miércoles, 18 de febrero de 2015

Harry Potter y el prisionero de Azkaban- cap 7

Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.
Espero disfruten, recuerden que voy subiendo las partes del capítulo en la misma entrada.


Harry Potter y el Prisionero de Azkaban



Capitulo VII: "El boggart del armario"


-¿Quién quiere leer?- Sirius agitó el libro en el aire, mientras Remus ponía los ojos en blanco.
-Dame eso, yo leo- Ginny le arrebató el libro de las manos.
-Eh, que es un libro no una quaffle- recordó Marlenne.
-Bueno bueno, el capitulo se llama “El boggart del armario”
Los que habían estado presentes en la clase, sonrieron sin poder evitarlo, incluido Remus.

Malfoy no volvió a las aulas hasta última hora de la maña­na del jueves, cuando los de Slytherin y los de Gryffindor estaban en mitad de la clase de Pociones, que duraba dos ho­ras. Entró con aire arrogante en la mazmorra, con el brazo derecho en cabestrillo y cubierto de vendajes, comportán­dose, según le pareció a Harry, como si fuera el heroico su­perviviente de una horrible batalla.

-Nunca creí que existiera alguien más exagerado que James, pero llega este niño- suspiró Lily, mirando al rubio con una mueca.
-Yo no soy exagerado.
-James cuando Sirius te empujo al lago en primer año gritaste que te ahogabas y el agua no te llegaba ni a las rodillas- recordó Lunatico.
-¡Eso es diferente! ¡Canuto se sentó sobre mi y no me dejaba salir del agua!
-¡Tu habías robado mi chocolate!
-¡Fue Remus quien te lo robo! ¿Quién podría ser mas adicto al chocolate que él?
-¿Robaste mi chocolate?
-Yo no sería capaz…- Remus rodó los ojos.
-Si fui yo.
-Traidor- susurró Lunático.
-Soy tu, no puedo traicionarme a mí mismo. Quédate sentado- advirtió cuando Canuto ya estaba por levantarse para vengar el secuestro de su chocolate.

—¿Qué tal, Draco? —dijo Pansy Parkinson, sonriendo como una tonta—. ¿Te duele mucho?

-Zorra manipuladora hija de su…¿Qué?- Astoria frunció el ceño ante el gesto divertido de Draco.
-Celosa.
-No soy celosa.
-Si lo eres.
-No lo soy.
-Si lo eres.
-No lo soy.
-Si lo eres.
-No lo soy.
-No lo eres.
-Si lo soy.
-Te lo dije.
-Demonios, nunca gano en eso.

—Sí —dijo Malfoy, con gesto de hombre valiente. Pero Harry vio que guiñaba un ojo a Crabbe y Goyle en el instan­te en que Pansy apartaba la vista.
—Siéntate —le dijo el profesor Snape amablemente.

Narcissa le sonrió a Snape. Era agradable saber que había personas protegiendo a su niño.

Harry y Ron se miraron frunciendo el entrecejo. Si hu­bieran sido ellos los que hubieran llegado tarde, Snape no los habría mandado sentarse, los habría castigado a quedarse después de clase. Pero Malfoy siempre se había librado de los castigos en las clases de Snape. Snape era el jefe de la casa de Slytherin y generalmente favorecía a los suyos, en detrimento de los demás.

-Si vamos al caso- murmuró Lily para que los profesores no oyeran- todos favorecen a sus casas, solo que Severus es demasiado obvio.
-Es un idiota- cortó James.

Aquel día elaboraban una nueva pócima: una solución para encoger. Malfoy colocó su caldero al lado de Harry y Ron, para preparar los ingredientes en la misma mesa.
—Profesor —dijo Malfoy—, necesitaré ayuda para cor­tar las raíces de margarita, porque con el brazo así no puedo.
—Weasley, córtaselas tú —ordenó Snape sin levantar la vista.
Ron se puso rojo como un tomate.

Lo mismo ocurría en el comedor.

—No le pasa nada a tu brazo —le dijo a Malfoy entre dientes.
Malfoy le dirigió una sonrisita desde el otro lado de la mesa.
—Ya has oído al profesor Snape, Weasley. Córtame las raíces.

-Si me lo hubiese dicho a mí…le hubiese cortado otra cosa mas interesante- comentó Ginny en tono amenazante.
-¿No te da miedo dormir con ella en la casa?- susurró George, fingiendo un estremecimiento.

Ron cogió el cuchillo, acercó las raíces de Malfoy y empe­zó a cortarlas mal, dejándolas todas de distintos tamaños.
—Profesor —dijo Malfoy, arrastrando las silabas—, Weas­ley está estropeando mis raíces, señor.
Snape fue hacia la mesa, aproximó la nariz ganchuda a las raíces y dirigió a Ron una sonrisa desagradable, por de­bajo de su largo y grasiento pelo negro.
—Dele a Malfoy sus raíces y quédese usted con las de él, Weasley.
—Pero señor...
Ron había pasado el último cuarto de hora cortando raí­ces en trozos exactamente iguales.

Arthur apretó los puños. Él no se enojaba con facilidad ¿pero quien se creía aquel hombre para tratar a así a su hijo?

