo, pero ¿crees que hubiese aguantado tener a mis siete hermosos bebés de no tener un cuerpo fuerte? ¡Oh querida! Si es que podría tener un gran cuerpo y ropa cara, Arthur podría costear esa vida si solo fuesemos nosotros dos. Pero no hay sola parte de mi que no tenga algo de mis niños, y no podría avergonzarme de nada que tenga que ver con mis hijos Hermione, nunca. Especialmente, porque han crecido siendo buenos muchachos y una fuerte y hermosa muchachita.

Harry frunció el entrecejo pensando que tenía gracia que tío Vernon llamara gordo a alguien cuando su propio hijo, Dudley, acababa de lograr lo que había estado intentando desde que tenía tres años: ser más ancho que alto.

-¿Es eso humanamente posible?
-Al parecer.

Tío Vernon volvió a examinar la carta.
Quidditch —murmuró entre dientes—, quidditch. ¿Qué demonios es eso?
Harry sintió una segunda punzada de irritación.
Es un deporte —dijo lacónicamente— que se juega sobre esc...
¡Vale, vale! —interrumpió tío Vernon casi gritando.

-¿Y para que demonios pregunta?- Sirius estaba irritado y se pasaba la mano por el cabello negro constantemente.
-¡Basta o tendrás un tick nervioso, maldita sea!
-¿Pueden parar de maldecir? ¡Si es que serán desagradables!

Con cierta satisfacción, Harry observó que su tío tenía expresión de miedo. Daba la impresión de que sus nervios no aguantarían el sonido de las palabras «escobas voladoras» en la sala de estar.

Harry rió suavemente.
-Años después me enteré que fue tu culpa- James alzó la ceja confundido- parece que Vernon te describió su coche y tú le describiste tu mejor escoba y él creyó que estabas vacilando su honrosa presencia.
-Demonios, primera vez que no tengo intención de vacilar a un idiota y lo hago de todos modos.

Disimuló volviendo a examinar la carta. Harry descubrió que movía los labios formando las palabras «que nos enviara la respuesta de ustedes por el medio habitual».

¿Qué quiere decir eso de «el medio habitual»? —preguntó irritado.
Habitual para nosotros —explicó Harry y, antes de que su tío pudiera detenerlo, añadió—: Ya sabes, lechuzas mensajeras. Es lo normal entre magos.

George se frotó los ojos.
-Recuérdame enseñarle a este niño como convencer a los demás de que te dejen hacer algo, porque es un fiasco.
-Se crió viendo nuestro maravilloso ejemplo. Diez galeones a que lo soluciona en la próxima página.
-Si, pero también con Ron y Percy. Cinco a que no lo logra- contradijo George, Fred sonrió.
-Siete- acordaron los dos al mismo tiempo en voz alta.

Tío Vernon parecía tan ofendido como si Harry acabara de soltar una horrible blasfemia.

-Lo que no sería raro, teniendo en cuenta como hablan su padre y su padrino- rezongó Lily.

Temblando de enojo, lanzó una mirada nerviosa por la ventana; parecía temeroso de ver a algún vecino con la oreja pegada al cristal.
¿Cuántas veces tengo que decirte que no menciones tu anormalidad bajo este techo? —dijo entre dientes. Su rostro había adquirido un tono ciruela vivo.

-¿Anormalidad? Si es que no le veo ningún cuerno en la frente.
-Recuerdo cuando Ginny tenía tres años y quería tener un cuerno.
-¿Querías ser un unicornio?- Ginny negó.
-Un rinoceronte.


Recuerda dónde estás, y recuerda que deberías agradecer un poco esa ropa que Petunia y yo te hemos da...

-Ropa usada y en las peores condiciones.

Después de que Dudley la usó —lo interrumpió Harry con frialdad; de hecho, llevaba una sudadera tan grande para él que tenía que dar cinco vueltas a las mangas para poder utilizar las manos y que le caía hasta más abajo de las rodillas de unos vaqueros extremadamente anchos.

-Sé que era una maldad, pero te veías tan tierno y pequeñito- Ginny sonrió- Si es que yo era más pequeña que tú, pero eras tan tierno.

¡No consentiré que se me hable en ese tono! —exclamó tío Vernon, temblando de ira.

-Casi siento los galeones en mi bolsillo- Fred sacudió la cabeza, le tenía fe al ingenio de su cuñado.

Pero Harry no pensaba resignarse. Ya habían pasado los tiempos en que se había visto obligado a aceptar cada una de las estúpidas disposiciones de los Dursley. No estaba siguiendo el régimen de Dudley, y no se iba a quedar sin ir a los Mundiales de quidditch por culpa de tío Vernon si podía evitarlo. Harry respiró hondo para relajarse y luego dijo:

-Prepara tus siete galeones Georgie.

Vale, no iré a los Mundiales. ¿Puedo subir ya a mi habitación? Tengo que terminar una carta para Sirius. Ya sabes... mi padrino.

