viernes, 20 de marzo de 2015

Harry Potter y el prisionero de Azkaban- cap 8

Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.
Espero disfruten, recuerden que voy subiendo las partes del capítulo en la misma entrada.


Harry Potter y el Prisionero de Azkaban


Capitulo VIII: "La huida de la Señora Gorda"



Ron corrió tras Hermione y la encontró en un baño. Frunció un el ceño al verla devolver, pero se acerco a sostenerle su pelo castaño y le frotó la espalda.
-¿Te duele el estomago o algo? No has comido nada raro, además después de varios años comiendo lo que cocinas deberías tener estomago fuerte.
-No cocino tan mal- murmuró, secándose un par de lagrimas que se le habían escapado por el esfuerzo de vomitar.
-Si lo haces Herms- la observo lavarse la boca una y otra vez- ¿te sientes mejor?
-¿No tienes ni una idea de lo que podría estar pasando?- Hermione no sabía si reírse o enojarse ante lo distraído que era Ron.
-¿Pasando de qué?
-Ron, ¿qué día es hoy?- el pelirrojo lo pensó un momento.
-21- Hermione asintió.
-¿En que semana siempre te digo que no quiero hacerlo?-preguntó.
-En la primera porque dices que te da vergüenza hacerlo con la reg...-Ron palideció y entreabrió la boca- ¿Estas insinuando lo que creo que estas diciendo?- Hermione se pellizco el puente de la nariz.
-No te estoy insinuando nada, tengo un retraso y acabo de vomitar por tercera vez en la semana.
-¿otro bebé?- instintivamente se frotó la mano que Hermione casi le había arrancado en el parto de Rose.
-Eso creo ¿no estas feliz?- cuestionó enfadada y con el labio temblando.
-Claro que si, ¿como no lo estaría? Solo que...- tocó varias veces con su indice el vientre de Hermione, hasta que ella se alejo porque le hacía cosquillas- hay otro niño pequeño ahí adentro.
-No importa que tan pequeño sea, seguro ya es pelirrojo- murmuró. Ron rió y la abrazo.
-Se que no soy el mejor esposo...
-Lo serías si no dejaras las toallas mojadas por todos lados...
-pero te amo, amo a Rose y al repollito mas que a nada en el mundo.
-¿Repollito?- repitió, intentando no largarse a llorar. Ya comenzaban a hacer estragos sus hormonas.
-Repollito... o puede ser otra repollita, pero da igual, será perfecto como su madre- la beso en la frente.
- también te amo Ron- se quedaron un rato abrazados, hasta que Hermione se separó, se seco los ojos aguados y enderezo la postura- debemos volver.
-Si... cuidado- la agarró por la cintura para bajar los dos escalones de la entrada del baño.
-Ron tengo un mes de embarazo, puedo bajar dos escalones.
-Si pero ya sabes... por las dudas.
Cuando entraron al Gran salón una avalancha de pelirrojos se tiro contra ellos, Hermione se escondió detrás de Ron para no ser arrastrada.
¡Eso es Ronnie! ¡Otro Weasley! ¿No se aburren, eh? ¿Juegan mucho a la casita?
Hermione ya ni sabía quien decía cada cosa, especialmente cuando los Potter, Sirius, Remus y el resto se sumo a las felicitaciones.
-Esperen un segundo ¿como saben que estoy embarazada?
-Un pajarito pelirrojo y con mal genio nos lo conto- canturrearon Fred y George mientras Sirius obligaba a Ginny a levantar la mano.
-Aprecio la discreción- Ginny intentó una sonrisa de inocencia.
-¡Ya! ¡Calma, señores! ¡CALMA!- pidió McGonagall, haber el descontrol que comenzaba a formarse- ¡TODOS CALLADOS Y SENTADOS O SE CANCELA EL QUIDDITCH DE AQUÍ A FIN DE AÑO!-  Eso era magia, pensó Dumbledore divertido, que en tiempo record todos estuviesen sentados y callados. -Felicitaciones por su bebé, pero debemos continuar con la lectura.
-¿Quien va a leer?- Fabian tomó el libro- el capitulo se llama "La huida de la señora Gorda"
-¿Que le hicieron a la señora gorda?- preguntó Alice confundida.
-Mierda- Sirius maldijo por lo bajo.
-¿Algo que comentar Canuto?- preguntó James suspicaz.
-Cornamenta...¿recuerdas que tengo mal genio, verdad?
-Hiciste una estupidez.
-Aja.

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En muy poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría.

Ambos Remus sonrieron con orgullo.

Sólo Draco Malfoy y su banda de Slytherin criticaban al profesor Lupin:
—Mira cómo lleva la túnica —solía decir Malfoy murmurando alto cuando pasaba el profesor—. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico.

-Yo lo veo guapo- murmuró Tonks, antes de sonrojarse cabello incluido. Lunatico sonrió enternecido, pero Remus se removió algo incomodo, mientras Sirius movía sus cejas sugerentemente.

Pero a nadie más le interesaba que la túnica del profesor Lupin estuviera remendada y raída. Sus siguientes clases fueron tan interesantes como la primera. Después de los boggarts estudiaron a los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban. De los gorros rojos pasaron a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los que ignorantes que cruzaban sus estanques.

Todos los estudiantes escuchaban maravillados. Incluso los profesores estaban impresionados de que los alumnos pusieran tanta atención y gusto en una clase.
-El mejor profesor de la historia- canturreó Canuto- después de mi querida Minnie, no se ponga celosa- le sonrió a Minerva que puso los ojos en blanco.
-No se librará del castigo por embrujar a Crabben la semana pasada, señor Black.
-Yo le ofrezco mi corazón y usted es cruel, cruel como todas las mujeres... Corni, me están mirando feo- murmuró con un puchero, recibiendo malas miradas de Lily, Ginny, Hermione y varias alumnas mas.  

Harry habría querido que sus otras clases fueran igual de entretenidas. La peor de todas era Pociones. Snape estaba aquellos días especialmente propenso a la revancha y todos sabían por qué. La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había dejado Neville, con el atuendo de su abuela, se había extendido por todo el colegio. Snape no lo encontraba divertido. A la primera mención del profesor Lupin, aparecía en sus ojos una expresión amenazadora.

-Además de que tiene a un merodeador en el puesto que él quiere y al hijo de un merodeador siendo el héroe del colegio - explicó Sirius, innecesariamente- Quejicus nunca pudo ser popular y siempre envidio a James porque todos lo aman. Además de alguna que otra causa más que obvia- miró de reojo a Lily.

A Neville lo acosaba más que nunca.

Frank apretó la mandíbula, era difícil hacer enfadar a Frank Longbottom pero Snape lo estaba haciendo desde que empezó el primer libro.

Harry también aborrecía las horas que pasaba en la agobiante sala de la torre norte de la profesora Trelawney, descifrando símbolos y formas confusas, procurando olvidar que los ojos de la profesora Trelawney se llenaban de lágrimas cada vez que lo miraba.

-Desquiciada- masculló Lily.

No le podía gustar la profesora Trelawney, por más que unos cuantos de la clase la trataran con un respeto que rayaba en la reverencia. Parvati Patil y Lavender Brown habían adoptado la costumbre de rondar la sala de la torre de la profesora Trelawney a la hora de la comida, y siempre regresaban con un aire de superioridad que resultaba enojoso, como si supieran cosas que los demás ignoraban.