—Ahora mismo —ordenó Snape, con su voz más peli­grosa.
Ron cedió a Malfoy sus propias raíces y volvió a empu­ñar el cuchillo.
—Profesor; necesitaré que me pelen este higo seco —dijo Malfoy, con voz impregnada de risa maliciosa.
—Potter, pela el higo seco de Malfoy —dijo Snape, echán­dole a Harry la mirada de odio que reservaba sólo para él.

-Para los Potter, mejor dicho- gran parte del comedor, especialmente ambos Sirius y James, miraban con enojo a Severus, que se mantenía imperturbable.

Harry cogió el higo seco de Malfoy mientras Ron trataba de arreglar las raíces que ahora tenía que utilizar él. Harry peló el higo seco tan rápido como pudo, y se lo lanzó a Mal­foy sin dirigirle una palabra. La sonrisa de Malfoy era más amplia que nunca.
—¿Habéis visto últimamente a vuestro amigo Hagrid? —les preguntó Malfoy en voz baja.
—A ti no te importa —dijo Ron entrecortadamente, sin levantar la vista.
—Me temo que no durará mucho como profesor —co­mentó Malfoy, haciendo como que le daba pena—. A mi pa­dre no le ha hecho mucha gracia mi herida...
—Continúa hablando, Malfoy, y te haré una herida de verdad —le gruñó Ron.

-¡Ronald, no puedes amenazar a la gente… por muy insoportable que esa gente sea!- regañó Molly, con poco convencimiento.

—... Se ha quejado al Consejo Escolar y al ministro de Magia. Mi padre tiene mucha influencia, no sé si lo sabéis. Y una herida duradera como ésta... —Exhaló un suspiro pro­longado pero fingido—. ¿Quién sabe si mi brazo volverá al­gún día a estar como antes?
—¿Así que por eso haces teatro? —dijo Harry, cortán­dole sin querer la cabeza a un ciempiés muerto, ya que la mano le temblaba de furia—. ¿Para ver si consigues que echen a Hagrid?
—Bueno —dijo Malfoy, bajando la voz hasta convertirla en un suspiro—, en parte sí, Potter. Pero hay otras ventajas. Weasley, córtame los ciempiés.

-Dame una razón para no partirle la nariz.
-Porque Hermione se la partió.
-Eso es castañita- felicitó Canuto.

Unos calderos más allá, Neville afrontaba varios proble­mas. Solía perder el control en las clases de Pociones. Era la asignatura que peor se le daba y el miedo que le tenía al pro­fesor Snape empeoraba las cosas. Su poción, que tenía que ser de un verde amarillo brillante, se había convertido en...
—¡Naranja, Longbottom! —exclamó Snape, levantan­do un poco con el cazo y vertiéndolo en el caldero, para que lo viera todo el mundo—. ¡Naranja! Dime, muchacho, ¿hay al­go que pueda penetrar esa gruesa calavera que tienes ahí? ¿No me has oído decir muy claro que se necesitaba sólo un bazo de rata? ¿No he dejado muy claro que no había que echar más que unas gotas de jugo de sanguijuela? ¿Qué ten­go que hacer para que comprendas, Longbottom?
Neville estaba colorado y temblaba. Parecía que se iba a echar a llorar.

Frank se levantó del asiento y sacó la varita, se dispuso a ir a la mesa de Slytherin a darle su merecido a aquel imbécil por maltratar así a su hijo cuando Neville se interpuso en su camino.
-No vale la pena, ya nada de lo que dijo me importa.
-¡No voy a dejar que…!
-No importa, de verdad.
Frank volvió a su asiento, con Alice arrastrándolo, pero se quedo fulminando con la mirada a Severus.

—Por favor; profesor —dijo Hermione—, puedo ayudar a Neville a arreglarlo...
—No recuerdo haberle pedido que presuma, señorita Granger —dijo Snape fríamente, y Hermione se puso tan co­lorada como Neville—. Longbottom, al final de esta clase le daremos unas gotas de esta poción a tu sapo y veremos lo que ocurre. Quizá eso te anime a hacer las cosas correctamente.
Snape se alejó, dejando a Neville sin respiración, a cau­sa del miedo.
—¡Ayúdame! —rogó a Hermione.

Hermione y Neville se sonrieron.

—¡Eh, Harry! —dijo Seamus Finnigan, inclinándose para cogerle prestada a Harry la balanza de bronce—. ¿Has oído? El Profeta de esta mañana asegura que han visto a Si­rius Black.

Sirius se tensó, al igual que el resto.

—¿Dónde? —preguntaron con rapidez Harry y Ron. Al otro lado de la mesa, Malfoy levantó la vista para escuchar con atención.
—No muy lejos de aquí —dijo Seamus, que parecía emo­cionado—. Lo ha visto una muggle. Por supuesto, ella no en­tendía realmente. Los muggles piensan que es sólo un cri­minal común y corriente, ¿verdad? El caso es que telefoneó a la línea directa. Pero cuando llegaron los del Ministerio de Magia, ya se había ido.
—No muy lejos de aquí... —repitió Ron, mirando a Harry de forma elocuente. Dio media vuelta y sorprendió a Mal­foy mirando.
—¿Qué, Malfoy? ¿Necesitas que te pele algo más?

