Harry Potter y el prisionero de Azkaban- cap 18

Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.

Harry Potter y el Prisionero de Azkaban

Capitulo XVIII: "Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta"

Había gritos, insultos, incluso algunos hechizos volaban en el comedor, McGonagall clamaba silencio, pero estaban demasiado enfurecidos como para callar, especialmente la mesa de Gryffindor que rugían como verdaderos leones.

Todos pedían una sola cosa: Que Peter Pettigrew estuviera en el comedor para darle su merecido.

-¡Ronald!- Hermione le dio un codazo al pelirrojo que se sumó al griterío.

-¿Qué? Quiero darle su merecido a esa rata desde que tengo trece años.

-Si, pero no podemos castigarlo por algo que no hizo aún.

-¿Y qué pretendes que hagamos, niña?- bufó Sirius- Había que cambiar las cosas, aquí estamos, y esa rata es la culpable de muchos males. Empezando por la muerte de James y Lily.

-Y la Cedric- agregó Harry.

-¿Quién es Cedric?- cortó Marlene.

-Siguiente libro.

-¡Al demonio con los libros!- Sirius golpeó la mesa con frustración- ¡Estuve doce malditos años en Azkaban por ese desgraciado! Merezco arrancarle la piel con los dedos.

-Sirius, tenemos que esperar a que termine la lectura.

-¡No voy a esperar al séptimo libro!- Hermione suspiró, ella sabía desde un comienzo que traer a alguien tan temperamental como Sirius sería un error.

-Espera al final de este, por lo menos. TODOS- gritó, con la varita en el cuello para que su grito se escuchara en todo el comedor- Al menos tienen que saber que pasó.

-Oye, Hermione...¿Sabrán, ya sabes?- carraspeó Lunático incomodo, sus compañeros no lo defenderían tanto cuando supieran lo que era. James le apretó el hombro.

-Solo es un problema peludo Remus, no te preocupes. Y si alguien se mete contigo, mi venganza caera sobre él- sonrió de manera algo aterradora- Uno para nosotros y todos para todos o eso que dicen los muggles.

-Todos para uno y uno para todos, idiota- corrigió Dorcas, rodando los ojos.

-Ustedes- señaló a Sirius y Remus- no son muy confiables en este momento, así que lo leerá Draco- Hermione hizo levitar el libro hasta la mesa de slytherin.

-¿Por qué yo?- Hermione se encogió de hombros.

-Eres a la persona que menos le importa esto en este Comedor, el libro no sufrirá daños por emociones violentas. Draco puso los ojos en blanco y comenzó.

-Lunático, Colagusano, Canuto y Cornamenta, ¿llegó el circo?- Los merodeadores lo miraron indignados- ¿En serio? ¿No había otros apodos disponibles?

-Comportate- regañó Astoria.

Era tan absurdo que les costó un rato comprender lo que había dicho. Luego, Ron dijo lo mismo que Harry pensaba:

—Están ustedes locos.

—¡Absurdo! —dijo Hermione con voz débil.

—¡Peter Pettigrew está muerto! ¡Lo mató hace doce años!

Señaló a Black, cuya cara sufría en ese momento un movimiento espasmódico.

—Tal fue mi intención —explicó, enseñando los dientes amarillos—, pero el pequeño Peter me venció. ¡Pero esta vez me vengaré!

-Espera un minuto, ¿Peter te venció? ¿el mismo Peter que se cae cuando pisa una sombra? ¿Ese Peter?- Marlene lo miraba atónita.

-Acababa de morir James, ni siquiera estaba en mis malditos cabales.

Y dejó en el suelo a Crookshanks antes de abalanzarse sobre Scabbers; Ron gritó de dolor cuando Black cayó sobre su pierna rota.

—¡Sirius, NO! —gritó Lupin, corriendo hacia ellos y separando a Black de Ron—. ¡ESPERA! ¡No puedes hacerlo así! ¡Tienen que comprender! ¡Tenemos que explicárselo!

-Por no mencionar que si vuelves a tocar a mi hijo me veré en la obligación de dejar que Molly te golpee- recordó Arthur.