-No entiendo cómo pudieron salir con ellas- reprochó Hermione.
-¡Ey! Yo solo fui al baile con Parvati, en mi defensa la invite porque era bonita y ni siquiera la pase bien- corrigió Harry- fue Ron el que conocía de memoria las amígdalas de Lavender- el labio de la castaña tembló y Harry se maldijo internamente, la Hermione normal toleraba la mención de Lavender pero la Hermione embarazada...
-Solo estuve con Lavender porque tu estuviste con Krum- recordó Ron.
-Yo no me acosté con Víctor, tu si con Lavender- respondió indignada.
-¡Harry se acostó con otras chicas antes de Ginny y ella no está enfadada!
-¿Por qué tienes que meterme a mí?- preguntó el ojiverde, intentando ignorar la mirada furibunda de Ginny. 
-Esta conversación se pone interesante- Fred y George se frotaron las manos como si fueran moscas.
-¿Cómo es posible que se cuenten todo?- preguntó Dorcas, intentando cambiar de tema. Ron se encogió de hombros.
-Somos pocos y nos conocemos mucho.

Habían comenzado a hablarle a Harry en susurros, como si se encontrara en su lecho de muerte.
A nadie le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidado de Criaturas Mágicas, que después de la primera clase tan movida se había convertido en algo extremadamente aburrido. Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasaban lección tras lección aprendiendo a cuidar a los gusarajos, que tenían que contarse entre las más aburridas criaturas del universo.

Hagrid se removió en su asiento con expresión triste.
-Hagrid está haciendo lo correcto, después de un... accidente- Minerva miró reprobativamente a la mesa de Slytherin- lo mejor fue mantener las clases más tranquilas, al menos hasta que pase el juicio y la mirada del consejo escolar- Hagrid esbozó una leve sonrisa agradecida.

—¿Por qué alguien se preocuparía de cuidarlos? —preguntó Ron tras pasar otra hora embutiendo las viscosas gargantas de los gusarajos con lechuga cortada en tiras.

-No suena muy agradable- Alice hizo una mueca.

A comienzos de octubre, sin embargo, hubo otra cosa que mantuvo ocupado a Harry, algo tan divertido que compensaba la insatisfacción de algunas clases. Se aproximaba la temporada de quidditch y Oliver Wood, capitán del equipo de Gryffindor; convocó una reunión un jueves por la tarde para discutir las tácticas de la nueva temporada.

-Al fin Quidditch- aplaudió entusiasmado James, coreado por los fanáticos del deporte.

En un equipo de quidditch había siete personas: tres cazadores, cuya función era marcar goles metiendo el quaffle (un balón como el de fútbol, rojo) por uno de los aros que había en cada lado del campo, a una altura de quince metros; dos golpeadores equipados con fuertes bates para repeler las bludgers (dos pesadas pelotas negras que circulaban muy aprisa, zumbando de un lado para otro, intentando derribar a los jugadores); un guardián que defendía los postes sobre los que estaban los aros; y el buscador; que tenía el trabajo más difícil de todos,

-Humildad aparte- se mofó Marlene.

 atrapar la dorada snitch, una pelota pequeña con alas, del tamaño de una nuez, cuya captura daba por finalizado el juego y otorgaba ciento cincuenta puntos al equipo del buscador que la hubiera atrapado.

-Aunque eso no signifique la victoria- recordó George.

Oliver Wood era un fornido muchacho de diecisiete años que cursaba su séptimo y último curso. Había cierto tono de desesperación en su voz mientras se dirigía a sus compañeros de equipo en los fríos vestuarios del campo de quidditch que se iba quedando a oscuras.
—Es nuestra última oportunidad..., mi última oportunidad... de ganar la copa de quidditch —les dijo, paseándose con paso firme delante de ellos.

-Me agrada Oliver- comentó Dorcas sonriendo- además suena guapo.
-Podría ser tu hijo.
-Dije que me agrada, no que saldría con él. Además, adivina donde estaré yo en ese tiempo.
-Muerta, como todos los demás- respondió Sirius distraídamente, Remus le dio un codazo.
-Sensibilidad ni por equivocado- regañó el castaño.

—.Me marcharé al final de este curso, no volveré a tener otra oportunidad. Gryffindor no ha ganado ni una vez en los últimos siete años. De acuerdo, hemos tenido una suerte horrible: heridos..., cancelación del torneo el curso pasado... —Wood tragó saliva, como si el recuerdo aún le pusiera un nudo en la garganta—. Pero también sabemos que contamos con el mejor... equipo... de este... colegio —añadió, golpeándose la palma de una mano con el puño de la otra y con el conocido brillo frenético en los ojos.

-No sé si eso sea muy sano, exigirles de esa manera a los niños- Molly miró con preocupación a Harry.

— Contamos con tres cazadoras estupendas. —Wood señaló a Alicia Spinnet, Angelina Johnson y Katie Bell—. Tenemos dos golpeadores invencibles.

Fred y George hicieron exageradas reverencias.

—Déjalo ya, Oliver; nos estás sacando los colores —dijeron Fred y George a la vez, haciendo como que se sonrojaban.

Varias risas se oyeron en el comedor.

—¡Y tenemos un buscador que nos ha hecho ganar todos los partidos! —dijo Wood, con voz retumbante y mirando a Harry con orgullo incontenible.

-¡Ese es mi cachorro!- festejó Sirius, con James.

— Y estoy yo —añadió.
—Nosotros creemos que tú también eres muy bueno —dijo George.
—Un guardián muy chachi —confirmó Fred.

-Algo obsesivo, pero muy bueno- aceptó Goerge.

—La cuestión es —continuó Wood, reanudando los paseos— que la copa de quidditch debiera de haber llevado nuestro nombre estos dos últimos años. Desde que Harry se unió al equipo, he pensado que la cosa estaba chupada. Pero no lo hemos conseguido y este curso es la última oportunidad que tendremos para ver nuestro nombre grabado en ella...
Wood hablaba con tal desaliento que incluso a Fred y a George les dio pena.

-Y eso es mucho, dado que son un par de desalmados- reclamó Percy.
-Sabes que amas nuestras bromas, Perce.

—Oliver, éste será nuestro año —aseguró Fred.
—Lo conseguiremos, Oliver —dijo Angelina.
—Por supuesto —corroboró Harry.

-¡Claro que si! Gryffindor tiene el mejor equipo, solo que con un basilisco y Voldemort de por medio, las cosas se complican- defendió James.

Con la moral alta, el equipo comenzó las sesiones de entrenamiento, tres tardes a la semana. El tiempo se enfriaba y se hacía más húmedo, las noches más oscuras, pero no había barro, viento ni lluvia que pudieran empañar la ilusión de ganar por fin la enorme copa de plata.
Una tarde, después del entrenamiento, Harry regresó a la sala común de Gryffindor con frío y entumecido, pero contento por la manera en que se había desarrollado el entrenamiento, y encontró la sala muy animada.
—¿Qué ha pasado? —preguntó a Ron y Hermione, que estaban sentados al lado del fuego, en dos de las mejores sillas, terminando unos mapas del cielo para la clase de Astronomía.

