Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen
a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una
manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a
ella.
Harry Potter y el Prisionero de Azkaban
Capitulo XVI: "La Predicción de la profesora Trelawney
-Denme eso es hora de un capítulo feliz- Canuto dudó agarrar
el libro- ¿Creen que lo estúpido se pegue?
-Sirius, la estupidez es como la varicela una vez y no se
repite- inclinó la cabeza y arrugó el ceño.
-¿Cuándo he sido estúpido?- Marlene suspiró.
-Todos los días de los últimos siete años, más o menos.
-¡Ey!- Sirius y Canuto la miraron ofendidos.
-Eso no iba para ti- Sirius sonrió de lado.
-Estas cambiándome por mí mismo, ¿sabes las crisis
existenciales que eso me provoca, rubia?
Remus se pellizcó el puente de la nariz.
-Ve a terapia. Ahora, lee o te quito el libro.
Rodó los ojos grises pero se centró en el libro frente a él.
-El capítulo se llama La predicción de la profesora
Trelawney, ¿qué pasa con la loca ahora?
-Si comienzas a leer nos enteraremos.
La euforia por haber
ganado la copa de quidditch le duró a Harry al menos una semana. Incluso el
clima pareció celebrarlo. A medida que se aproximaba junio, los días se
volvieron menos nublados y más calurosos, y lo que a todo el mundo le apetecía
era pasear por los terrenos del colegio y dejarse caer en la hierba, con
grandes cantidades de zumo de calabaza bien frío, o tal vez jugando una partida
improvisada de gobstones, o viendo los fantásticos movimientos del calamar
gigante por la superficie del lago.
Todos sonrieron, casi transportados a esa época deliciosa
del año, en su tiempo, faltaba al menos un par de meses para ese clima y la
final de Quidditch.
-Será extraño estar tirada debajo de un árbol sin ti
diciendo "Sal conmigo Evans" una y otra y otra vez- comentó Lily,
James se encogió de hombros.
-Seguiré molestándote para que me prestes atención.
-Cariño, agradece que realmente me gustas- suspiró.
Pero no podían hacerlo.
Los exámenes se echaban encima y, en lugar de holgazanear, los estudiantes
tenían que permanecer dentro del castillo haciendo enormes esfuerzos por
concentrarse mientras por las ventanas entraban tentadoras ráfagas de aire
estival. Incluso se había visto trabajar a Fred y a George Weasley; estaban a
punto de obtener el TIMO (Título Indispensable de Magia Ordinaria).
Fred y George rieron. Mientras sus padres los miraban
confusos.
-¿Por qué siento que hicieron una tontería?- Arthur hizo una
mueca.
-Dependiendo de si consideras faltar a los examenes una
tontería.
-¿QUÉ USTEDES QUÉ?- Molly estaba hiperventilando.
-Tranquila mamá, nos ha ido bien en la vida, al vivo al
menos- Fred señaló con la cabeza a su gemelo. George lo miró herido.
-No digas esas cosas, no es gracioso.
-No me digas que te has ablandado Georgie.
-Vuelve a bromear con eso y te romperé la nariz.
Fred se llevó la mano a la nariz y lo miró feo.
-En la cara no.
-¿Cómo es que no han rendido los TIMO?- preguntó McGonagall-
Son muy inteligentes, es un verdadero desperdicio de talento.
-Hemos ido a rendir Transformaciones, querida Minnie, le
tenemos el respeto necesario para no dejarla esperando nuestra presencia.
Percy se preparaba para el ÉXTASIS (EXámenes
Terribles de Alta Sabiduría e Invocaciones Secretas), la titulación más alta
que ofrecía Hogwarts. Como Percy quería entrar en el Ministerio de Magia,
necesitaba las máximas puntuaciones.
-Funcionó- sonrió levemente, la ambición, si bien ahora le
daba una buena vida a él y su familia, también le había hecho cometer muchos
errores y le costaba sentirse orgulloso de muchas cosas.
Se ponía cada vez más nervioso y castigaba muy
severamente a cualquiera que interrumpiera por las tardes el silencio de la sala
común. De hecho, la única persona que parecía estar más nerviosa que Percy era
Hermione.
Hermione hizo una mueca al recordar esos momentos, le subía
el estrés de solo acordarse.
Harry y Ron habían
dejado de preguntarle cómo se las apañaba para acudir a la vez a varias clases,
pero no pudieron contenerse cuando vieron el calendario de exámenes que tenía.
La primera columna indicaba:
LUNES
9 en punto:
Aritmancia
9 en punto:
Transformaciones
Comida
1 en punto:
Encantamientos
1 en punto: Runas
Antiguas
Todas las miradas curiosas se posaron en la castaña.
-¿Como hacías eso? Nunca me ha quedado claro- cuestionó
Seamus.
-Sería muy complicado, ya lo explicará el libro.
-Una situación que da vueltas ¿no, Hermione?- preguntó Lily
perspicaz.
-Muchas.
—¿Hermione? —dijo Ron
con cautela, porque aquellos días saltaba fácilmente cuando la interrumpían—.
Eeeh... ¿estás segura de que has copiado bien el calendario de exámenes?
—¿Qué? —dijo Hermione
bruscamente, cogiendo el calendario y observándolo—. Claro que lo he copiado bien.
—¿Serviría de algo
preguntarte cómo vas a hacer dos exámenes a la vez? —le dijo Harry.
—No —respondió
Hermione lacónicamente—. ¿Habéis visto mi ejemplar de Numerología y gramática?
—Sí, lo cogí para
leer en la cama —dijo Ron en voz muy baja.
Soltaron algunas risitas.
-Admitelo, te he ido quitando esa triste alergia a los
libros que tenías- Ron suspiró.