-¿Has visto, Black? Si hay problemas tenías que ir a meterte- rió Marlene.
-Si aunque no este me meten en líos. Pero considerando contra quien, encantado.
-Sirius él niño quiere apoyo no que muelas a golpes a sus tíos- bufó Remus, al ver a Sirius tronarse los puños.
-Nadie me deja divertirme.


Lo había hecho, había pronunciado las palabras mágicas.

-¿Palabras mágicas? Harry tú…- los ojos grises de Sirius se llenaron de calida chispa cuando comprendió lo que él niño había estado haciendo.

Vio cómo la colorada piel de tío Vernon palidecía a ronchas, dándole el aspecto de un helado de grosellas mal mezclado.
Le... ¿le vas a escribir, de verdad? —dijo tío Vernon, intentando aparentar tranquilidad. Pero Harry había visto cómo se le contraían de miedo los diminutos ojos.
Bueno, sí... —contestó Harry, como sin darle importancia—. Hace tiempo que no ha tenido noticias mías y, bueno, si no le escribo puede pensar que algo va mal.


-Canuto, tú saliste como asesino en serie en las noticias muggles, ¿no es cierto?
-Si Cornamenta.
-Y nuestro cachorro lo esta utilizando a su favor, ¿no es cierto?
-¿No estas orgulloso de nuestro bebé?- Ambos merodeadores suspiraron con orgullo, mientras Lily apretaba los labios.
-Genial, yo solo lo parí. No es que le haya dado la vida ni nada.

Se detuvo para disfrutar el efecto de sus palabras. Casi podía ver funcionar los engranajes del cerebro de tío Vernon debajo de su grueso y oscuro cabello peinado con una raya muy recta.
Si intentaba impedir que Harry escribiera a Sirius, éste pensaría que lo maltrataban. Si no lo dejaba ir a los Mundiales de quidditch, Harry se lo contaría a Sirius, y Sirius sabría que lo maltrataban.

-Pague- ordenó Fred, extendiendo la mano. Un placer hacer negocios con mi reflejo, Feorge.
-¿Sabes donde puedes poner esos galeones verdad?
-¡George Weasley!- regañó su gemelo imitando la voz y el tono de su adorada madre.

A tío Vernon sólo le quedaba una salida, y Harry pudo ver esa conclusión formársele en el cerebro como si el rostro grande adornado con el bigote fuera transparente.
Harry trató de no reírse y de mantener la cara tan inexpresiva como le fuera posible. Y luego...
Bien, de acuerdo. Puedes ir a esa condenada... a esa estúpida... a esa Copa del Mundo.


-Espera, él no acaba de… ¿Acaba de…?- Charlie parecía estar al borde de un cíncope- ¿Acaba de insultar la copa de Quidditch? ¿Es lo que acaba de hacer?- Estaba pálido y enojado.
-Ahora entiendo porque se llevaba bien con Oliver- Harry observó a su cuñado, intrigado por como los Weasley podían ir del blanco al rojo en sus caras sin escalas.

Escríbeles a esos... a esos Weasley para que vengan a recogerte, porque yo no tengo tiempo para llevarte a ningún lado.

-Primero nos insultan los Malfoy, después los Dursley. Estoy empezando a sentirme honrado- bromeó Arthur con una ancha sonrisa. Al menos sus hijos, de sangre y adoptivos, pasarían un buen rato en el evento y Harry estaría protegido de esa gente durante un tiempo.

Y puedes pasar con ellos el resto del verano. Y dile a tu... tu padrino... dile... dile que vas.
Muy bien —asintió Harry, muy contento. Se volvió y fue hacia la puerta de la sala, reprimiendo el impulso de gritar y dar saltos. Iba a... ¡Se iba con los Weasley! ¡Iba a presenciar la final de los Mundiales!

En el recibidor estuvo a punto de atropellar a Dudley, que acechaba detrás de la puerta esperando oír una buena reprimenda contra Harry y se quedó desconcertado al ver su amplia sonrisa.

-Alguien realmente debería preocuparse por la mente de ese niñato, si es que no puede salir normal de esa casa.

¡Qué buen desayuno!, ¿verdad? —le dijo Harry—. Estoy lleno, ¿tú no?

Riéndose de la cara atónita de Dudley, Harry subió los escalones de tres en tres y entró en su habitación como un bólido. Lo primero que vio fue que Hedwig ya había regresado. Estaba en la jaula, mirando a Harry con sus enormes ojos ambarinos y chasqueando el pico como hacía siempre que estaba molesta.

-Podemos detenernos un momento a hablar de la conexión extraña que tienes con Hedwig?
-No.

Harry no tardó en ver qué era lo que le molestaba en aquella ocasión.

¡Ay! —gritó. Acababa de pegarle en un lado de la cabeza lo que parecía ser una pelota de tenis pequeña, gris y cubierta de plumas.

-Hace dos años fue un elfo doméstico que intentó matarte, realmente ya no estoy segura de que clase de peligro hay en tu habitación.
-El único peligro en la habitación de Harry, es Ginny- la pelirroja golpeó a su hermano mayor con el puño cerrado en el brazo- ¡Eso duele Ginevra!
-Entonces deja de intentar ser gracioso Ronald.