-Siempre tan juntitos ustedes- se burló Fabian.

—Primer fin de semana en Hogsmeade —le dijo Ron, señalando una nota que había aparecido en el viejo tablón de anuncios—. Finales de octubre. Halloween.

Lily miró con pena a Harry.
-¿No les importa que Harry no pueda ir a Hogsmeade?- James se encogió de hombros, mientras canuto sonreía.
-Es hijo, ahijado y sobrino de merodeador, sabrá cómo llegar tarde un temprano.

—Estupendo —dijo Fred, que había seguido a Harry por el agujero del retrato—. Tengo que ir a la tienda de Zonko: casi no me quedan bombas fétidas.

Molly y Minerva miraron con mala cara al pelirrojo.

Harry se dejó caer en una silla, al lado de Ron, y la alegría lo abandonó. Hermione comprendió lo que le pasaba.
—Harry, estoy segura de que podrás ir la próxima vez —le consoló—. Van a atrapar a Black enseguida. Ya lo han visto una vez.

Ambos Sirius fruncieron el ceño disgustados.

—Black no está tan loco como para intentar nada en Hogsmeade. Pregúntale a McGonagall si puedes ir ahora, Harry. Pueden pasar años hasta la próxima ocasión.
—¡Ron! —dijo Hermione—. Harry tiene que permanecer en el colegio...
—No puede ser el único de tercero que no vaya. Vamos, Harry, pregúntale a McGonagall...
—Sí, lo haré —dijo Harry, decidiéndose.

-No es posible que yo le dé ese permiso, además no podría dejarlo andar a sus anchas con un asesino... supuesto asesino- se corrigió ante la mirada iracunda de Sirius- intentando atacarlo.

Hermione abrió la boca para sostener la opinión contraria, pero en ese momento Crookshanks saltó con presteza a su regazo. Una araña muerta y grande le colgaba de la boca.

Ron y Tonks hicieron una mueca de asco.

—¿Tiene que comerse eso aquí delante? —preguntó Ron frunciendo el entrecejo.
—Bravo, Crookshanks, ¿la has atrapado tú solito? —dijo Hermione.
Crookshanks masticó y tragó despacio la araña, con los ojos insolentemente fijos en Ron.
—No lo sueltes —pidió Ron irritado, volviendo a su mapa del cielo—. Scabbers está durmiendo en mi mochila.

-Suéltalo nena- pidió Sirius en un susurró.
-Sabes que no lo hice.
-Se que no lo mato, pero podría divertirme viendo como lo persigue, lo asusta y lo tortura lentamente.
-A veces das pánico.

Harry bostezó. Le apetecía acostarse, pero antes tenía que terminar su mapa. Cogió la mochila, sacó pergamino, pluma y tinta, y empezó a trabajar.
—Si quieres, puedes copiar el mío —le dijo Ron, poniendo nombre a su última estrella con un ringorrango y acercándole el mapa a Harry.

-Esos son buenos amigos- felicitó Gideon, Molly carraspeó- pero muy mal hecho muchachos, muy mal hecho.

Hermione, que no veía con buenos ojos que se copiara, apretó los labios, pero no dijo nada. Crookshanks seguía mirando a Ron sin pestañear; sacudiendo el extremo de su peluda cola. Luego, sin previo aviso, dio un salto.
—¡EH! —gritó Ron, apoderándose de la mochila, al mismo tiempo que Crookshanks clavaba profundamente en ella sus garras y comenzaba a rasgarla con fiereza—. ¡SUELTA, ESTÚPIDO ANIMAIAL!
Ron intentó arrebatar la mochila a Crookshanks, pero el gato siguió aferrándola con sus garras, bufando y rasgándola.

Sirius se frotó las manos entretenido.

—¡No le hagas daño, Ron! —gritó Hermione. Todos los miraban. Ron dio vueltas a la mochila, con Crookshanks agarrado todavía a ella, y Scabbers salió dando un salto...
—¡SUJETAD A ESE GATO! —gritó Ron en el momento en que Crookshanks soltaba los restos de la mochila, saltaba sobre la mesa y perseguía a la aterrorizada Scabbers.

-¡Eso Crookshanks!- alentó Sirius, ante el desconcierto de todos.
-Ignorando porque quieres que el gato caze la rata, ¿desde cuando te gustan los gatos?- preguntó James confundido.
-Ese gatito me agrada, es brillante.

George Weasley se lanzó sobre Crookshanks, pero no lo atrapó; Scabbers pasó como un rayo entre veinte pares de piernas y se fue a ocultar bajo una vieja cómoda. Crookshanks patinó y frenó, se agachó y se puso a dar zarpazos con una pata delantera.
Ron y Hermione se apresuraron a echarse sobre él. Hermione cogió a Crookshanks por el lomo y lo levantó. Ron se tendió en el suelo y sacó a Scabbers con alguna dificultad, tirando de la cola.

Sirius suspiró, se había terminado la diversión. Pero soltó una risita sin poder evitarlo, al imaginar a Pettigrew en esa situación.

—¡Mírala! —le dijo a Hermione hecho una furia, poniéndole a Scabbers delante de los ojos—. ¡Está en los huesos! Mantén a ese gato lejos de ella.
—¡Crookshanks no sabe lo que hace! —dijo la joven con voz temblorosa—. ¡Todos los gatos persiguen a las ratas, Ron!
—¡Hay algo extraño en ese animal! —dijo Ron, que intentaba persuadir a la frenética Scabbers de que volviera a meterse en su bolsillo—. Me oyó decir que Scabbers estaba en la mochila.

-Eso es estúpido Ron- cortó Percy.
-Ni tanto, el gato ese entiende mucho- corrigió Sirius.

—Vaya, qué tontería —dijo Hermione, hartándose—. Lo que pasa es que Crookshanks la olió. ¿Cómo si no crees que...?
—¡Ese gato la ha tomado con Scabbers! —dijo Ron, sin reparar en cuantos había a su alrededor; que empezaban a reírse—. Y Scabbers estaba aquí primero. Y está enferma.
Ron se marchó enfadado, subiendo por las escaleras ha­cia los dormitorios de los chicos.

-¿Como es que su matrimonio sobrevive si viven peleando? Son como el blanco y el negro.
-¿Que tendría de divertido si fuéramos iguales? Además, no discutimos tanto- afirmó Hermione.
-No, ahora solo hacen lo que Hermione dice- se burló Harry.
-¿Me estás diciendo dominado?- preguntó indignado.
-No que va, no serías dominado sin que Hermione te lo permitiera.

-Hijo de...-Miró a Lily y cortó su insulto antes de ofenderla- idiota.
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Al día siguiente, Ron seguía enfadado con Hermione.

Hermione puso los ojos en blanco.

Apenas habló con ella durante la clase de Herbología, aunque Harry, Hermione y él trabajaban juntos con la misma Vainilla de viento.
—¿Cómo está Scabbers? —le preguntó Hermione acobardada, mientras arrancaban a la planta unas vainas gruesas y rosáceas, y vaciaban las brillantes habas en un balde de madera.
—Está escondida debajo de mi cama, sin dejar de temblar —dijo Ron malhumorado, errando la puntería y derramando las habas por el suelo del invernadero.