—Podemos explicarlo después —gruñó Black, intentando desprenderse de Lupin y dando un zarpazo al aire para atrapar a Scabbers, que gritaba como un cochinillo y arañaba a Ron en la cara y en el cuello, tratando de escapar.

Remus bufó, veinte años siendo amigo de Sirius y siempre terminaba haciendo de chaleco de fuerza para no hiciera estupideces.

—¡Tienen derecho... a saberlo... todo! —jadeó Lupin sujetando a Black—. ¡Es la mascota de Ron! ¡Hay cosas que ni siquiera yo comprendo! ¡Y Harry...! ¡Tienes que explicarle la verdad a Harry, Sirius!

Black dejó de forcejear; aunque mantuvo los hundidos ojos fijos en Scabbers, a la que Ron protegía con sus manos arañadas, mordidas y manchadas de sangre.

Ron sintió ganas de golpearse a si mismo.

-No te culpes, no podías saberlo- calmó Charlie, imaginando lo que pasaba por la cabeza de su hermano.

—De acuerdo, pues —dijo Black, sin apartar la mirada de la rata—. Explícales lo que quieras, pero date prisa, Remus. Quiero cometer el asesinato por el que fui encarcelado...

—Están locos los dos —dijo Ron con voz trémula, mirando a Harry y a Hermione, en busca de apoyo—. Ya he tenido bastante. Me marcho.

-Ya, y llévate un souvenir si quieres- Molly miró feo a Marlenne- ¿Qué? Tiene que ser muy ingenuo para pensar que podría marcharse sin más.

Intentó incorporarse sobre su pierna sana, pero Lupin volvió a levantar la varita apuntando a Scabbers.

—Me vas a escuchar hasta el final, Ron —dijo en voz baja—. Pero sujeta bien a Peter mientras escuchas.

—¡NO ES PETER, ES SCABBERS! —gritó Ron, obligando a la rata a meterse en su bolsillo delantero, aunque se resistía demasiado. Ron perdió el equilibrio. Harry lo cogió y lo tendió en la cama. Sin hacer caso de Black, Harry se volvió hacia Lupin.

—Hubo testigos que vieron morir a Pettigrew —dijo—. Toda una calle llena de testigos.

Muchos en el comedor veían con cierto recelo a Canuto, que estaba temblando de la furia. Sirius, por lo contrario, estaba en silencio, hundido. Y solo en ese momento en que James vio el contraste entre ambos, se dio cuenta los estragos que Azkaban había hecho en su mejor amigo.

—¡No vieron, creyeron ver! —respondió Black con furia, vigilando a Scabbers, que se debatía en las manos de Ron.

—Todo el mundo creyó que Sirius mató a Peter —confirmó Lupin—. Yo mismo lo creía hasta que he visto el mapa esta noche. Porque el mapa del merodeador nunca miente... Peter está vivo. Ron lo tiene entre las manos, Harry.

Harry bajó la mirada hacia Ron, y al encontrarse sus ojos, se entendieron sin palabras: indudablemente, Black y Lupin estaban locos. Nada de lo que decían tenía sentido. ¿Cómo iba Scabbers a ser Peter Pettigrew? Azkaban debía de haber trastornado a Black, después de todo. Pero ¿por qué Lupin le seguía la corriente?

-Bueno, soy lunático después de todo- comentó con una sonrisa débil, intentando levantarle el ánimo al ojigris.

-No tiene gracia Lupin- Remus apretó la mandíbula, a Sirius aún le dolía que su amigo lo hubiese creído capaz de traicionar a James.

Entonces habló Hermione, con una voz temblorosa que pretendía parecer calmada, como si quisiera que el profesor Lupin recobrara la sensatez.

—Pero profesor Lupin: Scabbers no puede ser Pettigrew... Sencillamente es imposible, usted lo sabe.

—¿Por qué no puede serlo? —preguntó Lupin tranquilamente, como si estuvieran en clase y Hermione se limitara a plantear un problema en un experimento con grindylows.