Harry se frotó con fuerza la zona dolorida al tiempo que intentaba descubrir qué era lo que lo había golpeado, y vio una lechuza diminuta, lo bastante pequeña para ocultarla en la mano, que, como si fuera un cohete buscapiés, zumbaba sin parar por toda la habitación.

-Bueno- Remus torció la cabeza- eso es un desconcertante alivio.

Harry se dio cuenta entonces de que la lechuza había dejado caer a sus pies una carta. Se inclinó para recogerla, reconoció la letra de Ron y abrió el sobre. Dentro había una nota escrita apresuradamente:


-¿Estás diciéndome que tu madre se esforzó en entender el correo muggle solo para que tu casi lo arruines por ansioso?- Hermione parecía indignada.
-Si alguna de ustedes dos vuelve a golpearme- señaló a su esposa y su hermana- las embrujaré.
-¿Como a Malfoy?
-¡Harry!


Harry: ¡MI PADRE HA CONSEGUIDO LAS ENTRADAS! Irlanda contra Bulgaria,

-Oh demonios- Ron casi había olvidado que en ese libro saldría Krum.
-Esto será incómodo- murmuró Hermione, recordando aquel año.
-¿Algo que debamos saber con antelación?- Marlene picó las caras rojas del trío y comprendió- ¡Si los niños ya son adultos! ¿Quién comenzó con los besuqueos ese año? ¿Harry? ¿Ron?- ante el silenció de ambos, la rubia aplaudió- ¡ESO ES NiñA!
-Esperen, creí que estaban juntos desde pequeños- Andrómeda observó al par.
-Algo así, pero Hermione salió con un imbécil.
-Y tú con la muchacha más estúpida del colegio.
-Me alegra saber que son una pareja sana sin celos.


el lunes por la noche. Mi madre les ha escrito a los muggles para pedirles que te dejen venir y quedarte. A lo mejor ya han recibido la carta, no sé cuánto tarda el correo muggle. De todas maneras, he querido enviarte esta nota por medio de Pig.

-¿Quién demonios le puso Pig a una lechuza?- Ginny levantó la mano.
-Es un gran nombre y le quedaba genial.

Harry reparó en el nombre «Pig», y luego observó a la diminuta lechuza que zumbaba dando vueltas alrededor de la lámpara del techo. Nunca había visto nada que se pareciera menos a un cerdo.

-¡Contradiciendo a su esposa!- Fred chasqueó la lengua- eso esta mal muchacho, yo que tú lo castigo hermanita.
-¡creí que te agradaba!
-Me agradas, pero siempre es gracioso ver que Ginny te patee el trasero.

Quizá no había entendido bien la letra de Ron.
Siguió leyendo: Vamos a ir a buscarte tanto si quieren los muggles como si no, porque no te puedes perder los Mundiales. Lo que pasa es que mis padres pensaban que era mejor pedirles su consentimiento. Si dicen que te dejan, envía a Pig inmediatamente con la respuesta, e iremos a recogerte el domingo a las cinco en punto. Si no te dejan, envía también a Pig e iremos a recogerte de todas maneras el domingo a las cinco.

Molly puso los ojos en blanco. Mientras el resto reía ante las maneras de los muchachos.

Hermione llega esta tarde. Percy ha comenzado a trabajar: en el Departamento de Cooperación Mágica Internacional. No menciones nada sobre el extranjero mientras estés aquí a menos que quieras que te mate de aburrimiento.

Percy no dijo nada. Deseo que todo aquello fuese omitido. Sentía tanta verguenza.
-Oye Percy- Ron tosió, no era bueno para la charla emocional- sé que hiciste tonterías, fuiste un idiota de hecho, pero el caso es que yo también lo fui. Todos lo fuimos en algún punto.

Hasta pronto, Ron.
¡Cálmate! —dijo Harry a la pequeña lechuza, que revoloteaba por encima de su cabeza gorjeando como loca (Harry supuso que era a causa del orgullo de haber llevado la carta a la persona correcta).

-Nunca vi una lechuza que se pareciera tanto a Sirius. Ansiosa como un demonio porque noten que hizo algo bien- Se burló Marlene.

. ¡Ven aquí! Tienes que llevar la contestación. La lechuza revoloteó hasta posarse sobre la jaula de Hedwig, que le echó una mirada fría, como desafiándola a que se acercara más. Harry volvió a coger su pluma de águila y un trozo de pergamino, y escribió: Todo perfecto, Ron: los muggles me dejan ir. Hasta mañana a las cinco. ¡Me muero de impaciencia! Harry Plegó la nota hasta hacerla muy pequeña y, con inmensa dificultad, la ató a la diminuta pata de la lechuza, que aguardaba muy excitada. En cuanto la nota estuvo asegurada, la lechuza se marchó: salió por la ventana zumbando y se perdió de vista.