-No sé como termino por casarse contigo- cortó Fred con una mueca.

—¡Cuidado, Weasley, cuidado! —gritó la profesora Sprout, al ver que las habas retoñaban ante sus ojos.
Luego tuvieron Transformaciones. Harry, que estaba resuelto a pedirle después de clase a la profesora McGonagall que le dejara ir a Hogsmeade con los demás, se puso en la cola que había en la puerta, pensando en cómo convencerla. Lo distrajo un alboroto producido al principio de la hilera. Lavender Brown estaba llorando. Parvati la rodeaba con el brazo y explicaba algo a Seamus Finnigan y a Dean Thomas, que escuchaban muy serios.

Hermione frunció el ceño, como siempre hacía ante la leve mención de Lavender, mientras Ron suplicaba internamente que no hubiese ningún incordio por culpa del recuerdo de Lavender.

—¿Qué ocurre, Lavender? —preguntó preocupada Hermione, cuando ella, Harry y Ron se acercaron al grupo.
—Esta mañana ha recibido una carta de casa —susurró Parvati—. Se trata de su conejo Binky. Un zorro lo ha matado.
—¡Vaya! —dijo Hermione—. Lo siento, Lavender.

-Oh por... no puedo creerlo ¡Hermione y Lavender siendo amables una con la otra!- Ginny soltó una carcajada, mientras Hermione boqueaba sin saber muy bien que decir a eso.  Sus recuerdos de Lavender antes de sus besuqueos con Ron estaban bastante nublosos.

—¡Tendría que habérmelo imaginado! —dijo Lavender en tono trágico—. ¿Sabéis qué día es hoy?
—Eh...
—¡16 de octubre! ¡«Eso que temes ocurrirá el viernes 16 de octubre»! ¿Os acordáis? ¡Tenía razón!
Toda la clase se acababa de reunir alrededor de Lavender. Seamus cabeceó con pesadumbre. Hermione titubeó. Luego dijo:
—Tú, tú... ¿temías que un zorro matara a Binky?
—Bueno, no necesariamente un zorro —dijo Lavender; alzando la mirada hacia Hermione y con los ojos llenos de lágrimas—. Pero tenía miedo de que muriera.
—Vaya —dijo Hermione. Volvió a guardar silencio. Luego preguntó—: ¿Era viejo?

-Tienes la misma sensibilidad que Canuto-  bufó James.
-Nada mas que tu lo haces por curiosa- agregó Lily- Sirius lo hace por idiota.
Sirius la miro indignado.

—No... —dijo Lavender sollozando—. ¡So... sólo era una cría!
Parvati le estrechó los hombros con más fuerza.
—Pero entonces, ¿por qué temías que muriera? —preguntó Hermione. Parvati la fulminó con la mirada—. Bueno, miradlo lógicamente —añadió Hermione hacia el resto del grupo—. Lo que quiero decir es que..., bueno, Binky ni siquiera ha muerto hoy. Hoy es cuando Lavender ha recibido la noticia... —Lavender gimió—. Y no puede haberlo temido, porque la ha pillado completamente por sorpresa.
—No le hagas caso, Lavender —dijo Ron—. Las mascotas de los demás no le importan en absoluto.

Hermione apretó la mandíbula y le dio la espalda a Ron levantando la nariz con desdén.
-Diablos Hermione, paso hace siglos y estaba enojado con tu gato.
-Pues te hubieras casado con la tierna de Lavender y el cadáver de su conejo.

La profesora McGonagall abrió en ese momento la puerta del aula, lo que tal vez fue una suerte. Hermione y Ron se lanzaban ya miradas asesinas, y al entrar en el aula se sentaron uno a cada lado de Harry y no se dirigieron la palabra en toda la hora.

-Incomodo- suspiró Lunático- Si lo sabré yo- comentó mirando a James y Lily, que siendo amigo de ambos había terminado cientos de veces metido contra su voluntad en planes de conquista e iras contenidas.

Harry no había pensado aún qué le iba a decir a la profesora McGonagall cuando sonara el timbre al final de la clase, pero fue ella la primera en sacar el tema de Hogsmeade.
—¡Un momento, por favor! —dijo en voz alta, cuando los alumnos empezaban a salir—. Dado que sois todos de Gryffindor; como yo, deberíais entregarme vuestras autorizaciones antes de Halloween. Sin autorización no hay visita al pueblo, así que no se os olvide.
Neville levantó la mano.
—Perdone, profesora. Yo... creo que he perdido...
—Tu abuela me la envió directamente, Longbottom —dijo la profesora McGonagall—. Pensó que era más seguro. Bueno, eso es todo, podéis salir.

Neville negó con la cabeza avergonzado, nunca dejaría de ser tan despistado.

—Pregúntaselo ahora —susurró Ron a Harry
—Ah, pero... —fue a decir Hermione.
—Adelante, Harry —le incitó Ron con testarudez.
Harry aguardó a que saliera el resto de la clase y se acercó nervioso a la mesa de la profesora McGonagall.
—¿Sí, Potter?
Harry tomó aire.
—Profesora, mis tíos... olvidaron... firmarme la autorización —dijo.

Nadie pudo evitar poner una expresión de pena ante eso, salvo Sirius y Remus que miraron a Harry con una pequeña sonrisa.
-Lamento no poder hacer eso Potter- se disculpó Minerva- pero considerando el supuesto riesgo, no sería seguro, además no es algo que a mi me corresponda.

La profesora McGonagall lo miró por encima de sus gafas cuadradas, pero no dijo nada.
—Y por eso... eh... ¿piensa que podría... esto... ir a Hogsmeade?
La profesora McGonagall bajó la vista y comenzó a revolver los papeles de su escritorio.
—Me temo que no, Potter. Ya has oído lo que dije. Sin autorización no hay visita al pueblo. Es la norma.
—Pero... mis tíos... ¿sabe?, son muggles. No entienden nada de... de las cosas de Hogwarts —explicó Harry, mientras Ron le hacía señas de ánimo—. Si usted me diera permiso...

-Pobrecito, mi cielo- Harry se sonrojó levemente ante las palabras de su madre, especialmente porque Ron, Seamus y los gemelos se reían por lo bajo.
-Oh mi cielo- suspiraron dramáticamente Fred y George.

—Pero no te lo doy —dijo la profesora McGonagall poniéndose en pie y guardando ordenadamente sus papeles en un cajón.

-Mcgonagall esta algo nerviosa- comentó Gideon- ella te mira fijo cuando te habla, nunca se distrae con papelerío.

—El impreso de autorización dice claramente que el padre o tutor debe dar permiso. —Se volvió para mirarlo, con una extraña expresión en el rostro. ¿Era de pena?—. Lo siento, Potter; pero es mi última palabra. Lo mejor será que te des prisa o llegarás tarde a la próxima clase.

 -Cambio de tema al mejor estilo Hagrid.

No había nada que hacer. Ron llamó de todo a la profesora McGonagall y eso le pareció muy mal a Hermione.