-Chismoso.

Pero a Malfoy le brillaban los ojos de forma malvada y estaban fijos en Harry. Se inclinó sobre la mesa.
—¿Pensando en atrapar a Black tú solo, Potter?
—Exactamente —dijo Harry.
Los finos labios de Malfoy se curvaron en una sonrisa mezquina.
—Desde luego, yo ya habría hecho algo. No estaría en el cole como un chico bueno. Saldría a buscarlo.

-Ya claro, el niño más cobarde de Hogwarts ¿intentando hacer justicia por mano propia? Te orinarías al verlo llegar- bufó Dorcas.

—¿De qué hablas, Malfoy? —dijo Ron con brusquedad.
—¿No sabes, Potter...? —musitó Malfoy, casi cerrando sus ojos claros.
—¿Qué he de saber?
Malfoy soltó una risa despectiva, apenas audible.
—Tal vez prefieres no arriesgar el cuello —dijo—. Se lo quieres dejar a los dementores, ¿verdad? Pero en tu caso, yo buscaría venganza. Lo cazaría yo mismo.
—¿De qué hablas? —le preguntó Harry de mal humor.

La mirada de James y Canuto se oscureció, ya empezaban a intuir por donde iba la cosa y no les gustaba.
-En cualquier caso, Harry es un niño no podría hacerle daño a Sirius y Sirius nunca le haría daño a Harry- intentó alivianar Lily.
-Harry había luchado antes y es fuerte, podría hacerme daño si consideramos que yo nunca me defendería contra él- comentó el ojigris.

 En aquel momento, Snape dijo en voz alta:
—Deberíais haber terminado de añadir los ingredien­tes. Esta poción tiene que cocerse antes de que pueda ser ingerida. No os acerquéis mientras está hirviendo. Y luego probaremos la de Longbottom...
Crabbe y Goyle rieron abiertamente al ver a Neville azo­rado y agitando su poción sin parar. Hermione le murmura­ba instrucciones por la comisura de la boca, para que Snape no lo viera.

Frank y Alice le sonrieron a la castaña.

Harry y Ron recogieron los ingredientes no usa­dos, y fueron a lavarse las manos y a lavar los cazos en la pila de piedra que había en el rincón.
—¿Qué ha querido decir Malfoy? —susurró Harry a Ron, colocando las manos bajo el chorro de agua helada que salía de una gárgola—. ¿Por qué tendría que vengarme de Black? Todavía no me ha hecho nada.
—Cosas que inventa —dijo Ron—. Le gustaría que hi­cieras una locura...

-No estaba mintiendo, al menos de lo que él creía que era verdad- explicó Harry.

Cuando faltaba poco para que terminara la clase, Snape se dirigió con paso firme a Neville, que se encogió de miedo al lado de su caldero.
—Venid todos y poneos en corro —dijo Snape. Los ojos negros le brillaban—. Y ved lo que le sucede al sapo de Long­bottom. Si ha conseguido fabricar una solución para encoger, el sapo se quedará como un renacuajo. Si lo ha hecho mal (de lo que no tengo ninguna duda), el sapo probablemente mori­rá envenenado.

-¿Es que nadie piensa en ese pobre animal? Si Neville es un asco para las pociones, lo siento Neville, el pobre bicho no tiene porque morir- defendió Ginny.

Los de Gryffindor observaban con aprensión y los de Slytherin con entusiasmo. Snape se puso el sapo Trevor en la palma de la mano izquierda e introdujo una cucharilla en la poción de Neville, que había recuperado el color verde. Echó unas gotas en la garganta de Trevor.
Se hizo un silencio total, mientras Trevor tragaba. Lue­go se oyó un ligero «¡plop!» y el renacuajo Trevor serpenteó en la palma de la mano de Snape. Los de Gryffindor pro­rrumpieron en aplausos. Snape, irritado, sacó una pequeña botella del bolsillo de su toga, echó unas gotas sobre Trevor y éste recobró su tamaño normal.
Los Gryffindor, Hufflepuff y Ravenclaw vitorearon, felices de haber arruinado la diversión de Snape y los Slytherin.

—Cinco puntos menos para Gryffindor —dijo Snape, bo­rrando la sonrisa de todas las caras—. Le dije que no lo ayu­dara, señorita Granger. Podéis retiraraos.

McGonagall sentía que la sangre le hervía ante tanta injusticia con los alumnos de su casa.

Harry, Ron y Hermione subieron las escaleras hasta el vestíbulo. Harry todavía meditaba lo que le había dicho Mal­foy, en tanto que Ron estaba furioso por lo de Snape.
—¡Cinco puntos menos para Gryffindor porque la po­ción estaba bien hecha! ¿Por qué no mentiste, Hermione? ¡Deberías haber dicho que lo hizo Neville solo!
Ella no contestó. Ron miró a su alrededor.
—¿Dónde está Hermione?
Harry también se volvió. Estaban en la parte superior de las escaleras, viendo pasar al resto de la clase que se diri­gía al Gran Comedor para almorzar.
—Venía detrás de nosotros —dijo Ron, frunciendo el en­trecejo.