-Yo no tengo alergia a los libros, no me gustan los de
estudiar- la castaña negó con la cabeza, Ron era tan opuesto a ella que parecía
imposible que pudiese gustarle tanto. Eran blanco y negro, todo lo que ella
adoraba Ronald lo consideraba aburrido, lo que más le gustaba era, quizás, que
a pesar de aburrirse de muerte él intentaba ponerle el mismo entusiasmo que a
las cosas que le gustaban solo por hacerla sentir bien. Ron había leído sus
novelas favoritas y ella había ido a gritar con él a los partidos de los
Chudley Cannons, no entendían las pasiones del otro, pero se amaban lo
suficiente como para acoplarse.
Hermione empezó a revolver
entre montañas de pergaminos en busca del libro. Entonces se oyó un leve roce
en la ventana. Hedwig entró aleteando, con un sobre fuertemente atenazado en el
pico.
—Es de Hagrid —dijo
Harry, abriendo el sobre—. La apelación de Buckbeak se ha fijado para el día 6.
—Es el día que
terminamos los exámenes —observó Hermione, que seguía buscando el libro de
Aritmancia.
—Y tendrá lugar aquí.
Vendrá alguien del Ministerio de Magia y un verdugo.
Hermione levantó la
vista, sobresaltada.
—¡Traen a un verdugo
a la sesión de apelación! Es como si ya estuviera decidido.
-¿Cuándo el ministerio ha sido justo?- bufó Sirius, cuando
la expresión se volvía seria, las arrugas y las ojeras de los años en prisión
parecían marcarse más.
—Sí, eso parece —dijo
Harry pensativo.
—¡No pueden hacerlo!
—gritó Ron—. ¡He pasado años leyendo cosas para su defensa! ¡No pueden pasarlo
todo por alto!
Pero Harry tenía la
horrible sensación de que la Comisión para las Criaturas Peligrosas había
tomado ya su decisión, presionada por el señor Malfoy. Draco, que había estado
notablemente apagado desde el triunfo de Gryffindor en la final de quidditch,
había recuperado parte de su anterior petulancia.
Los ojos de Sirius y Draco, grises como la plata gracias a
la herencia Black, se cruzaron. La primer mirada con desprecio y la segunda con
vergüenza.
Por los comentarios
socarrones que entreoía Harry, Malfoy estaba seguro de que matarían a Buckbeak,
y parecía encantado de ser el causante. Lo único que podía hacer Harry era
contenerse para no imitar a Hermione cuando abofeteó a Malfoy. Y lo peor de
todo era que no tenían tiempo ni ocasión de visitar a Hagrid, porque las nuevas
y estrictas medidas de seguridad no se habían levantado, y Harry no se atrevía
a recoger la capa invisible del interior de la estatua de la bruja.
-¿Tú la dejaste ahí?-
James lo miró enojado- HARRY POTTER QUE CLASE DE MERODEADOR ERES- Harry se
encogió de hombros.
-Uno que entro a la cámara de los secretos, apuñalo un
basilisco, vio nacer a un dragón ilegal y se quedó con la chica más bonita de
Hogwarts- señaló a Ginny con la cabeza.
-Cuando el alumno supera al maestro- murmuró Canuto.
Comenzó la semana de
exámenes y el castillo se sumió en un inusitado silencio. Los alumnos de
tercero salieron del examen de Transformaciones el lunes a la hora de la
comida, agotados y lívidos, comparando lo que habían hecho y quejándose de la
dificultad de los ejercicios, consistentes en transformar una tetera en
tortuga. Hermione irritó a todos porque juraba que su tortuga era mucho más
galápago, cosa que a los demás les traía sin cuidado.
La castaña puso los ojos en blanco, tenía que reconocer que
había cosas que no tenían importancia, para los demás al menos.
—La mía tenía un
pitorro en vez de cola. ¡Qué pesadilla...!
—¿Las tortugas echan
vapor por la boca?
—La mía seguía teniendo
un sauce dibujado en el caparazón. ¿Creéis que me quitarán puntos?
-¿Cómo le dibujas un sauce a una tortuga en el caparazón?-
Alice alzó las cejas sorprendida- que le den más puntos al niño.
Después de una comida
apresurada, la clase volvió a subir para el examen de Encantamientos. Hermione
había tenido razón: el profesor Flitwick puso en el examen los encantamientos
estimulantes. Harry, por los nervios, exageró un poco el suyo, y Ron, que era
su pareja en el ejercicio, se echó a reír como un histérico.
-Lo siento- Ron le quitó importancia.
-Él siempre actúa como un histérico- se mofó Ginny.
Tuvieron que
llevárselo a un aula vacía y dejarlo allí una hora, hasta que estuvo en condiciones
de llevar a cabo el encantamiento. Después de cenar; los alumnos se fueron
inmediatamente a sus respectivas salas comunes, pero no a relajarse, sino a
repasar Cuidado de Criaturas Mágicas, Pociones y Astronomía.
-Esto me está aburriendo, pensé que iba a leer un capítulo
interesante no una lista de exámenes- Canuto hizo un mohín. Lunático suspiró y
tomó el libro. -Pero me lo devuelves si pasa algo interesante.
Hagrid presidió el
examen de Cuidado de Criaturas Mágicas, que se celebró la mañana siguiente,
con un aire ciertamente preocupado. Parecía tener la cabeza en otra parte.
Había llevado un gran cubo de gusarajos al aula, y les dijo que para aprobar
tenían que conservar el gusarajo vivo durante una hora. Como los gusarajos
vivían mejor si se los dejaba en paz, resultó el examen más sencillo que habían
tenido nunca, y además concedió a Harry, a Ron y a Hermione muchas
oportunidades de hablar con Hagrid.
Minerva arrugó los labios, estar deprimido no era motivo
para que los alumnos no cumplieran con su temario.
—Buckbeak está algo
deprimido —les dijo Hagrid inclinándose un poco, haciendo como que comprobaba
que el gusarajo de Harry seguía vivo—. Ha estado encerrado demasiado tiempo.