-¡Ronald Weasley!- Ron se escogió en el asiento, al escuchar los gritos de las dos mujeres que mas le habían aterrado, Molly y McGonagall... bueno, después de Hermione.
-Pidele ahora mismo una disculpa a la profesora, Ron- ordenó tranquila, pero seriamente, Arthur.
-Lo siento profesora- masculló.

Hermione puso cara de «mejor así», lo cual consiguió enfadar a Ron aún más, y Harry tuvo que aguantar que todos sus compañeros de clase comentaran en voz alta y muy contentos lo que harían al llegar a Hogsmeade.
—Por lo menos te queda el banquete. Ya sabes, el banquete de la noche de Halloween.
—Sí —aceptó Harry con tristeza—. Genial.

-No es un gran consuelo- aceptó Fabian- pero el basquete es excelente.

El banquete de Halloween era siempre bueno, pero sabría mucho mejor si acudía a él después de haber pasado el día en Hogsmeade con todos los demás. Nada de lo que le dijeran le hacía resignarse.

-Eso suena a James- Lily suspiró resignada- acabará yendo a Hogsmeade por las buenas o las malas, y romperá cientos de reglas.

 Dean Thomas, que era bueno con la pluma, se había ofrecido a falsificar la firma de tío Vernon, pero como Harry ya le había dicho a la profesora McGonagall que no se la habían firmado, no era posible probar aquello.

-Eso no es la mejor idea y es algo básico- bufó Canuto.
-No todos tenemos un amplio conocimiento en falsificación y escapes del colegio- se mofó Marlenne.
-Mis conocimientos te gustaban en quinto año cuando nos fuimos al pasadizo a...
-¡SIRIUS BLACK O TE CALLAS O TE CALLO!- Lily, Dorcas y Mary miraron a Marlenne con una ceja alzada. -Solo fueron unos besitos insignificantes.
-Ya si ahora le dicen besitos- comentó Sirius divertido.
-¡No vale! ¡son dos contra mi!- se defendió la rubia, mirando ofendida a ambos Sirius.
-Sigamos con la lectura- pidió Minerva, cansada de tanta hormona adolescente.

Ron sugirió no muy convencido la capa invisible, pero Hermione rechazó de plano la posibilidad recordándole a Ron lo que les había dicho Dumbledore sobre que los dementores podían ver a través de ellas.

James frunció el ceño.

Percy pronunció las palabras que probablemente le ayudaron menos a resignarse:
—Arman mucho revuelo con Hogsmeade, pero te puedo asegurar que no es para tanto —le dijo muy serio—. Bueno, es verdad que la tienda de golosinas es bastante buena, pero la tienda de artículos de broma de Zonko es francamente peligrosa. Y la Casa de los Gritos merece la visita, pero aparte de eso no te pierdes nada.

Varios miraron indignados al pelirrojo que se encogió de hombros.
-¿Qué? Era mi último año, ya había visto cada rincón y es cierto que Zonko nunca me agradó.
Fabian y Gideon se llevaron la mano al pecho ofendidos.
-¿No les molesta?- preguntó James confundido, al ver que los gemelos no decían nada.
-¡claro que no! ¡Zonko es un asco al lado de sortilegios Weasley!- exclamaron orgullosos.

La mañana del día de Halloween, Harry se despertó al mis­mo tiempo que los demás y bajó a desayunar muy triste, pero tratando de disimularlo.
—Te traeremos un montón de golosinas de Honeydukes —le dijo Hermione, compadeciéndose de él.
—Sí, montones —dijo Ron. Por fin habían hecho las paces él y Hermione.

-Tan pequeño y ya tenía una cita- felicitó divertido Charlie.
-¡Y con su futura esposa, no cualquiera lo logra!- agregó Bill- tan pequeñito y ya enamorado.
-No te rías tanto, ¡vas besando el piso por donde Fleur camina!- se defendió Ron.
-Mi nena lo merece- sonrió de lado, robando algunos suspiros de las alumnas

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—No os preocupéis por mí —dijo Harry con una voz que procuró que le saliera despreocupada—. Ya nos veremos en el banquete. Divertios.
Los acompañó hasta el vestíbulo, donde Filch, el conserje, de pie en el lado interior de la puerta, señalaba los nom­bres en una lista, examinando detenida y recelosamente cada rostro y asegurándose de que nadie salía sin permiso.
—¿Te quedas aquí, Potter? —gritó Malfoy, que estaba en la cola, junto a Crabbe y a Goyle—. ¿No te atreves a cruzarte con los dementores?

-Creo que voy a golpear a ese rubio- masculló Marlene con molestia.

Harry no le hizo caso y volvió solo por las escaleras de mármol y los pasillos vacíos, y llegó a la torre de Gryffindor.
—¿Contraseña? —dijo la señora gorda despertándose sobresaltada.
—«Fortuna maior» —contestó Harry con desgana.
El retrato le dejó paso y entró en la sala común. Estaba repleta de chavales de primero y de segundo, todos hablando, y de unos cuantos alumnos mayores que obviamente habían visitado Hogsmeade tantas veces que ya no les interesaba.

-Es irónico que digas "chavales de primero y segundo" cuando tú habías cumplido trece hace dos meses- se burló Fabian.

—¡Harry! ¡Harry! ¡Hola, Harry! —Era Colin Creevey, un estudiante de segundo que sentía veneración por Harry y nunca perdía la oportunidad de hablar con él—. ¿No vas a Hogsmeade, Harry? ¿Por qué no? ¡Eh! —Colin miró a sus amigos con interés—, ¡si quieres puedes venir a sentarte con nosotros!

-Ese niño es realmente pesado- se quejó Dorcas.
-Bueno...ya no lo es, nunca más- murmuró Harry, con tristeza.

—No, gracias, Colin —dijo Harry, que no estaba de hu­mor para ponerse delante de gente deseosa de contemplarle la cicatriz de la frente—.Yo... he de ir a la biblioteca. Tengo trabajo.
Después de aquello no tenía más remedio que dar media vuelta y salir por el agujero del retrato.
—¿Con qué motivo me has despertado? —refunfuñó la señora gorda cuando pasó por allí.
Harry anduvo sin entusiasmo hacia la biblioteca, pero a mitad de camino cambió de idea; no le apetecía trabajar.

-¡Por supuesto que no ibas a ir a la biblioteca!- Sirius parecía ofendido, como si Harry hubiese sugerido ir a emborracharse en un túnel oscuro.
-Sirius es la biblioteca.
-No reconozco ese lugar con papeles.
-Idiota.

 Dio media vuelta y se topó de cara con Filch, que acababa de despedir al último de los visitantes de Hogsmeade.
—¿Qué haces? —le gruñó Filch, suspicaz.
—Nada —respondió Harry con franqueza.
—¿Nada? —le soltó Filch, con las mandíbulas temblando—. ¡No me digas! Husmeando por ahí tú solo. ¿Por qué no estás en Hogsmeade, comprando bombas fétidas, polvos para eructar y gusanos silbantes, como el resto de tus desagradables amiguitos?

-¿Alguien más quiere recordarselo?- bufó James.

Harry se encogió de hombros.
—Bueno, regresa a la sala común de tu colegio —dijo Filch, que siguió mirándolo fijamente hasta que Harry se perdió de vista.
Pero Harry no regresó a la sala común;

-Predecible- suspiró Lily.