-¿Cómo es que eras el único que notaba que yo desaparecía y aparecía?- Murmuró Hermione.

-Porque era el único que prestaba atención a tu presencia y tu ausencia- respondió Ron tan bajo que solo ella pudo oírlo, sonrió, el pelirrojo podía ser tierno cuando quería.

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Malfoy los adelantó, flanqueado por Crabbe y Goyle. Di­rigió a Harry una sonrisa de suficiencia y desapareció.
—Ahí está —dijo Harry
Hermione jadeaba un poco al subir las escaleras a toda velocidad. Con una mano sujetaba la mochila; con la otra su­jetaba algo que llevaba metido en la túnica.
—¿Cómo lo hiciste? —le preguntó Ron.
—¿El qué? —preguntó a su vez Hermione, reuniéndose con ellos.
—Hace un minuto venías detrás de nosotros y un ins­tante después estabas al pie de las escaleras.
—¿Qué? —Hermione parecía un poco confusa—. ¡Ah, tuve que regresar para coger una cosa! ¡Oh, no...!
En la mochila de Hermione se había abierto una costu­ra. A Harry no le sorprendía; contenía al menos una docena de libros grandes y pesados.

-Estas completamente demente, nena- suspiró Canuto, mientras Hermione ponía los ojos en blanco.

—¿Por qué llevas encima todos esos libros? —le pregun­tó Ron.
—Ya sabes cuántas asignaturas estudio —dijo Hermio­ne casi sin aliento—. ¿No me podrías sujetar éstos?
—Pero... —Ron daba vueltas a los libros que Hermione le había pasado y miraba las tapas—. Hoy no tienes estas asignaturas. Esta tarde sólo hay Defensa Contra las Artes Oscuras.

-Estabas obsesionado con Hermione y sus horarios- criticó Ginny.
-¿Está mal querer saber a donde iba? O mejor dicho ¿Cómo podía ser que fuera?- se defendió.

—Ya —dijo Hermione, pero volvió a meter todos los li­bros en la mochila, como si no la hubieran comprendido—. Espero que haya algo bueno para comer. Me muero de ham­bre —añadió, y continuó hacia el Gran Comedor.
—¿No tienes la sensación de que Hermione nos oculta algo? —preguntó Ron a Harry.

 -No creo que a Harry le importe demasiado cuantas asignaturas tome Hermione- comentó Dorcas.

El profesor Lupin no estaba en el aula cuando llegaron a su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Todos se sentaron, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos, y estaban hablando cuando por fin llegó el profesor.

-¡ESO ES LUPIN!- gritó Sirius, aplaudiendo. Todos los Gryffindors vitorearon.
-Sirius, solo dice que estoy entrando al aula.
-Ya, pero estoy seguro que llegaste mucho mejor que cualquier otro profesor.
-Eso no tiene sentido.
-¿Desde cuándo tengo que decir cosas con sentido?

Lupin sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía más sano que en el tren, como si hubiera tomado unas cuantas comi­das abundantes.

James sonrió levemente, alegrándose de que la primer clase fuera lejos de la luna llena.

—Buenas tardes —dijo—. ¿Podríais, por favor; meter los libros en la mochila? La lección de hoy será práctica. Sólo ne­cesitaréis las varitas mágicas.

-Demonios, quiero un profesor así- pidió Marlenne.

La clase cambió miradas de curiosidad mientras recogía los libros. Nunca habían tenido una clase práctica de Defen­sa Contra las Artes Oscuras, a menos que se contara la me­morable clase del año anterior, en que el antiguo profesor había llevado una jaula con duendecillos y los había soltado en clase.

-Eso es estupidez pura, no una clase- corrigió Lunático.

—Bien —dijo el profesor Lupin cuando todo el mundo estuvo listo—. Si tenéis la amabilidad de seguirme...
Desconcertados pero con interés, los alumnos se pusie­ron en pie y salieron del aula con el profesor Lupin. Este los condujo a lo largo del desierto corredor. Doblaron una es­quina. Al primero que vieron fue a Peeves el poltergeist, que flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con chicle el ojo de una cerradura.

Ambos Sirius y James se frotaron las manos, ya se imaginaban que truco usaría Remus.

Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin estuvo a medio metro. Entonces sacu­dió los pies de dedos retorcidos y se puso a cantar una mo­nótona canción:
—Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin...

-Sigue con esa estúpida canción- bufó Lunático.-

Aunque casi siempre era desobediente y maleducado, Peeves solía tener algún respeto por los profesores. Todos miraron de inmediato al profesor Lupin para ver cómo se lo tomaría. Ante su sorpresa, el mencionado seguía sonriendo.

-Remus siempre es así- el castaño le sonrió a Lily.