Pero... en cualquier caso, pasado mañana lo sabremos.
Aquella tarde
tuvieron el examen de Pociones: un absoluto desastre. Por más que lo intentó,
Harry no consiguió que espesara su «receta para confundir», y Snape, vigilándolo
con aire de vengativo placer, garabateó en el espacio de la nota, antes de
alejarse, algo que parecía un cero.
James y Lily soltaron el aire con un bufido, Lily con
resignación y tristeza...James contando del uno al diez para no hechizar a
Snivellus.
-Oye cornamenta, recuérdame ¿por qué sigue vivo el bicho?-
James hizo una mueca.
-Salvo al cachorro en una ocasión.
A media noche,
arriba, en la torre más alta, tuvieron el de Astronomía; el miércoles por la
mañana el de Historia de la Magia, en el que Harry escribió todo lo que Florean
Fortescue le había contado acerca de la persecución de las brujas en la Edad
Media, y hubiera dado cualquier cosa por poderse tomar además en aquella aula
sofocante uno de sus helados de nueces y chocolate. El miércoles por la tarde
tenían el examen de Herbología, en los invernaderos, bajo un sol abrasador.
Luego volvieron a la sala común, con la nuca quemada por el sol y deseosos de
encontrarse al día siguiente a aquella misma hora, cuando todo hubiera
finalizado.
El ánimo en el comedor había caído notablemente, el ambiente
de exámenes, estrés y cansancio habían quitado todo el júbilo que había dejado
la final de Quidditch y se había sumido en un aire de aburrimiento.
El penúltimo examen,
la mañana del jueves, fue el de Defensa Contra las Artes Oscuras. El profesor
Lupin
-¡Al fin se pone interesante!- festejó James.
había preparado el
examen más raro que habían tenido hasta la fecha. Una especie de carrera de
obstáculos fuera, al sol, en la que tenían que vadear un profundo estanque de
juegos que contenía un grindylow; atravesar una serie de agujeros llenos de
gorros rojos; chapotear por entre ciénagas sin prestar oídos a las engañosas
indicaciones de un hinkypunk; y meterse dentro del tronco de un árbol para
enfrentarse con otro boggart.
-¡Asombroso!- aplaudió George- ¡Lo mejor que se ha visto!
-¡El mejor profesor que Hogwarts ha tenido!- sumó Fred.
Todos los visitantes aplaudieron a un sonrojado Remus, que agachaba la cabeza
orgulloso.
—Estupendo, Harry
—susurró Lupin, cuando el joven bajó sonriente del tronco—. Nota máxima.
Lily miró orgullosa a Harry, sabía que quizás Harry no fuera
el mejor estudiante pero daba lo mejor de sí y que Remus no le había ni un solo
punto no merecido.
Sonrojado por el
éxito, Harry se quedó para ver a Ron y a Hermione. Ron lo hizo muy bien hasta
llegar al hinkypunk, que logró confundirlo y que se hundiese en la ciénaga
hasta la cintura. Hermione lo hizo perfectamente hasta llegar al árbol del
boggart. Después de pasar un minuto dentro del tronco, salió gritando.
-Agh, no sirvo bajo presión, sobre todo cuando tiene que ver
con las emociones. El Ridikulus y el Patronus siempre me han costado horrores-
se lamentó.
—¡Hermione! —dijo
Lupin sobresaltado—. ¿Qué ocurre?
—La pro... profesora
McGonagall —dijo Hermione con voz entrecortada, señalando al interior del
tronco—. Me... ¡me ha dicho que me han suspendido en todo!
Costó un rato
tranquilizar a Hermione. Cuando por fin se recuperó, ella, Harry y Ron
volvieron al castillo. Ron seguía riéndose del boggart de Hermione.
Ron abrazó con fuerza a Hermione, aquel boggart ñoño y
vergonzoso, había dado paso a un boggart que los hería profundamente a él y a
Hermione, el boggart cobraba su forma justo en el momento en que la abandonó
durante la búsqueda, el peor miedo de Hermione era la traición y la deslealtad.
Pero cuando estaban a
punto de reñir, vieron algo al final de las escaleras. Cornelius Fudge, sudando
bajo su capa de rayas, contemplaba desde arriba los terrenos del colegio. Se
sobresaltó al ver a Harry.
—¡Hola, Harry!
—dijo—. ¿Vienes de un examen? ¿Te falta poco para acabar?
—Sí —dijo Harry.
Hermione y Ron, como no tenían trato con el ministro de Magia, se quedaron un
poco apartados.
-No les duró mucho el respeto al cargo- se rió Neville.
—Estupendo día —dijo
Fudge, contemplando el lago—. Es una pena..., es una pena... —suspiró
ampliamente y miró a Harry—. Me trae un asunto desagradable, Harry, La Comisión
para las Criaturas Peligrosas solicitó que un testigo presenciase la ejecución
de un hipogrifo furioso. Como tenía que visitar Hogwarts por lo de Black, me
pidieron que entrara.
—¿Significa eso que
la revisión del caso ya ha tenido lugar? —interrumpió Ron, dando un paso
adelante.
—No, no. Está fijada
para la tarde —dijo Fudge, mirando a Ron con curiosidad.
—¡Entonces quizá no
tenga que presenciar ninguna ejecución! —dijo Ron resueltamente—. ¡El hipogrifo
podría ser absuelto!
Arthur y Molly sintieron orgullo, su pequeño niño sabía más
de justicia que muchos adultos que le triplicaban la edad.
-¿El perrito muere?- Marlene miró a Tonks desconcertada.
-Es un caballo con cabeza de águila ¿por qué lo llamas
perrito?- la niña se encogió de hombros.
-Es como tío Sirius- Canuto la miró algo alarmado.
-¿Por qué yo?
-Porque eres bueno y bonito, pero metes la pata muy a menudo-
Marlene y Lily rieron a carcajadas, mientras Remus le sonreía a una pequeña
metamorfomaga que se sonrojaba hasta el cabello.