Subió una escalera, pensando en que tal vez podía ir a la pajarera de las lechuzas, e iba por otro pasillo cuando dijo una voz que salía del interior de un aula:
—¿Harry? —Harry retrocedió para ver quién lo llamaba y se encontró al profesor Lupin, que lo miraba desde la puerta de su despacho.

-¡Eso lunático, estrecha lazos con el cachorro!- felicitó Sirius.
-¿Por qué Harry no los conocía antes de eso? Sirius estuvo injustamente en Azkaban, todavía no entiendo como, pero ¿y tú? ¿qué hacías mientras Harry era maltratado por los Dursley?- cuestionó James.
-James- Remus se miró la cicatriz que surcaba su mano antes de murmurar- no me permitió criar a Harry por mi condición, ni siquiera me permitieron pedir la tenencia. Ayude a Harry en lo que pude y como se me lo permitió y ni siquiera hice todo lo que podía.
-Si lo hiciste- corrigió Harry.
-Podría haber hecho más.
-Todos podríamos haber hecho cosas distintas y no las hicimos.
-Tu por lo menos llegaste a la guerra- bufó Sirius, Remus y Harry lo miraron con la ceja alzada- ¿Que? Me perdí la diversión, yo quería patear traseros mortifagos.

- ¿Qué haces? —le preguntó Lupin en un tono muy diferente al de Filch—. ¿Dónde están Ron y Hermione?
—En Hogsmeade —respondió Harry; con voz que fingía no dar importancia a lo que decía.
—Ah —dijo Lupin. Observó a Harry un momento—. ¿Por qué no pasas? Acabo de recibir un grindylow para nuestra próxima clase.
—¿Un qué? —preguntó Harry.

-Eso lo distraerá- Lily sonrió a Lunático, que estaba feliz de, al menos, poder alegrar un poco a Harry.

Entró en el despacho siguiendo a Lupin. En un rincón había un enorme depósito de agua. Una criatura de un color verde asqueroso, con pequeños cuernos afilados, pegaba la cara contra el cristal, haciendo muecas y doblando sus dedos largos y delgados.
—Es un demonio de agua —dijo Lupin, observando el grindylow ensimismado—. No debería darnos muchas dificultades, sobre todo después de los kappas. El truco es deshacerse de su tenaza. ¿Te das cuenta de la extraordinaria longitud de sus dedos? Fuertes, pero muy quebradizos. El grindylow enseñó sus dientes verdes y se metió en una espesura de algas que había en un rincón.

-Clases interesantes e instructivas- felicitó Hermione.
-¿Tendrás un bebé o un diccionario ahí dentro?- Fred iba a picar con el dedo el vientre de Hermione pero ella lo aparto de un manotón.
-Quita la mano.

—¿Una taza de té? —le preguntó Lupin, buscando la tetera—. Iba a prepararlo.
—Bueno —dijo Harry, algo embarazado.

-Estas tomando el té con tu profesor, es algo para estar avergonzado- comentó George.
-Pero Lupin es bastante genial, así que te lo perdonaremos- continuó Fabian.

Lupin dio a la tetera un golpecito con la varita y por el pitorro salió un chorro de vapor.
—Siéntate —dijo Lupin, destapando una caja polvorienta—. Lo lamento, pero sólo tengo té en bolsitas. Aunque me imagino que estarás harto del té suelto.

James negó con la cabeza divertido, merodeador se nacía y merodeador se moría.

Harry lo miró. A Lupin le brillaban los ojos.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó Harry
—Me lo ha dicho la profesora McGonagall —explicó Lupin, pasándole a Harry una taza descascarillada—. No te preocupa, ¿verdad?
—No —respondió Harry
Pensó por un momento en contarle a Lupin lo del perro que había visto en la calle Magnolia, pero se contuvo. No quería que Lupin creyera que era un cobarde y menos desde que el profesor parecía suponer que no podía enfrentarse a un boggart.

-Nunca pensaría que eres un cobarde, al contrario, creo que hay pocas personas en esta vida tan valientes como tú.

Algo de los pensamientos de Harry debió de reflejarse en su cara, porque Lupin dijo:
—¿Estás preocupado por algo, Harry?
—No —mintió Harry. Sorbió un poco de té y vio que el grindylow lo amenazaba con el puño—. Sí —dijo de repente, dejando el té en el escritorio de Lupin—. ¿Recuerda el día que nos enfrentamos al boggart?
—Sí —respondió Lupin.
—¿Por qué no me dejó enfrentarme a él? —le preguntó.

-¿Sabes? Eres alguien bastante cerrado y taciturno con el general de las personas- comentó Ginny- pero con Remus y Sirius te mostraste comunicativo desde el principio, incluso antes de saber que Remus había sido amigo de tu padre.
-Porque la familia no se elije- explicó James, mientras Harry asentía.

Lupin alzó las cejas.
—Creí que estaba claro —dijo sorprendido.
Harry, que había imaginado que Lupin lo negaría, se quedó atónito.
—¿Por qué? —volvió a preguntar.
—Bueno —respondió Lupin frunciendo un poco el entrecejo—, pensé que si el boggart se enfrentaba contigo adoptaría la forma de lord Voldemort.

Muchos, especialmente los más pequeños, se estremecieron al escuchar el nombre.
-Bueno si vamos al caso- comentó Lunático- la gran mayoría hubiese pensado eso. Después de haber visto a Voldemort, es difícil imaginar algo más aterrador.

Harry se le quedó mirando, impresionado. No sólo era aquélla la respuesta que menos esperaba, sino que además Lupin había pronunciado el nombre de Voldemort. La única persona a la que había oído pronunciar ese nombre (aparte de él mismo) era el profesor Dumbledore.

-No por nada, Lunático esta en Gryffindor- comentó canuto con orgullo.

—Es evidente que estaba en un error —añadió Lupin, frunciendo el entrecejo—. Pero no creí que fuera buena idea que Voldemort se materializase en la sala de profesores. Pensé que se aterrorizarían.

-Definitivamente hubiésemos entrado en pánico- aceptó Neville.

—El primero en quien pensé fue Voldemort —dijo Harry con sinceridad—. Pero luego recordé a los dementores.
—Ya veo —dijo Lupin pensativamente—. Bien, bien..., estoy impresionado. —Sonrió ligeramente ante la cara de sorpresa que ponía Harry—. Eso sugiere que lo que más miedo te da es... el miedo. Muy sensato, Harry.

-Miedo a tener miedo, eso es tan cruel- Ginny acarició la nuca de Harry, jugueteando con el pelo que comenzaba a crecer.

Harry no supo qué contestar; de forma que dio otro sorbo al té.
—¿Así que pensabas que no te creía capaz de enfrentarte a un boggart? —dijo Lupin astutamente.
—Bueno..., sí —dijo Harry. Estaba mucho más contento—. Profesor Lupin, usted conoce a los dementores...
Le interrumpieron unos golpes en la puerta.

-¿Que ibas a pedirle?- preguntó Mary confundida, pero Lily ya se estaba imaginando lo que Harry quería que Remus le enseñara.

—Adelante —dijo Lupin.
Se abrió la puerta y entró Snape. Llevaba una copa de la que salía un poco de humo y se detuvo al ver a Harry. Entornó sus ojos negros.