—Yo en tu lugar quitaría ese chicle de la cerradura, Peeves —dijo amablemente—. El señor Filch no podrá entrar a por sus escobas.
Filch era el conserje de Hogwarts, un brujo fracasado y de mal genio que estaba en guerra permanente con los alumnos y por supuesto con Peeves. Pero Peeves no prestó atención al profesor Lupin, salvo para soltarle una sonora pedorreta.
El profesor Lupin suspiró y sacó la varita mágica.

Lily alzó una ceja.
-Es un merodeador, cariño, nunca te olvides de eso- recordó James sonriendo de lado.

—Es un hechizo útil y sencillo —dijo a la clase, volvien­do la cabeza—. Por favor; estad atentos.
Alzó la varita a la altura del hombro, dijo ¡Waddiwasi! y apuntó a Peeves.
Con la fuerza de una bala, el chicle salió disparado del agujero de la cerradura y fue a taponar la fosa nasal izquier­da de Peeves; éste ascendió dando vueltas como en un remo­lino y se alejó como un bólido, zumbando y echando maldi­ciones.

Todos rieron, especialmente los niños de primer y segundo curso.

—¡Chachi, profesor! —dijo Dean Thomas, asombrado.
—Gracias, Dean —respondió el profesor Lupin, guar­dando la varita—. ¿Continuamos?
Se pusieron otra vez en marcha, mirando al desaliñado profesor Lupin con creciente respeto.

-Es imposible no querer a Remus- comentó Alice con una sonrisa.

 Los condujo por otro corredor y se detuvo en la puerta de la sala de profesores.

-el salón prohibido…chan, chan chan- dramatizó Canuto.

—Entrad, por favor —dijo el profesor Lupin abriendo la puerta y cediendo el paso.
En la sala de profesores, una estancia larga, con pane­les de madera en las paredes y llena de sillas viejas y dispa­res, no había nadie salvo un profesor. Snape estaba sentado en un sillón bajo y observó a la clase mientras ésta penetra­ba en la sala. Los ojos le brillaban y en la boca tenía una son­risa desagradable.

-¿Por qué es tan malo?- murmuró Tonks, mirando con desconfianza a la mesa de Slytherin.
-Es un idiota- explicó canuto.
-¿Es malo porque es idiota?
-No, es un idiota porque es malo.

 Cuando el profesor Lupin entró y cerró la puerta tras él, dijo Snape:
—Déjela abierta, Lupin. Prefiero no ser testigo de esto. —Se puso de pie y pasó entre los alumnos. Su toga negra on­deaba a su espalda. Ya en la puerta, giró sobre sus talones y dijo—: Posiblemente no le haya avisado nadie, Lupin, pero Neville Longbottom está aquí. Yo le aconsejaría no confiarle nada difícil. A menos que la señorita Granger le esté susu­rrando las instrucciones al oído.

Si las miradas mataran, la de Frank y Alice hubiese bastado para torturar, asesinar y enterrar a Severus.

Neville se puso colorado. Harry echó a Snape una mira­da fulminante; ya era desagradable que se metiera con Ne­ville en clase, y no digamos delante de otros profesores.
El profesor Lupin había alzado las cejas.
—Tenía la intención de que Neville me ayudara en la primera fase de la operación, y estoy seguro de que lo hará muy bien.

Neville miró con agradecimiento a quien fue su profesor.

El rostro de Neville se puso aún más colorado. Snape torció el gesto, pero salió de la sala dando un portazo.
—Ahora —dijo el profesor Lupin llamando la atención del fondo de la clase, donde no había más que un viejo arma­rio en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando el profesor Lupin se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared.

-Una gran clase- felicitó Ojoloco, sabiendo que un boggart era lo que esperaba a los alumnos. Puede que fuese una criatura bastante inofensiva, pero si los ayudaría a enfrentar sus miedos.

»No hay por qué preocuparse —dijo con tranquilidad el profesor Lupin cuando algunos de los alumnos se echaron ha­cia atrás, alarmados—. Hay un boggart ahí dentro.
Casi todos pensaban que un boggart era algo preocu­pante. Neville dirigió al profesor Lupin una mirada de terror y Seamus Finnigan vio con aprensión moverse el pomo de la puerta.

Los mas pequeños fruncieron el ceño preocupados.
-No hay nada para alarmarse, los boggart no son tan terribles- intentó tranquilizar Lily.

—A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerra­dos —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pa­red. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas.

-Pareces un experto- comentó Ginny.
-Mi padre se dedicaba a ellos, a todo ese tipo de criaturas en realidad, es un hombre muy inteligente-su expresión se entrsiteció un poco. Aunque su padre y su madre lo amaran incondicionalmente, sabía que su padre era profundamente infeliz con su condición de licántropo.

 La primera pregunta que debemos contes­tar es: ¿qué es un boggart?
Hermione levantó la mano.
—Es un ser que cambia de forma —dijo—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
—Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió el profesor Lupin, y Hermione se puso radiante de felicidad—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos sa­lir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió el profesor Lupin, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sa­bes por qué, Harry?

-Es extraño para ti ¿verdad?- preguntó James sonriendo.
-Era como darte clases a ti y considerando que te ayudaba en todos tus trabajos, no tanto.