—Porque si Peter Pettigrew hubiera sido un animago, la gente lo habría sabido. Estudiamos a los animagos con la profesora McGonagall. Y yo los estudié en la enciclopedia cuando preparaba el trabajo. El Ministerio vigila a los magos que pueden convertirse en animales. Hay un registro que indica en qué animal se convierten y las señales que tienen. Yo busqué «Profesora McGonagall» en el registro, y vi que en este siglo sólo ha habido siete animagos. El nombre de Peter Pettigrew no figuraba en la lista.

-Y el misterio de los Merodeadores ha de revelarse- James sonrió levemente- si esto sirve para que no suceda lo que sucedió, es un sacrificio que hay que hacer.

-Esto salvará tu vida, James.

-No hablaba de eso- James lo miró con tristeza- mi vida no es tan importante, lo único bueno que he hecho es darle vida a Harry, pero si sirve para que Lily viva y ustedes no se vuelvan la sombra de lo que yo conozco, entonces contaría hasta el último de mi secretos.

Sirius sobresaltó a todos cuando, después de dar un puñetazo a la mesa, apoyó la frente en el borde. Estaba en silencio, pero por la leve vibración de sus hombros James y Remus supieron lo que pasaba. Habían quebrado al indomable, al que nunca lloraba y al que podía hacer bromas hasta sobre el mismo infierno. Sirius lloraba.

Y solo Ginny notó que los ojos de Harry también se aguaron. El dolor del abandono, de la soledad, de la misma traición que había cambiado sus vidas para siempre les dolía.

Pero no fue James ni Remus quien consoló a Sirius, fue Lily. Ella, con sus diecisiete años, se veía extrañamente mayor junto a un Sirius de casi cuarenta que se abrazó a ella como un niño. Entremezcló sus dedos entre el pelo negro y, de pie junto a él, le besó la coronilla de manera maternal.

-Todo estará bien Sirius, no volverás a ir a Azkaban, nunca debiste estar ahí, eso no pasará. No sufras, por favor- y su voz se quebró. Cuatro amigos, enemigos, asesinos, traidores, cadáveres y condenados...quién diría que los merodeadores, aquellos muchachos que tenían todo, acabarían viendo el lado más cruel de la vida.

Iba a asombrarse Harry de la escrupulosidad con que Hermione hacía los deberes cuando Lupin se echó a reír.

—¡Bien otra vez, Hermione! —dijo—. Pero el Ministerio ignora la existencia de otros tres animagos en Hogwarts.

—Si se lo vas a contar; date prisa, Remus —gruñó Black, que seguía vigilando cada uno de los frenéticos movimientos de Scabbers—. He esperado doce años. No voy a esperar más.

—De acuerdo, pero tendrás que ayudarme, Sirius —dijo Lupin—. Yo sólo sé cómo comenzó...

Lupin se detuvo en seco. Había oído un crujido tras él. La puerta de la habitación acababa de abrirse. Los cinco se volvieron hacia ella. Lupin se acercó y observó el rellano.

—No hay nadie.

Entre los más jóvenes, de tercero específicamente, se escuchaban los murmurllos que hablaban de la casa embrujada y las cosas que sucedían ahí adentro, pero ninguno se animó a decir nada en voz alta.

—¡Este lugar está encantado! —dijo Ron.

—No lo está —dijo Lupin, que seguía mirando a la puer­ta, intrigado—. La Casa de los Gritos nunca ha estado embrujada. Los gritos y aullidos que oían los del pueblo los producía yo. —Se apartó el ceniciento pelo de los ojos. Meditó un instante y añadió—: Con eso empezó todo... cuando me convertí en hombre lobo. Nada de esto habría sucedido si no me hubieran mordido... y si no hubiera sido yo tan temerario.

Todos miraban a Lupin entre curiosos y asustados, la tensión en el comedor podía cortarse con un cuchillo.

-¿Ya terminó la incomodidad emocional?- le preguntó Draco por lo bajo a Astoria- no sé cuanto debo parar para que expresen sus cosas.

-Eres como un ladrillo- murmuró Astoria sorprendida sin esconder una sonrisita- solo deja de leer cuando alguien llore o asesinen a alguien- Draco asintió.

Estaba tranquilo pero fatigado. Iba Ron a interrumpirle cuando Hermione, que observaba a Lupin muy atentamente, se llevó el dedo a la boca.