-Dos merodeadores de tres- canturreó James- súmale un Black y Quejicus tendrá un sincope.

—¡Ah, Severus! —dijo Lupin sonriendo—. Muchas gracias. ¿Podrías dejarlo aquí, en el escritorio? —Snape posó la copa humeante. Sus ojos pasaban de Harry a Lupin—. Estaba enseñando a Harry mi grindylow —dijo Lupin con cordia­lidad, señalando el depósito.
—Fascinante —comentó Snape, sin mirar a la criatura—. Deberías tomártelo ya, Lupin.
—Sí, sí, enseguida —dijo Lupin.

Los alumnos miraban confundidos a Lupin y Snape, el primero estaba tenso ante la atención, mientras que el segundo sonreía arrogante, por fin todos sabrían que clase de secretos ocultaban los tan perfectos merodeadores.

—He hecho un caldero entero. Si necesitas más...
—Seguramente mañana tomaré otro poco. Muchas gracias, Severus.

-Me traicionas de muerte, Lupin- cortó Sirius.
-De muerte- coreó Canuto.
-Sentimos tu puñalada aquí- señaló su pechó, mientras canuto hacía lo mismo.
-Esto es tan ridículo y algo espeluznante- Lily los observaba con una mueca.

—De nada —respondió Snape. Pero había en sus ojos una expresión que a Harry no le gustó. Salió del despacho retrocediendo, sin sonreír y receloso.
Harry miró la copa con curiosidad. Lupin sonrió.
—El profesor Snape, muy amablemente, me ha preparado esta poción —dijo—. Nunca se me ha dado muy bien lo de preparar pociones y ésta es especialmente difícil. —Cogió la copa y la olió—. Es una pena que no admita azúcar —añadió, tomando un sorbito y torciendo la boca.

-Remus quiere chocolate- Tonks sonrió felizmente. Remus estaba tensó ante cualquier acercamiento de la pequeña y su joven yo. Era malditamente extraño saber que dentro de dos décadas él compartiría cama con aquella niña.

—¿Por qué...? —comenzó Harry.
Lupin lo miró y respondió a la pregunta que Harry no había acabado de formular:
—No me he encontrado muy bien —dijo—. Esta poción es lo único que me sana. Es una suerte tener de compañero al profesor Snape; no hay muchos magos capaces de prepararla.
El profesor Lupin bebió otro sorbo y Harry tuvo el impulso de quitarle la copa de las manos.

James tenía ganas de llorar y aplaudir de puro orgullo por lo mucho que su cachorro se parecía a él.

—El profesor Snape está muy interesado por las Artes Oscuras —barbotó.
—¿De verdad? —preguntó Lupin, sin mucho interés, bebiendo otro trago de la poción.
—Hay quien piensa... —Harry dudó, pero se atrevió a seguir hablando—, hay quien piensa que sería capaz de cualquier cosa para conseguir el puesto de profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.

-¿Estas insinuando que quiere envenenarlo?- Hermione rió sin poder evitarlo- Dumbledore no lo permitiría.
-De acuerdo él no, pero niégame que Snape no sería capaz, por muchos sacrificios que haya hecho...sabemos que no era un santo.

Lupin vació la copa e hizo un gesto de desagrado.
—Asqueroso —dijo—. Bien, Harry. Tengo que seguir trabajando. Nos veremos en el banquete.
—De acuerdo —dijo Harry, dejando su taza de té. La copa, ya vacía, seguía echando humo.

Sirius asintió sin decir una palabra, a pesar de que le carcomía admitirlo, Snape había ayudado mucho a Lupin durante su estancia en Hogwarts.

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—Aquí tienes —dijo Ron—. Hemos traído todos los que pudimos.
Un chaparrón de caramelos de brillantes colores cayó sobre las piernas de Harry. Ya había anochecido, y Ron y Hermione acababan de hacer su aparición en la sala común, con la cara enrojecida por el frío viento y con pinta de habérselo pasado mejor que en toda su vida.

-Esos son buenos amigos- felicitó Charlie.

—Gracias —dijo Harry, cogiendo un paquete de pequeños y negros diablillos de pimienta—. ¿Cómo es Hogsmeade? ¿Dónde habéis ido?
A juzgar por las apariencias, a todos los sitios. A Dervish y Banges, la tienda de artículos de brujería, a la tienda de artículos de broma de Zonko, a Las Tres Escobas, para tomarse unas cervezas de mantequilla caliente con espuma, y a otros muchos sitios...
—¡La oficina de correos, Harry! ¡Unas doscientas lechuzas, todas descansando en anaqueles, todas con claves de colores que indican la velocidad de cada una!

Los niños de primero y segundo escuchaban atentos y encantados.

Honeydukes tiene un nuevo caramelo: daban muestras gratis. Aquí tienes un poco, mira.
—Nos ha parecido ver un ogro. En Las Tres Escobas hay todo tipo de gente...
—Ojalá te hubiéramos traído cerveza de mantequilla. Realmente te reconforta.
—¿Y tú que has hecho? —le preguntó Hermione—. ¿Has trabajado?
—No —respondió Harry—. Lupin me invitó a un té en su despacho. Y entró Snape...
Les contó lo de la copa. Ron se quedó con la boca abierta.
—¿Y Lupin se la bebió? —exclamó—. ¿Está loco?

Harry asintió conforme. Ron, la mayoría del tiempo y cuando no quería quedar bien con Hermione, apoyaba sus teorías.

Hermione miró la hora.
—Será mejor que vayamos bajando El banquete empezará dentro de cinco minutos. Pasaron por el retrato entre la multitud, todavía hablando de Snape.
—Pero si él..., ya sabéis... —Hermione bajó la voz, mirando a su alrededor con cautela—. Si intentara envenenar a Lupin, no lo haría delante de Harry.
—Sí, quizá tengas razón —dijo Harry mientras llegaban al vestíbulo y lo cruzaban para entrar en el Gran Comedor. Lo habían decorado con cientos de calabazas con velas dentro, una bandada de murciélagos vivos que revoloteaban y muchas serpentinas de color naranja brillante que caían del techo como culebras de río.

Andromeda, quien se había graduado hace ya varios años, suspiró con tristeza. En sus años de colegio había pasado tanto tiempo debatiéndose entre los ideales de pureza y su amor por Ted que no había disfrutado aquellos banquetes y fiestas.

La comida fue deliciosa. Incluso Hermione y Ron, que estaban que reventaban de los dulces que habían comido en Honeydukes, repitieron. Harry no paraba de mirar a la mesa de los profesores. El profesor Lupin parecía alegre y más sano que nunca. Hablaba animadamente con el pequeñísimo profesor Flitwick, que impartía Encantamientos.

Flitwick asintió con la cabeza simpáticamente en dirección a Remus.

Harry recorrió la mesa con la mirada hasta el lugar en que se sentaba Snape. ¿Se lo estaba imaginando o Snape miraba a Lupin y parpadeaba más de lo normal?

-Paranoico- se burló Ginny.

El banquete terminó con una actuación de los fantasmas de Hogwarts. Saltaron de los muros y de las mesas para llevar a cabo un pequeño vuelo en formación. Nick Casi Decapitado, el fantasma de Gryffindor; cosechó un gran éxito con una representación de su propia desastrosa decapitación.