Era difícil responder a una pregunta con Hermione al lado, que no dejaba de ponerse de puntillas, con la mano le­vantada. Pero Harry hizo un intento:
—¿Porque somos muchos y no sabe por qué forma deci­dirse?

-Eres inteligente- dijo Hermione convencida- muy inteligente, de hecho, solo que yo memorizo los datos mucho mas fácil. Pero eres casi un genio en la práctica de los hechizos.
Harry se encogió de hombros, nunca se definiría a si mismo como un genio, pero lo apreciaba especialmente viniendo de Hermione.

—Exacto —dijo el profesor Lupin. Y Hermione bajó la mano algo  decepcionada—. Siempre es mejor estar acompa­ñado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despis­ta. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un bog­gart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni gota de miedo.

-Me acuerdo de eso- rió Canuto.

 El hechizo para vencer a un boggart es sen­cillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tenéis que hacer es obligarle a que adopte una forma que vosotros encontréis cómica. Prac­ticaremos el hechizo primero sin la varita. Repetid conmigo: ¡Riddíkulo!
—¡Riddíkulo! —dijeron todos a la vez.
—Bien —dijo el profesor Lupin—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como veis, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville.

-Creo que Neville estaba suficientemente aterrado sin que el boggart salga- se rió Seamus, haciendo que el propio Neville riera.

El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Ne­ville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca.
—Bien, Neville —prosiguió el profesor Lupin—. Empe­cemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Per­dona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo el profesor Lupin, sin enfadarse.

Minerva sonrió, orgullosa de lo buen profesor que era uno de sus alumnos favoritos.

Neville miró a su alrededor; con ojos despavoridos, como implorando ayuda. Luego dijo en un susurro:
—El profesor Snape.
Casi todos se rieron. Incluso Neville se sonrió a modo de disculpa. El profesor Lupin, sin embargo, parecía pen­sativo.
—El profesor Snape... mm... Neville, creo que vives con tu abuela, ¿es verdad?
—Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se convirtiera en ella.

Todos rieron, mientras Frank hacia una mueca de disgusto.

—No, no. No me has comprendido —dijo el profesor Lu­pin, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías explicar­nos cómo va vestida tu abuela normalmente.

-No me digas que va para ya donde yo creo porque rodaré en el piso de la risa- murmuró Sirius sonriendo.
-Va para donde crees que vas.
-Esto valdrá la pena.

Neville estaba asustado, pero dijo:
—Bueno, lleva siempre el mismo sombrero: alto, con un buitre disecado encima; y un vestido largo... normalmente verde; y a veces, una bufanda de piel de zorro.

-Alguien necesita un cambio de imagen- susurró Marlenne.

—¿Y bolso? —le ayudó el profesor Lupin.
—Sí, un bolso grande y rojo —confirmó Neville.
—Bueno, entonces —dijo el profesor Lupin—, ¿puedes recordar claramente ese atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?
—Sí —dijo Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.
—Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará la forma del profesor Snape —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta: ¡Riddíkulo!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el sombrero, el vestido verde y el bolso grande y rojo.

Se escucharon risas por todo el comedor, mientras Snape se encogía en su asiento mirando con odio a Lupin.

Hubo una carcajada general. El armario tembló más violentamente.
—Si a Neville le sale bien —añadió el profesor Lupin—, es probable que el boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquéis un momento a pensar en lo que más miedo os da y en cómo po­dríais convertirlo en algo cómico...
La sala se quedó en silencio. Harry meditó... ¿qué era lo que más le aterrorizaba en el mundo?

-La cosa va a perder la gracia- se quejó Fred.

Lo primero que le vino a la mente fue lord Voldemort, un Voldemort que hubiera recuperado su antigua fuerza. Pero antes de haber empezado a planear un posible contraataque contra un boggart-Voldemort, se le apareció una imagen ho­rrible: una mano viscosa, corrompida, que se escondía bajo una capa negra..., una respiración prolongada y ruidosa que salía de una boca oculta... luego un frío tan penetrante que le ahogaba...

-¿Tanto miedo te dan los dementores?- preguntó Bill, algo sorprendido.
-No le tengo miedo a los dementores, le tengo miedo al miedo, yo debía luchar con Voldemort y no podía permitirme tener miedo- explicó Harry.
-Pero tu boggart cambió- Harry asintió ante lo dicho por Ron.
-¿Y que es?- preguntó Tonks, a pesar de que no entendía algunas cosas de la conversación.
-El cadáver de Ginny o de mis bebés- contestó con simpleza, jugueteando con el cabello pelirrojo de Ginny.

Harry se estremeció. Miró a su alrededor, deseando que nadie lo hubiera notado. La mayoría de sus compañeros te­nía los ojos fuertemente cerrados. Ron murmuraba para sí:
—Arrancarle las patas.
Harry adivinó de qué se trataba. Lo que más miedo le daba a Ron eran las arañas.

Charlie le dio un zape en la cabeza a Fred.
-Lo traumaste idiota.