—¡Chitón!

—Era muy pequeño cuando me mordieron —prosiguió Lupin—. Mis padres lo intentaron todo, pero en aquellos días no había cura. La poción que me ha estado dando el profesor Snape es un descubrimiento muy reciente. Me vuelve inofensivo, ¿os dais cuenta? Si la tomo la semana anterior a la luna llena, conservo mi personalidad al transformarme... Me encojo en mi despacho, convertido en un lobo inofensivo, y aguardo a que la luna vuelva a menguar.

Remus dio una mirada a la mesa de Slytherin, pese a que Sirius le dijese loco, él esta agradecido con Snape.

Sin embargo, antes de que se descubriera la poción de matalobos, me convertía una vez al mes en un peligroso lobo adulto. Parecía imposible que pudiera venir a Hogwarts. No era probable que los padres quisieran que sus hijos estuvieran a mi merced. Pero entonces Dumbledore llegó a director y se hizo cargo de mi problema. Dijo que mientras tomáramos ciertas precauciones, no había motivo para que yo no acudiera a clase. —Lupin suspiró y miró a Harry—. Te dije hace meses que el sauce boxeador lo plantaron el año que llegué a Hogwarts. La verdad es que lo plantaron porque vine a Hogwarts. Esta casa —Lupin miró a su alrededor melancólicamente—, el túnel que conduce a ella... se construyeron para que los usara yo. Una vez al mes me sacaban del castillo furtivamente y me traían a este lugar para que me transformara. El árbol se puso en la boca del túnel para que nadie se encontrara conmigo mientras yo fuera peligroso.

-Genial, te salvan del lobo, te ponen un árbol asesino, gran lógica la de Dumbledore- bufó Fabian.

-Ha sido algo sumamente arriesgado, un hombre lobo en el colegio- Lunático agachó la cabeza cuando la profesora McGonagall lo miró con enfado- ¿Cómo no nos has dicho nada, Lupin? ¿Crees que puedes ir por ahí todo lastimado y agotado y que te demos clases igual? ¿Qué clase de profesores crees que tienes?  Un niño sufriendo semejante cosa sin que ninguno de nosotros pudiese ayudarlo, ¡Por el amor de Merlín, Albus!- el anciano la miro por sobre sus lentes de medialuna.

-Los prejuicios dañan más que un arañazo Minerva, eres inteligente, sabes eso.

-Si pero...- prestó atención a todos los alumnos que miraban con recelo a Remus y sintió una punzada de tristeza, en pequeño Remus se encogia en el asiento avergonzado y culpable, mientras que el mayor solo miraba a través de su tristeza.

Harry no sabía en qué pararía la historia, pero aun así escuchaba con gran interés. Lo único que se oía, aparte de la voz de Lupin, eran los chillidos asustados de Scabbers.

—En aquella época mis transformaciones eran... eran terribles. Es muy doloroso convertirse en licántropo. Se me aislaba de los humanos para que no los mordiera, de forma que me arañaba y mordía a mí mismo. En el pueblo oían los ruidos y los gritos, y creían que se trataba de espíritus especialmente violentos. Dumbledore alentó los rumores... Ni siquiera ahora que la casa lleva años en silencio se atreven los del pueblo a acercarse. Pero aparte de eso, yo era más feliz que nunca. Por primera vez tenía amigos, tres estupendos amigos: Sirius Black, Peter Pettigrew y tu padre, Harry, James Potter.

James le sonrió con alegría sincera.

Mis tres amigos no podían dejar de darse cuenta de mis desapariciones mensuales. Yo inventaba historias de todo tipo. Les dije que mi madre estaba enferma y que tenía que ir a casa a verla... Me aterrorizaba que pudieran abandonarme cuando descubrieran lo que yo era.

-¿Cómo puedes pensar eso, Remus? Ninguno de nosotros te abandonara por nada, eres la persona más buena y calmada de este colegio.

 Pero al igual que tú, Hermione, averiguaron la verdad. Y no me abandonaron. Por el contrario, convirtieron mis metamorfosis no sólo en soportables, sino en los mejores momentos de mi vida. Se hicieron animagos.