-Basta Lunático, vuelve a sonreírle y tu pequeña fan se nos
cae desmallada.
-Canuto, es una niña- se defendió el ojimiel. Ginny soltó
una risita que Hermione calló de un codazo. No era el momento.
Antes de que Fudge pudiera
responder; dos magos entraron por las puertas del castillo que había a su
espalda. Uno era tan anciano que parecía descomponerse ante sus ojos; el otro
era alto y fornido, y tenía un fino bigote de color negro. Harry entendió que
eran representantes de la Comisión para las Criaturas Peligrosas, porque el
anciano miró de soslayo hacia la cabaña de Hagrid y dijo con voz débil:
—Santo Dios, me estoy
haciendo viejo para esto. A las dos en punto, ¿no, Fudge?
El hombre del bigote
negro toqueteaba algo que llevaba al cinto; Harry advirtió que pasaba el ancho
pulgar por el filo de un hacha. Ron abrió la boca para decir algo, pero
Hermione le dio con el codo en las costillas y señaló el vestíbulo con la
cabeza.
—¿Por qué no me has
dejado? —dijo enfadado Ron, entrando en el Gran Comedor para almorzar—. ¿Los
has visto? ¡Hasta llevan un hacha! ¡Eso no es justicia!
Fabian maldijo.
-¿Cómo le explicas a un niño que la justicia no existe y que
quienes deben impartirla son aún más corruptos que los propios criminales?
—Ron, tu padre
trabaja en el Ministerio. No puedes ir diciéndole esas cosas a su jefe
—respondió Hermione, aunque también ella parecía muy molesta—. Si Hagrid
conserva esta vez la cabeza y argumenta adecuadamente su defensa, es posible
que no ejecuten a Buckbeak...
Pero a Harry le
parecía que Hermione no creía en realidad lo que decía. A su alrededor, todos
hablaban animados, saboreando por adelantado el final de los exámenes, que
tendría lugar aquella tarde, pero Harry; Ron y Hermione, preocupados por
Hagrid y Buckbeak, permanecieron al margen.
-No es para menos- Hagrid ya comenzaba a llorar de nuevo.
-¡Qué no se muere, hombre! ¡ten compostura!- recordó Minerva
exasperada.
El último examen de
Harry y Ron era de Adivinación. El último de Hermione, Estudios Muggles.
Subieron juntos la escalera de mármol. Hermione los dejó en el primer piso, y
Harry y Ron continuaron hasta el séptimo, donde muchos de su clase estaban
sentados en la escalera de caracol que conducía al aula de la profesora
Trelawney, repasando en el último minuto.
—Nos va a examinar
por separado —les informó Neville, cuando se sentaron a su lado. Tenía Disipar
las nieblas del futuro abierto sobre los muslos, por las páginas dedicadas a la
bola de cristal—. ¿Alguno ha visto algo alguna vez en la bola de cristal?
—preguntó desanimado.
—Nanay —dijo Ron.
-Inventen algo, es lo que yo hice en tercer año- James y
Sirius miraron gratamente sorprendidos a Lily- ¿Qué? Esa materia ni siquiera
sirve para algo.
Miraba el reloj de
vez en cuando. Harry se dio cuenta de que calculaba lo que faltaba para el
comienzo de la revisión del caso de Buckbeak.
La cola de personas
que había fuera del aula se reducía muy despacio. Cada vez que bajaba alguien
por la plateada escalera de mano, los demás le preguntaban entre susurros:
—¿Qué te ha
preguntado? ¿Qué tal te ha ido?
Pero nadie aclaraba
nada.
—¡Me ha dicho que,
según la bola de cristal, sufriré un accidente horrible si revelo algo! —chilló
Neville, bajando la escalera hacia Harry y Ron, que acababa de llegar al
rellano en ese momento.
Neville se quejó de su propia ingenuidad.
—Es muy lista
—refunfuñó Ron—. Empiezo a pensar que Hermione tenía razón —dijo señalando la trampilla con el dedo—:
es una impostora.
-Sigo sin entender porque esa mujer ocupa el cargo- se quejó
Minerva.
-No lo sé, su abuela era una gran amiga mía, pero hay alguna
razón en algún momento durante esos años que me hizo conservar a Trelawney en
el castillo- Dumbledore estaba analizando las posibilidades y ya tenía una idea
de por donde iría la situación.
—Sí—dijo Harry,
mirando su reloj. Eran las dos—. Ojalá se dé prisa.
Parvati bajó la
escalera rebosante de orgullo.
—Me ha dicho que
tengo todas las características de una verdadera vidente —dijo a Ron y a
Harry—. He visto muchísimas cosas... Bueno, que os vaya bien.
-Estúpida Parvati- Ginny frunció el ceño- Le hizo falta una
guerra para despertar sus neuronas.
Bajó aprisa por la
escalera de caracol, hasta llegar junto a Lavender.
—Ronald Weasley
—anunció desde arriba la voz conocida y susurrante. Ron hizo un guiño a Harry y
subió por la escalera de plata.
Harry era el único
que quedaba por examinarse. Se sentó en el suelo, con la espalda contra la
pared, escuchando una mosca que zumbaba en la ventana soleada. Su mente estaba
con Hagrid, al otro lado de los terrenos del colegio.
El semi gigante miró con cariño al trío, sin duda ellos y
Dumbledore eran las únicas personas que creían en él incondicionalmente.
Por fin, después de
unos veinte minutos, los pies grandes de Ron volvieron a aparecer en la
escalera.
—¿Qué tal? —le
preguntó Harry, levantándose.
—Una porquería —dijo
Ron—. No conseguía ver nada, así que me inventé algunas cosas. Pero no creo que
la haya convencido...
—Nos veremos en la
sala común —musitó Harry cuando la voz de la profesora Trelawney anunció:
—¡Harry Potter!