—¿Todos preparados? —preguntó el profesor Lupin.
Harry se horrorizó. Él no estaba preparado. Pero no qui­so pedir más tiempo. Todos los demás asentían con la cabeza y se arremangaban.
—Nos vamos a echar todos hacia atrás, Neville —dijo el profesor Lupin—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante... Ahora todos hacia atrás, así Neville podrá tener sitio para enfrentarse a él.
Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejaron a Neville solo, frente al armario. Estaba pálido y asustado, pero se había arremangado la túnica y tenía la varita preparada.

-Eso es hijo- alentó Frank.
—A la de tres, Neville —dijo el profesor Lupin, que apun­taba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!
Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dio en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada.
Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, mo­viendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de cogerlo por la túnica...
—¡Ri... Riddíkulo! —dijo Neville.
Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: lle­vaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo.

Todos reían a carcajadas, pero nadie mas que Sirius, que aullaba de la risa, y James que dejaba caer las lagrimas.
-¡Ha sido lo mejor en la historia de Hogwarts, Lunático!- gritó Canuto, soltando una risa ladrido.
Severus miraba a su alrededor con expresión de asco y odio.

Hubo una carcajada general. El boggart se detuvo, con­fuso, y el profesor Lupin gritó:
—¡Parvati! ¡Adelante!
Parvati avanzó, con el rostro tenso. Snape se volvió ha­cia ella. Se oyó otro chasquido y en el lugar en que había es­tado Snape apareció una momia cubierta de vendas y con manchas de sangre; había vuelto hacia Parvati su rostro sin ojos, y comenzó a caminar hacia ella, muy despacio, arras­trando los pies y alzando sus brazos rígidos...
—¡Riddíkulo! —gritó Parvati.
Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y la cabeza salió rodando.

Mas risas.

—¡Seamus! —gritó el profesor Lupin.
Seamus pasó junto a Parvati como una flecha.
¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba aho­ra una mujer de pelo negro tan largo que le llegaba al suelo, con un rostro huesudo de color verde: una banshee. Abrió la boca completamente y un sonido sobrenatural llenó la sala: un prolongado aullido que le puso a Harry los pelos de punta.
—¡Riddíkulo! —gritó Seamus.
La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había quedado afónica.

-¡Buena esa, chico!- felicitó Gideon.

¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intenta­ba morderse la cola, dando vueltas en círculo; a continua­ción... ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego... ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre.
—¡Está despistado! —gritó Lupin—. ¡Lo estamos lo­grando! ¡Dean!
Dean se adelantó.
¡Crac! El ojo se convirtió en una mano amputada que se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo como un cangrejo.
—¡Riddíkulo! —gritó Dean.
Se oyó un chasquido y la mano quedó atrapada en una ratonera.
—¡Excelente! ¡Ron, te toca!
Ron se dirigió hacia delante.

-Traigan el insecticida- canturreó George, ganándose una fea mirada de su madre.

¡Crac!
Algunos gritaron. Una araña gigante, de dos metros de altura y cubierta de pelo, se dirigía hacia Ron chascando las pinzas amenazadoramente. Por un momento, Harry pensó que Ron se había quedado petrificado. Pero entonces...
—¡Riddíkulo! —gritó Ron.
Las patas de la araña desaparecieron y el cuerpo empe­zó a rodar. Lavender Brown dio un grito y se apartó de su ca­mino a toda prisa. El cuerpo de la araña fue a detenerse a los pies de Harry. Alzó la varita, pero...
—¡Aquí! —gritó el profesor Lupin de pronto, avanzando rápido hacia la araña.

A pesar de que algunos largaron quejas por el final de la gracia, los adultos asintieron aprobativamente. Harry había visto demasiadas cosas horrorosas como para enseñárselas a otros niños de trece años.

¡Crac!
La araña sin patas había desaparecido. Durante un se­gundo todos miraron a su alrededor con los ojos bien abier­tos, buscándola. Entonces vieron una esfera de un blanco plateado que flotaba en el aire, delante de Lupin, que dijo ¡Riddíkulo! casi con desgana.

Los merodeadores lo miraron con tristeza.

¡Crac!
—¡Adelante, Neville, y termina con él! —dijo Lupin cuan­do el boggart cayó al suelo en forma de cucaracha. ¡Crac! Allí estaba de nuevo Snape. Esta vez, Neville avanzó con decisión.
—¡Riddíkulo! —gritó, y durante una fracción de segun­do vislumbraron a Snape vestido de abuela, antes de que Neville emitiera una sonora carcajada y el boggart estallara en mil volutas de humo y desapareciera.
—¡Muy bien! —gritó el profesor Lupin mientras la clase prorrumpía en aplausos—. Muy bien, Neville. Todos lo habéis hecho muy bien. Veamos... cinco puntos para Gryffin­dor por cada uno de los que se han enfrentado al boggart... Diez por Neville, porque lo hizo dos veces. Y cinco por Her­mione y otros cinco por Harry.

-¡ESO ES LUNÁTICO! ¡LA MEJOR CLASE DE LA HISTORIA!- Gritó James, mientras todos en el gran comedor asentía y aplaudía, mientras Minerva intentaba acallarar (sin demasiada convicción) el griterío.