—¿Mi padre también? —preguntó Harry atónito.

-Esperen un momento- Ojoloco miró a los jóvenes- tres muchachos que apenas saben sostener la varita ¿pudieron volverse animagos?

-Estudiamos mucho- se defendió James- y también nos esforzamos el triple, Remus no podía seguir sola.

—Sí, claro —respondió Lupin—. Les costó tres años averiguar cómo hacerlo. Tu padre y Sirius eran los alumnos más inteligentes del colegio y tuvieron suerte porque la transformación en animago puede salir fatal. Es la razón por la que el Ministerio vigila estrechamente a los que lo intentan. Peter necesitaba toda la ayuda que pudiera obtener de James y Sirius. Finalmente, en quinto, lo lograron. Cada cual tuvo la posibilidad de convertirse a voluntad en un animal diferente.

-Yo solo tengo una duda ¿Por qué demonios, entre todos los animales que existen, te conviertes en rata?

-Representa su alma- bufó Gideon.

—Pero ¿en qué le benefició a usted eso? —preguntó Hermione con perplejidad.

—No podían hacerme compañía como seres humanos, así que me la hacían como animales —explicó Lupin—. Un licántropo sólo es peligroso para las personas. Cada mes abandonaban a hurtadillas el castillo, bajo la capa invisible de James. Peter, como era el más pequeño, podía deslizarse bajo las ramas del sauce y tocar el nudo que las deja inmóvi­les. Entonces pasaban por el túnel y se reunían conmigo. Bajo su influencia yo me volvía menos peligroso. Mi cuerpo seguía siendo de lobo, pero mi mente parecía más humana mientras estaba con ellos.

—Date prisa, Remus —gritó Black, que seguía mirando a Scabbers con una horrible expresión de avidez.

Todos los presentes miraban a los Merodeadores con una expresión de total admiración, salvo por los pocos Slytherin presentes.

-Y nunca he estado tan agradecido con alguien- Harry carraspeó- además de con Ny...mi mujer.

-¿Ni?- James estaba demasiado curioso- ¿Nicole? ¿Nina?

-Nunca vas a adivinar su nombre- se rió Charlie.

-Ella es la persona que más ha hecho por mí- miró a James y Canuto con cierta disculpa- es maravillosa, vendrá en algún momento.

-Quinto libro- agregó Hermione. -Estábamos en el quinto año cuando ella se sumó a la Orden.

—Ya llego, Sirius, ya llego... Al transformarnos se nos abrían posibilidades emocionantes. Abandonábamos la Casa de los Gritos y vagábamos de noche por los terrenos del colegio y por el pueblo. Sirius y James se transformaban en animales tan grandes que eran capaces de tener a raya a un licántropo.

-¿Andaban por ahí con un hombre lobo?- McGonagall frunció el ceño- ¿Saben lo peligroso que es eso? ¡Podrían haber dañado a personas inocentes! ¿A quién se le ocurre andar...?

-¿Merodeando?- adivinó Marlenne con una sonrisita.

-¡No es gracioso, señorita McKinnon! ¡han roto las leyes! ¡aún peor, han roto las reglas del colegio!- Ron suspiró, otra persona que debería ordenar sus prioridades.

Dudo que ningún alumno de Hogwarts haya descubierto nunca tantas cosas sobre el colegio como nosotros. Y de esa manera llegamos a trazar el mapa del merodeador y lo firmamos con nuestros apodos: Sirius era Canuto, Peter Colagusano y James Cornamenta.

-Brillante- Alastor sonrió levemente, aunque poco se notaba con sus cicatrices- ¡Brillante!

-Tienes que reconocer, Minerva, que ningún alumno ha conocido los rincones de este castillo tan bien como ellos, además de cerebros extremadamente inteligentes y astutos.

-Conozco cada rincón de este castillo como si hubiese nacido aquí, me alegra que sea mi hijo quien continúe con eso- ambos Potter se sonrieron con exacta complicidad.

—¿Qué animal...? —comenzó Harry, pero Hermione lo interrumpió:

-Se llama cornamenta genio, ¿qué esperabas?¿un pato?- bufó Fred.