En la sala de la
torre hacia más calor que nunca. Las cortinas estaban echadas, el fuego
encendido, y el habitual olor mareante hizo toser a Harry mientras avanzaba
entre las sillas y las mesas hasta el lugar en que la profesora Trelawney lo
aguardaba sentada ante una bola grande de cristal.
-Empecemos con el teatro-Bill se frotó las manos.
—Buenos días, Harry
—dijo suavemente—. Si tuvieras la amabilidad de mirar la bola... Tómate tu
tiempo, y luego dime lo que ves dentro de ella...
Harry se inclinó
sobre la bola de cristal y miró concentrándose con todas sus fuerzas, buscando
algo más que la niebla blanca que se arremolinaba dentro, pero sin encontrarlo.
—¿Y bien? —le
preguntó la profesora Trelawney con delicadeza—. ¿Qué ves?
El calor y el humo
aromático que salía del fuego que había a su lado resultaban asfixiantes. Pensó
en lo que Ron le había dicho y decidió fingir.
—Eeh... —dijo Harry—.
Una forma oscura...
—¿A qué se parece?
—susurró la profesora Trelawney—. Piensa...
La mente de Harry
echó a volar y aterrizó en Buckbeak.
—Un hipogrifo —dijo
con firmeza.
—¿De verdad? —susurró
la profesora Trelawney, escribiendo deprisa y con entusiasmo en el pergamino
que tenía en las rodillas—. Muchacho, bien podrías estar contemplando la
solución del problema de Hagrid con el Ministerio de Magia. Mira más
detenidamente... El hipogrifo ¿tiene cabeza?
Canuto no puedo evitar soltar una risotada.
-Vamos, eso no podría ser de un humor más negro, le pregunta
a un niño desesperado si ve al sentenciado a muerte con cabeza. La que ha
perdido la cabeza es ella.
—Sí —dijo Harry con
seguridad.
—¿Estás seguro?
—insistió la profesora Trelawney—. ¿Totalmente seguro, Harry? ¿No lo ves tal
vez retorciéndose en el suelo y con la oscura imagen de un hombre con un hacha
detrás?
-¿Pretende obtener una profecía o una escena del exorcista?-
murmuró Dorcas.
—No —dijo Harry,
comenzando a sentir náuseas.
—¿No hay sangre? ¿No
está Hagrid llorando?
—¡No! —contestó Harry,
con crecientes deseos de abandonar la sala y aquel calor—. Parece que está
bien. Está volando...
La profesora
Trelawney suspiró.
—Bien, querido. Me
parece que lo dejaremos aquí... Un poco decepcionante, pero estoy segura de que
has hecho todo lo que has podido.
-¿Es decepcionante que no vea una masacre? ¿Qué clase de
sociópata es esa mujer?- se quejó Lily.
Aliviado, Harry se
levantó, cogió la mochila y se dio la vuelta para salir. Pero entonces oyó
detrás de él una voz potente y áspera:
—Sucederá esta noche.
Harry dio media
vuelta. La profesora Trelawney estaba rígida en su sillón. Tenía la vista
perdida y la boca abierta.
—¿Cómo dice?
—preguntó Harry.
Dumbledore se enderezó en su asiento, las cosas se ponían
más complejas.
Pero la profesora
Trelawney no parecía oírle. Sus pupilas comenzaron a moverse. Harry estaba
asustado. La profesora parecía a punto de sufrir un ataque. El muchacho no
sabía si salir corriendo hacia la enfermería. Y entonces la profesora Trelawney
volvió a hablar con la misma voz áspera, muy diferente a la suya:
-¿Esta...en transe?- Marlene abrió los ojos sorprendida-
¿Entonces no es una estafadora? ¿Estan bromeando?
—El Señor de las
Tinieblas está solo y sin amigos, abandonado por sus seguidores.
Todos se estremecieron, no estaban preparados para un salto
tan abrupto, la trama se había oscurecido con la rapidez de una bofetada.
Su vasallo ha estado
encadenado doce años. Hoy, antes de la medianoche, el vasallo se liberará e irá
a reunirse con su amo. El Señor de las Tinieblas se alzará de nuevo, con la
ayuda de su vasallo, más grande y más terrible que nunca. Hoy... antes de la
medianoche... el vasallo... irá... a reunirse... con su amo...
Los presentes se miraron entre ellos alterados, justo antes
de dirigir sus miradas de miedo hacia Sirius.
-No se atrevan a juzgarlo antes de saber la realidad- gritó
Harry con voz dura, sin lugar a réplicas. Él sabía, lo había creído, que las pruebas
inculpaban a su padrino casi sin posibilidades a otras opciones, pero debían
esperar a saber la verdad de todo. Sirius apretó los puños hasta que sus
nudillos se pusieron blancos.
Su cabeza cayó hacia
delante, sobre el pecho. La profesora Trelawney emitió un gruñido. Luego,
repentinamente, volvió a levantar la cabeza.
—Lo siento mucho,
chico —añadió con voz soñolienta—. El calor del día, ¿sabes...? Me he quedado
traspuesta.
Harry se quedó allí
un momento, mirándola.
—¿Pasa algo, Harry?
—Usted... acaba de
decirme que... el Señor de las Tinieblas volverá a alzarse, que su vasallo va a
regresar con él...
La profesora
Trelawney se sobresaltó.
—¿El Señor de las
Tinieblas? ¿El que no debe nombrarse? Querido muchacho, no se puede bromear con
ese tema... Alzarse de nuevo, Dios mío...
—¡Pero usted acaba de
decirlo! Usted ha dicho que el Señor de las Tinieblas...
-No lo recuerda- Lily abrió la boca ligeramente, aquello era
una profecía oscura, ella no la recordaba y el único testigo era un niño de
trece años sobrellenado de información siniestra. Le preocupaba la salud mental
de Harry más que el significado de la profecía en sí.