—Pero yo no he intervenido —dijo Harry.
—Tú y Hermione contestasteis correctamente a mis preguntas al comienzo de la clase —dijo Lupin sin darle im­portancia—. Muy bien todo el mundo. Ha sido una clase es­tupenda. Como deberes, vais a tener que leer la lección sobre los boggart y hacerme un resumen. Me lo entregaréis el lu­nes. Eso es todo.

-AHHH- lloriqueó Dorcas- te quiero de profesor.
-¡Yo también!- farfulló Marlene.

Los alumnos abandonaron entusiasmados la sala de profesores. Harry, sin embargo, no estaba contento. El profe­sor Lupin le había impedido deliberadamente que se enfrentara al boggart. ¿Por qué? ¿Era porque había visto a Harry desmayarse en el tren y pensó que no sería capaz? ¿Había pensado que Harry se volvería a desmayar?

-No pensaba que eras débil, pensaba que sería demasiado traumatizante para todos ver eso- explicó Remus.

Pero nadie más se había dado cuenta.
—¿Habéis visto cómo he podido con la banshee? —decía Seamus.
—¿Y la mano? —dijo Dean, imitándola con la suya.
—¿Y Snape con el sombrero?
—¿Y mi momia?
—Me pregunto por qué al profesor Lupin le dan miedo las bolas de crista—preguntó Lavender.

Algunos miraron con curiosidad a Lupin, pero el esquivo las miradas.

—Ha sido la mejor clase de Defensa Contra las Artes Oscuras que hemos tenido. ¿No es verdad? —dijo Ron, emo­cionado, mientras regresaban al aula para coger las mochilas.
—Parece un profesor muy bueno —dijo Hermione—. Pero me habría gustado haberme enfrentado al boggart yo también.
—¿En qué se habría convertido el boggart? —le pregun­tó Ron, burlándose—, ¿en un trabajo de clase en el que sólo te pusieran un nue…- Ginny dejó de leer cuando Hermione se levantó y salió corriendo del comedor, seguida de Ron.
-¿Qué paso?- preguntó Harry confundido y preocupado.
-Tranquilo, no creo que sea un problema. Mas bien una situación- sugirió Ginny.
-¿Una situación?
-Si, una pequeña situación que crecerá y en nueve meses chillara junto a nuestro bebé.
-¿Hermione esta embarazada?- preguntaron Harry y todos los Weasley con sorprendente sincronización.
-No creo que ella no sepa, pero estoy embarazada, tengo telepatía con las demás embarazadas.
-Eso no tiene sentido- contradijo Sirius.
-¿Desde cuando tengo que decir cosas con sentido?

-Touché, pelirrojita. 

20 comentarios:

  1. Me gusta. Espero que actualices pronto

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  2. Me encanta la historia... aunque como sugerencia me gustaría que actualizaras mas, tal ves en lugar de un pedazo por semana sea mejor que hicieras el capitulo entero una vez al mes y así no se perdería el hilo de la historia. Pero me sigue encantando lo que escribes eres genial...

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    1. NO!!! No una vez al mes no! No pudiera esperar tanto tiempo para leer el siguiente cap. si apenas puedo con una vez a la semana...moriria de la intrigia y las ansias para el siguiente capitulo! Necesito al menos un capitulo semanal! Pero Mero, si actualizas mas veces por semana, te juro que no me quejo

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    2. NO PUEDE SER UNA VEZ AL MES NOOOOOOOOOOO!!!!! ME MORIRIA DE ESPERAR

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    3. La verdad,es que pierdes el hilo. Personalmente, si lees otros fics el mes te parece muy corto. Pero lo realmente importante es llegar al final. Supongo que no va a haber prólogo...

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  3. Perfecto como siempre jajaj Ron puede ser tierno a veces pero la mayoría de veces tiene la sensibilidad de una cucharita jajajajajjj

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  4. Me encanta, perfecto como siempre! Seguilaa es lo mas!
    Me inspiraste para hacer mi propio fic
    Este es: www.historiasdeluniversodeharrypotter.blogspot.com.ar
    Espero que pasen y lean!

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  5. Me encanta!!! Amo que Ron sea tierno y cariñoso unas veces y otras que 'tenga la sensibilidad de una cucharita' Tambien me da risa las dicusiones Remus/Lunatico/Sirius/Canuto!!!
    Por favor actualiza rapido que me muero de ganas de seguir leyendo el fic!!!

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  6. Continúa porfiiiiii

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  7. Sigueee poorfaaaa!!! Que ya hace muchooo que no actualizaaaas ����

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  8. Segila porfiss!!!! Hace mucho que no actualizas!!!

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  9. muy bueno!! yo voto por un pedacito cada semana, no podria aguantar todo un mes sin que actualizaras!

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  10. Me encanto amo tu historia, la trama para mi vale la pena esperar por cada uno de los capítulos.

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  11. Que lenta que eres espero no estar muerto cuando lo acabes!!! Hay que ser mas profesional!!!

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  12. Jaja no todo tiene que tener sentido no?

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  13. Pork no subes el otro cap? Aunk sea medio capítulo

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  14. Jajaja de lo mejor qué eh leído.
    ¡Me fascina !

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