—¡Aun así, era peligroso! ¡Andar por ahí, en la oscuridad, con un licántropo! ¿Qué habría ocurrido si les hubiera dado esquinazo a los otros y mordido a alguien?

—Ése es un pensamiento que aún me reconcome —respondió Lupin en tono de lamentación—. Estuve a punto de hacerlo muchas veces. Luego nos reíamos. Éramos jóvenes e irreflexivos. Nos dejábamos llevar por nuestras ocurrencias. A menudo me sentía culpable por haber traicionado la confianza de Dumbledore. Me había admitido en Hogwarts cuando ningún otro director lo habría hecho,

-Y sigo manteniendo mi decisión de ese entonces, señor Lupin, es uno de los estudiantes más aplicados y responsables de su generación, hubiese sido una perdida tremenda para este colegio- Dumbledore lo dijo con esa extraña manera suya que todo suene suave pero firme, sin lugar a réplicas ni cuestionamientos.

y no se imaginaba que yo estuviera rompiendo las normas que había establecido para mi propia seguridad y la de otros. Nunca supo que por mi culpa tres de mis compañeros se convirtieron ilegalmente en animagos. Pero olvidaba mis remordimientos cada vez que nos sentábamos a planear la aventura del mes siguiente. Y no he cambiado... —Las facciones de Lupin se habían tensado y se le notaba en la voz que estaba disgustado consigo mismo—. Todo este curso he estado pensando si de­bería decirle a Dumbledore que Sirius es un animago.

-Creo que en el fondo todavía me resistía a creer que Sirius era culpable, no podía traicionarlo, simplemente no podía.

Pero no lo he hecho. ¿Por qué? Porque soy demasiado cobarde. Decírselo habría supuesto confesar que yo traicionaba su confianza mientras estaba en el colegio, habría supuesto admitir que arrastraba a otros conmigo... y la confianza de Dumbledore ha sido muy importante para mí.

-Tampoco han matado a nadie, solo quisieron ser buenos amigos, no deberías dejar que eso te persiga durante tantos años- tranquilizó Lily.

 Me dejó entrar en Hogwarts de niño y me ha dado un trabajo cuando durante toda mi vida adulta me han rehuido y he sido incapaz de encontrar un empleo remunerado debido a mi condición.

-¡Que injusticia! ¡Hablan de medio lobo y se olvidan que es medio humano! ¡Tiene el mismo derecho que todos a una vida digna y condiciones justas!- Hermione estaba indignada, con Harry y Kingsley habían trabajado durante años para lograr una igualdad en la sociedad mágica, pero esos prejuicios estúpidos estaban en las personas y eran extremadamente difíciles de quitar.

Y por eso supe que Sirius entraba en el colegio utilizando artes oscuras aprendidas de Voldemort y de que su condición de animago no tenía nada que ver...

-Demonios, no he usado magia oscura en toda mi vida- Remus sentía que la pared entre él y Sirius se volvía más sólida, la lectura estaba siendo muy complicada para ellos.  

Así que, de alguna manera, Snape tenía razón en lo que decía de mí.

—¿Snape? —dijo Black bruscamente, apartando los ojos de Scabbers por primera vez desde hacía varios minutos, y mirando a Lupin—. ¿Qué pinta Snape?

Marlene rodó los ojos. Típico de Sirius, va a prisión, lo acusan de asesino, le rompe la pierna a un crío de trece años pero se preocupa por Snape.

—Está aquí, Sirius —dijo Lupin con disgusto—. También da clases en Hogwarts. —Miró a Harry, a Ron y a Her­mione—. El profesor Snape era compañero nuestro. —Se volvió otra vez hacia Black—: Ha intentado por todos los medios impedir que me dieran el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. Le ha estado diciendo a Dumble­dore durante todo el curso que no soy de fiar. Tiene motivos... Sirius le gastó una broma que casi lo mató, una broma en la que me vi envuelto.

Snape, en la mesa de Slytherin, apretó los puños hasta que se pusieron blancos. Desearía que Black hubiese estado en esa casa, que el señor oscuro los hubiese matado a Potter, Black y su prole. Severus se sintió, por unos segundos, asqueado de si mismo, el odio lo carcomía con tal desesperación que había deseado la muerte a un recién nacido.