—Creo que tú también
te has quedado dormido —repuso la profesora Trelawney—. Desde luego, nunca
predeciría algo así.
Harry bajó la escalera
de mano y la de caracol, haciéndose preguntas... ¿Acababa de oír a la profesora
Trelawney haciendo una verdadera predicción? ¿O había querido acabar el examen
con un final impresionante?
-Es el cuento del pastorcito- se lamentó Mary- miente tanto
que cuando dice la verdad nadie la toma en serio.
Cinco minutos más
tarde pasaba aprisa por entre los troles de seguridad que estaban a la puerta
de la torre de Gryffindor. Las palabras de la profesora Trelawney resonaban
aún en su cabeza. Se cruzó con muchos que caminaban a zancadas, riendo y
bromeando, dirigiéndose hacia los terrenos del colegio y hacia una libertad
largamente deseada. Cuando llegó al retrato y entró en la sala común, estaba
casi desierta. En un rincón, sin embargo, estaban sentados Ron y Hermione.
—La profesora
Trelawney me acaba de decir...
Pero se detuvo al
fijarse en sus caras.
—Buckbeak ha perdido
—dijo Ron con voz débil—. Hagrid acaba de enviar esto.
La nota de Hagrid
estaba seca esta vez: no había lágrimas en ella. Pero su mano parecía haber
temblado tanto al escribirla que apenas resultaba legible.
-No entiendo, una fraude hace una predicción sobre el fin
del mundo, un asesino que es inocente y un hipogrifo muerto que me dicen que no
le ocurrió nada ¿Qué demonios sucedió en medio?- preguntó confundido Fabian.
-Es que no debemos decirlo, si no todo esto no tendrá
sentido- cortó Hermione, antes de Harry y Ron pudiesen abrir la boca.
Apelación perdida. La
ejecución será a la puesta del sol. No se puede hacer nada. No vengáis. No
quiero que lo veáis.
Hagrid
—Tenemos que ir —dijo
Harry de inmediato—. ¡No puede estar allí solo, esperando al verdugo!
—Pero es a la puesta
del sol —dijo Ron, mirando por la ventana con los ojos empañados—. No nos
dejarán salir, y menos a ti, Harry...
Harry se tapó la
cabeza con las manos, pensando.
—Si al menos
tuviéramos la capa invisible...
—¿Dónde está? —dijo
Hermione.
Harry le explicó que
la había dejado en el pasadizo, debajo de la estatua de la bruja tuerta.
—... Si Snape me
vuelve a ver por allí, me veré en un serio aprieto —concluyó.
—Eso es verdad —dijo
Hermione, poniéndose en pie—. Si te ve... ¿Cómo se abre la joroba de la bruja?
-Ni se te ocurra
revelar el secreto, Remus Lupin- amenazó James.
Remus puso los ojos
en blanco.
—Se le dan unos
golpecitos y se dice «¡Dissendio!» —explicó Harry—. Pero...
Hermione no aguardó a
que terminara la frase; atravesó la sala con decisión, abrió el retrato y se
perdió de vista.
-No me digas que vas a hacer lo que creo que harás- Bill
observó a Hermione sorprendido.
-No duré tantos años con estos dos sin romper las reglas-
concluyó la castaña, intentando esconder una sonrisa.
—¿Habrá ido a
cogerla? —dijo Ron, mirando el punto por donde había desaparecido la muchacha.
A eso había ido.
Hermione regresó al cuarto de hora, con la capa plateada cuidadosamente doblada
y escondida bajo la túnica.
—¡Hermione, no sé qué
te pasa últimamente! —dijo Ron, sorprendido—. Primero le pegas a Malfoy, luego
te vas de la clase de la profesora Trelawney...
Hermione se sintió
halagada.
-Favoritismo puro- se mofó Harry- si yo te hubiese dicho eso
me hubieses regañado, pero como te lo dijo tu Ronnie...- Hermione se sonrojó y
ni siquiera se esforzó en negarlo.
· · ·
Bajaron a cenar con
los demás, pero no regresaron luego a la torre de Gryffindor. Harry llevaba
escondida la capa en la parte delantera de la túnica. Tenía que llevar los
brazos cruzados para que no se viera el bulto. Esperaron en una habitación
contigua al vestíbulo hasta asegurarse de que éste estuviese completamente
vacío. Oyeron a los dos últimos que pasaban aprisa y cerraban dando un portazo.
Hermione asomó la cabeza por la puerta.
—Vale —susurró—. No
hay nadie. Podemos taparnos con la capa.
-Es curioso cómo puedes ser tan estricta y tan merodeadora
al mismo tiempo- Canuto sonrió- te pareces a Lunático, él se las da de prefecto
perfecto pero siempre termina hundido hasta el cuello con nosotros.
Caminando muy juntos,
de puntillas y bajo la capa, para que nadie los viera, bajaron la escalera y
salieron. El sol se hundía ya en el bosque prohibido, dorando las ramas más
altas de los árboles.
Llegaron a la cabaña
y llamaron a la puerta. Hagrid tardó en contestar; cuando por fin lo hizo, miró
a su alrededor; pálido y tembloroso, en busca de la persona que había llamado.
—Somos nosotros
—susurró Harry—. Llevamos la capa invisible. Si nos dejas pasar; nos la
quitaremos.
—No deberíais haber venido
—dijo Hagrid, también susurrando.
-Al menos es consciente de eso- Minerva estaba furiosa con
el ministerio por semejante injusticia, con Trelawney por traumar de esa manera
a un niño y por las irresponsabilidades de Hagrid como profesor.
Pero se hizo a un
lado, y ellos entraron. Hagrid cerró la puerta rápidamente y Harry se
desprendió de la capa. Hagrid no lloró ni se arrojó al cuello de sus amigos. No
parecía saber dónde se encontraba ni qué hacer. Resultaba más trágico verlo así
que llorando.
—¿Queréis un té?
—invitó.