-No se si me agradaría ver eso en la cena.

Fue una noche tan estupenda que Malfoy no pudo enturbiar el buen humor de Harry al gritarle por entre la multitud, cuando salían del Gran Comedor:
—¡Los dementores te envían recuerdos, Potter!

Ginny soltó un insulto por lo bajo al rubio.

Harry, Ron y Hermione siguieron al resto de los de su casa por el camino de la torre de Gryffindor, pero cuando llegaron al corredor al final del cual estaba el retrato de la señora gorda, lo encontraron atestado de alumnos.
—¿Por qué no entran? —preguntó Ron intrigado.
Harry miró delante de él, por encima de las cabezas. El retrato estaba cerrado.

James se pellizcó el puente de la nariz.
-No me obligues a patearte Canuto.

—Dejadme pasar; por favor —dijo la voz de Percy. Se esforzaba por abrirse paso a través de la multitud, dándose importancia—. ¿Qué es lo que ocurre? No es posible que nadie se acuerde de la contraseña. Dejadme pasar, soy el Premio Anual.
La multitud guardó silencio entonces, empezando por los de delante. Fue como si un aire frío se extendiera por el corredor. Oyeron que Percy decía con una voz repentinamente aguda:
—Que alguien vaya a buscar al profesor Dumbledore, rápido.

Sirius se frotaba las manos nerviosamente, cuando quería, era un idiota.

Las cabezas se volvieron. Los de atrás se ponían de pun­tillas.
—¿Qué sucede? —preguntó Ginny, que acababa de llegar. Al cabo de un instante hizo su aparición el profesor Dumbledore, dirigiéndose velozmente hacia el retrato. Los alumnos de Gryffindor se apretujaban para dejarle paso, y Harry; Ron y Hermione se acercaron un poco para ver qué sucedía.

-Típica curiosidad de ustedes.

—¡Anda, mi madr...! —exclamó Hermione, cogiéndose al brazo de Harry.
La señora gorda había desaparecido del retrato, que había sido rajado tan ferozmente que algunas tiras del lienzo habían caído al suelo. Faltaban varios trozos grandes.

-James, pegale tú que estas más cerca- pidió Lily. James le dio un zape en la nuca a Sirius- gracias.

Dumbledore dirigió una rápida mirada al retrato estropeado y se volvió. Con ojos entristecidos vio a los profesores McGonagall, Lupin y Snape, que se acercaban a toda prisa.
—Hay que encontrarla —dijo Dumbledore—. Por favor; profesora McGonagall, dígale enseguida al señor Filch que busque a la señora gorda por todos los cuadros del castillo.
—¡Apañados vais! —dijo una voz socarrona.
Era Peeves, que revoloteaba por encima de la multitud y estaba encantado, como cada vez que veía a los demás preo­cupados por algún problema.
—¿Qué quieres decir, Peeves? —le preguntó Dumbledore tranquilamente. La sonrisa de Peeves desapareció. No se atrevía a burlarse de Dumbledore. Adoptó una voz empalagosa que no era mejor que su risa.
—Le da vergüenza, señor director. No quiere que la vean. Es un desastre de mujer. La vi correr por el paisaje, hacia el cuarto piso, señor; esquivando los árboles y gritando algo terrible —dijo con alegría—. Pobrecita —añadió sin convicción.

-¿Naciste retardado o solo te quedaste idiota en el tiempo?- preguntó Lily cansinamente, mirando al ojigris.
-Eh que no soy idiota, solo soy un poquitín impulsivo.
-Apuñalaste a la señora Gorda.
-Es un cuadro.
-Es una señora.
-Ya y esta gorda, sacando lo obvio, no soy un idiota.

—¿Dijo quién lo ha hecho? —preguntó Dumbledore en voz baja.
—Sí, señor director —dijo Peeves, con pinta de estar me­ciendo una bomba en sus brazos—. Se enfadó con ella porque no le permitió entrar, ¿sabe? —Peeves dio una vuelta de campana y dirigió a Dumbledore una sonrisa por entre sus propias piernas—. Ese Sirius Black tiene un genio insoportable.


-¡YO LEO! ¡YO LEO!- pidió Sirius con cierto tono de desesperación cuando las miradas reprobativas se expandían por el comedor y todas iban en su dirección. 

25 comentarios:

  1. Me encanto el comentario -¿Algo que comentar Canuto?- preguntó James suspicaz.
    -Cornamenta...¿recuerdas que tengo mal genio, verdad?
    -Hiciste una estupidez.

    -Aja.

    jajajajajajajajajajjaja, ya quiero que la sigas!! gracias por el adelanto mero!!!

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  2. Eres genial mero gracias, estaba yo normal en Face cuando una notificación salvaje aprece y me llena de felicidad

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  3. Gracias por la sorpresa!! Estuvo genial!! Sigue pronto, saludos :)

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  4. Esta genial, no tardes en actualizar pliiis!! Me ha encantado el final jajajjaja

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  5. Me a encantado un poco corto pero es genial

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  6. gracias mero, realmente ese regalo cayo de sorpresa.
    estuvo perfecto como siempre

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  7. Cuando actualizas?????
    ;)

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  8. JAJAJA hiciste una estupidez
    aja
    muero jajajaja

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  9. Uy. Aqui hay amoooorr!!!!!!

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  10. Mero sos lo mas! Acutaliza cuando puedas!!!!

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  11. Que cool, como siempre, me encanta la sensibilidad de Sirius :3 AMO A CROOKSHANKS

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  12. La mejor como siempre :3 eres de lo más cool te amo <3

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  13. Cada vez mas me encanta mas la historia... No puedo amar mas a Sirius... Crookshanks es lo máximo...
    Esperare por tu actualización. No te presiono tu tomate tu tiempo...

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  14. Holaa, me encanta tu historia, no te lo digo para presionarte pero si pudieras actualizar mas, seria genial!

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  15. la historia genial, pero porque borras comentarios?

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  16. Hola, no es que borre comentarios, borre un par que me parecieron inapropiados y ofensivos, por lo cual se borraron sus respectivas respuestas. Si la gente no tiene algo educado que decir, mejor que no diga nada.

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  17. Estuvo de lo más cool, te adoro *w* y las intervenciones de Ronmione son espectaculares y más si son de burla xD

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  18. Ya quiero ver que dicen todos cuando va a Hogsmeade!! Sos lo mas mero, actualiza pronto :)

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  19. No puedo esperar a ver cuando se enteren de el verdadero traidor mero una duda la otra noche estaba en wattpad y puedo notar que un usuario estaba publicando tu historia nose si tendrá tu permiso es autor es PepeWanKenobi21 y la historia se llama lily y los merodeadores leen harry potter y la piedra filosofal y lily y los merodeadores leen la cámara secreta

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    1. Permiso mio no tiene, así que voy a ver que se puede hacer pero es plagio. Ya voy a ir a revisar, gracias por avisarme:3

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  20. Mero sos lo más esta genial. Me alegra el día con tu blog. Según asi

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  21. me encanta la historia pero no me gusta tener que esperar tanto tiempo para seguir leyendo

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