Uno con los bellos ojos de Lily.

—Le estuvo bien empleado. —Black se rió con una mueca—. Siempre husmeando, siempre queriendo saber lo que tramábamos... para ver si nos expulsaban.

-Sigue igual- cortó Sirius, sin siquiera mirarlo- pobre Quejicus, siempre lloriqueando, metiendo las narices donde no debe.

-Al menos yo no me desquicie en Azkaban, Black- Sirius se levantó de un salto, pero Hermione sacó la varita rápidamente.

-Quietos los dos o tendré que inmovilizarlos. Mantengan la compostura o me enfadaré mucho.

-Y nadie quiere ver a Hermione enojada- advirtió Ron.

—Severus estaba muy interesado por averiguar adónde iba yo cada mes —explicó Lupin a los tres jóvenes—. Estábamos en el mismo curso, ¿sabéis? Y no nos caíamos bien. En especial, le tenía inquina a James. Creo que era envidia por lo bien que se le daba el quidditch...

Snape soltó unas maldiciones por lo bajo, él no tenía envidia del imbécil de Potter. Sus ojos negros, vacios y tristes, vieron la mano de Potter que ahora descansaba en la baja espalda de Lily...Solo había una cosa que él envidiaba de Potter, una bellisima causa pelirroja, pero no tenía nada que ver con el estúpido quidditch.

 De todas formas, Snape me había visto atravesar los terrenos del colegio con la señora Pomfrey cierta tarde que me llevaba hacia el sauce boxeador para mi transformación. Sirius pensó que sería divertido contarle a Snape que para entrar detrás de mí bastaba con apretar el nudo del árbol con un palo largo. Bueno, Snape, como es lógico, lo hizo.

-No es mi culpa si el entrometido cae como chorlito- Canuto recibió miradas de reproche de McGonagall, Lily y Hermione.

-Es irresponsable y muy peligroso, además de estúpido.

Si hubiera llegado hasta aquí, se habría encontrado con un licántropo completamente transformado. Pero tu padre, que había oído a Sirius, fue tras Snape y lo obligó a volver, arriesgando su propia vida, aunque Snape me entrevió al final del túnel. Dumbledore le prohibió contárselo a nadie, pero desde aquel momento supo lo que yo era...

-Nunca entendí porque ayudaste a Snape, se que era una broma un poco- Lily tosió- bueno, muy pesada, pero ¿Por qué ayudaste a Snape?- James se encogió de hombros.

-Lily no sería feliz si un hombre lobo matara a Quejicus, además Remus nunca se lo hubiese perdonado.

—Entonces, por eso lo odia Snape —dijo Harry—. ¿Pensó que estaba usted metido en la broma?

—Exactamente —admitió una voz fría y burlona que provenía de la pared, a espaldas de Lupin.

Severus Snape se desprendió de la capa invisible y apuntó a Lupin con la varita.

-Harry James Potter Evans- James se tronó el cuello- ¿HAS DEJADO QUE QUEJICUS USE MI CAPA? LA CAPA DE MI PADRE Y DEL PADRE DE SU PADRE ¡EN MANOS DE SNAPE! ¿EN QUÉ PENSABAS? ESTAS CASTIGADO HASTA EL AÑO 2000.

-Técnicamente somos de...- Harry se calló a si mismo, su padre parecía realmente furioso.

-¡No sabes nada de esa capa! ¡Siglos en nuestra familia! Sigues teniéndola por pura suerte, la dejas en manos de cualquiera...¡Peor! ¡En manos de Quejicus!

-¿De todo este capítulo es lo único por lo que te enfadas?- reclamó Dorcas sorprendida. -En serio, tienes algo mal con sus prioridades.

-Ey, esa es mi línea- cortó Ron indignado.

-Ya terminó el capítulo- anunció Draco- Y no pienso leer más sobre el cucho, el ciervo y lo que sea que usted sea- El libro llegó junto a Lupin- lea usted.

-Creo que será lo mejor- suspiró, antes de abrir el libro en el siguiente capitulo...