Sus manos enormes temblaban
al coger la tetera.
—¿Dónde está
Buckbeak, Hagrid? —preguntó Ron, vacilante.
—Lo... lo tengo en el
exterior —dijo Hagrid, derramando la leche por la mesa al llenar la jarra—.
Está atado en el huerto, junto a las calabazas. Pensé que debía ver los árboles
y oler el aire fresco antes de...
El Hagrid del gran comedor ya había empezado a soltar
sollozos, igual que algunos de primer año y Tonks.
A Hagrid le temblaba
tanto la mano que la jarra se le cayó y se hizo añicos.
—Yo lo haré, Hagrid
—dijo Hermione inmediatamente, apresurándose a limpiar el suelo.
—Hay otra en el
aparador —dijo Hagrid sentándose y limpiándose la frente con la manga. Harry
miró a Ron, que le devolvió una mirada de desesperanza.
—¿No hay nada que
hacer; Hagrid? —preguntó Harry sentándose a su lado—. Dumbledore...
—Lo ha intentado —respondió
Hagrid—. No puede hacer nada contra una sentencia de la Comisión. Les ha dicho
que Buckbeak es inofensivo, pero tienen miedo. Ya sabéis cómo es Lucius
Malfoy... Me imagino que los ha amenazado... Y el verdugo, Macnair, es un viejo
amigo suyo.
Lucius hizo un gesto de desprecio. A donde habían llegado
por culpa de Potter, la gloria de los más grandes apellidos resumidos a
prófugos y obreros.
Pero será rápido y limpio, y yo estaré a su
lado.
Hagrid tragó saliva.
Sus ojos recorrían la cabaña buscando algún retazo de esperanza.
—Dumbledore estará
presente. Me ha escrito esta mañana. Dice que quiere estar conmigo. Un gran
hombre, Dumbledore...
Hagrid miró con inmenso agradecimiento a Dumbledore, ese
hombre siempre había sido su más grande apoyo. La única persona, antes de
Harry, que había confiado ciegamente en él.
Hermione, que había
estado rebuscando en el aparador de Hagrid, dejó escapar un leve sollozo, que
reprimió rápidamente. Se incorporó con la jarra en las manos y esforzándose por
contener las lágrimas.
—Nosotros también
estaremos contigo, Hagrid —comenzó, pero Hagrid negó con la despeinada cabeza.
—Tenéis que volver al
castillo. Os he dicho que no quería que lo vierais. Y tampoco deberíais estar
aquí. Si Fudge y Dumbledore te pillan fueran sin permiso, Harry, te verás en un
aprieto.
-Al demonio con el gran aprieto, no podíamos dejarles solos
en esa situación.
Por el rostro de
Hermione corrían lágrimas silenciosas, pero disimuló ante Hagrid preparando el
té. Al coger la botella de leche para verter parte de ella en la jarra, dio un
grito.
—¡Ron! No... no puedo
creerlo. ¡Es Scabbers!
Ron la miró
boquiabierto.
—¿Qué dices?
Sirius y Remus se irguieron tensos en sus asientos, no
pretendían escuchar más de Pettigrew en ese momento.
Hermione acercó la
jarra a la mesa y la volcó. Con un gritito asustado y desesperado por volver a
meterse en el recipiente, Scabbers apareció correteando por la mesa.
—¡Scabbers! —exclamó
Ron desconcertado—. Scabbers, ¿qué haces aquí?
Cogió a la rata, que
forcejeaba por escapar; y la levantó para verla a la luz. Tenía un aspecto
horrible. Estaba más delgada que nunca. Se le había caído mucho pelo, dejándole
amplias lagunas, y se retorcía en las manos de Ron, desesperada por escapar.
Sirius se frotó las manos conforme, al menos la rata inmunda
lo estaba pasando mal. Cobarde traidor, bien merecido se lo tenía.
—No te preocupes,
Scabbers —dijo Ron—. No hay gatos. No hay nada que temer.
De pronto, Hagrid se
puso en pie, mirando la ventana fijamente. Su cara, habitualmente rubicunda,
se había puesto del color del pergamino.
—Ya vienen...
Harry, Ron y Hermione
se dieron rápidamente la vuelta. Un grupo de hombres bajaba por los lejanos
escalones de la puerta principal del castillo. Delante iba Albus Dumbledore. Su
barba plateada brillaba al sol del ocaso. A su lado iba Cornelius Fudge. Tras
ellos marchaban el viejo y débil miembro de la Comisión y el verdugo Macnair.
-Quién diría que el niño rico MacNair acabaría siendo un verdugo-
comentó Gideon.
-Siempre ha sido un maldito verdugo, solo cambió de especie-
bufó Fabian. MacNair siempre había sido un mortífago, siempre había sido un
asesino y un sádico, pero en cierta forma, lo reconfortaba verlo tan denigrado
y agachando la cabeza como jamás pensó hacerlo.
—Tenéis que iros
—dijo Hagrid. Le temblaba todo el cuerpo—. No deben veros aquí... Marchaos ya.
Ron se metió a
Scabbers en el bolsillo y Hermione cogió la capa.
—Salid por detrás.
Lo siguieron hacia la
puerta trasera que daba al huerto. Harry se sentía muy raro y aún más al ver a
Buckbeak a pocos metros, atado a un árbol, detrás de las calabazas. Buckbeak
parecía presentir algo. Volvió la cara afilada de un lado a otro y golpeó el
suelo con la zarpa, nervioso.
—No temas, Buckbeak
—dijo Hagrid con voz suave—. No temas. —Se volvió hacia los tres amigos—.
Venga, marchaos.
Pero no se movieron.
Tonks rompió a llorar.
-¿Por qué nadie más llora?- inquirió indignada- que ese
perrito no pueda hablar no significa que no sufra, si fuera él- señaló a Harry-
todos llorarían. Estúpidos discriminadores- Remus miró embelesado a la pequeña.
Ahí estaban los ideales que lo habían enamorado, tan pequeña y tan grande al
mismo tiempo.
-Sabes Remusin, estas pensando cosas ilegales- le murmuró
Sirius.
-No si lo pienso con su yo de veintitantos- corrigió. Sirius
hizo una mueca.
-Te acuestas con la sobrina de tu mejor amigo, debería de
ser ilegal, lobo robacunas.
-Estúpido. El perrito no se muere- se dirigió a Tonks- a
veces la gente se fija mucho en las razas Nymphadora.
-¿Entonces que nos diferencia del malo?- Y nadie supo que
responderle a esa niña. Y se sintieron repentinamente avergonzados.
—Hagrid, no
podemos... Les diremos lo que de verdad sucedió.
—No pueden matarlo...
—¡Marchaos! —ordenó
Hagrid con firmeza—. Ya es bastante horrible y sólo faltaría que además os
metierais en un lío.
No tenían opción.
Mientras Hermione echaba la capa sobre los otros dos, oyeron hablar al otro
lado de la cabaña. Hagrid miró hacia el punto por el que acababan de desaparecer.
—Marchaos, rápido
—dijo con acritud—. No escuchéis.
-Sería verdaderamente traumante para unos niños ver
semejante cosa- concordó Molly.
Y volvió a entrar en
la cabaña al mismo tiempo que alguien llamaba a la puerta de delante.
Lentamente, como en
trance, Harry, Ron y Hermione rodearon silenciosamente la casa. Al llegar al
otro lado, la puerta se cerró con un golpe seco.
—Vámonos aprisa, por
favor —susurró Hermione—. No puedo seguir aquí, no lo puedo soportar...
Empezaron a subir
hacia el castillo. El sol se apresuraba a ocultarse; el cielo se había vuelto
de un gris claro teñido de púrpura, pero en el oeste había destellos de rojo
rubí.
Ron se detuvo en
seco.
—Por favor; Ron
—comenzó Hermione.
-No la expongas a eso, no es justo para la niña- regañó
Gideon.
—Se trata de
Scabbers..., quiere salir.
Ron se inclinaba
intentando impedir que Scabbers se escapara, pero la rata estaba fuera de sí;
chillando como loca, se debatía y trataba de morder a Ron en la mano.
—Scabbers, tonta, soy
yo —susurró Ron.
-¿Qué demonios le sucede a la rata esa?- preguntó Marlene
confundida- está más histérica que yo con el período.
Oyeron abrirse una
puerta detrás de ellos y luego voces masculinas.
—¡Por favor; Ron,
vámonos, están a punto de hacerlo! —insistió Hermione.
—Vale, ¡quédate
quieta, Scabbers!
Siguieron caminando;
al igual que Hermione, Harry procuraba no oír el sordo rumor de las voces que
sonaban detrás de ellos. Ron volvió a detenerse.
—No la puedo
sujetar... Calla, Scabbers, o nos oirá todo el mundo.
Sirius apretó la mandíbula, se acercaban mucho al momento culmine
de ese libro y sería jodidamente duro afrontarlo de nuevo.
La rata chillaba como
loca, pero no lo bastante fuerte para eclipsar los sonidos que llegaban del
jardín de Hagrid. Las voces de hombre se mezclaban y se confundían. Hubo un
silencio y luego, sin previo aviso, el inconfundible silbido del hacha rasgando
el aire. Hermione se tambaleó.
—¡Ya está! —susurró a
Harry—. ¡No me lo puedo creer; lo han hecho!
-¡¿ES QUÉ NO ENTIENDES QUE NO MURIÓ?!- silenció McGonagall
fuera de quicio, cuando Hagrid rompía a llorar por décima vez en el capítulo.
-Han dicho que lo habían decapitado ¿cómo podría haber
sobrevivido a eso?- Harry se puso de pie para que Hagrid le prestara atención.
-Hay una explicación para todo, pero Buckbeak no murió, todo
tiene que ver con algo que...-Hermione lo miró de manera cautelosa- algo que se
revelará más adelante.
Todos se quedaron curiosos y preocupados por esa información
no revelada, había muchas cosas que entender aún.
Canuto dejó caer las manos sobre la mesa sobresaltando a
todos: -Suerte que te pedí el libro si pasaba algo interesante, Lunático-
ironizó.
-¿Por qué no lo recordaste hace cinco páginas?
Me encanta las reacciones de los personajes. Sigue por favor
ResponderEliminarNo!!! Sabés cuánto tiempo estuve esperando esto? Una eternidad y por fin llega y solo puedo pensar en otra cosa: "Quiero el siguiente!"
ResponderEliminarMe encanta la forma en la que los personajes se comportan, tan real... tan ellos. Amo el como escribes, espero y actualices pronto y puedas sacarme de esta eterna espera xD.
Nos leemos.
NO ME HAGAS ESTO, PLEASE.
ResponderEliminarNECESITO DEL LOBO ASALTACUNAS Y DEL PERRO PULGOSO.
Ayy!! Actualiza pronto porfa!!!! Me encanta!!!!
ResponderEliminarAyy!! Actualiza pronto porfa!!!! Me encanta!!!!
ResponderEliminarme encanta, estaba esperando la actualización, ya quiero ver las reacciones de todos al saber la verdad. Amo este libro y también como escribes.
ResponderEliminarPor favor actualiza!!! FALTA TAN POCO PARA QUE SEPAN LA VERDAD!! NO ME DEJES ASI!!!
ResponderEliminarGenial.. Soberbio, bueno en fin.. Amo tu fic, ojala actualices pronto y pueda leer mas de los hermosos merodeadores... Bueno dejando el lado serio...
ResponderEliminarAMO DEMASIADO TU FIC COMO PARA QUE ME DEJES ASÍ... ES MUY INJUSTO, YO QUIERO SABER QUE PASA!!!!
Con amor
Lily Luna