Aclaración: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a Jo Rowling, yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo de una manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.
Espero disfruten, recuerden que voy subiendo las partes del capítulo en la misma entrada.
Harry Potter y el Prisionero de Azkaban
Capitulo IV: "El Caldero Chorreante"
ACLARACIÓN: Saque el capitulo de internet y no estaba entero, ahora descargue el libro en pdf para ir sacando de a capitulos y faltaba un pedacito del tercer capitulo que voy a subirlo ahora.
Antes de que Harry se
pudiera dar la vuelta, notó una mano en el hombro. Al mismo tiempo, Stan gritó:
—¡Caray! ¡Ernie, ven
aquí! ¡Ven aquí!
-Bueno, Voldemort no es- bufó Gideon.
Harry miró hacia
arriba para ver quién le había puesto la mano en el hombro y sintió como si le echaran
un caldero de agua helada en el estómago. Estaba delante del mismísimo
Cornelius Fudge, el ministro de Magia.
Ceños fruncidos, caras de asombro y de curiosidad se esparcieron.
-Dudo mucho que el ministro vaya por el país resolviendo
casos de magia en menores- cuestionó Minerva.
Stan saltó a la
acera, tras ellos.
—¿Cómo ha llamado a
Neville, señor ministro? —dijo nervioso.
-¿Eso es todo lo que tiene que preguntar?- se mofó Marlenne.
Fudge, un hombre
pequeño y corpulento vestido con una capa larga de rayas, parecía distante y
cansado.
Albus frunció levemente el entrecejo.
—¿Neville? —repitió
frunciendo el entrecejo—. Es Harry Potter.
—¡Lo sabía! —gritó
Stan con alegría—. ¡Ernie! ¡Ernie! ¡Adivina quién es Neville! ¡Es Harry Potter!
¡Veo su cicatriz!
—Sí —dijo Fudge
irritado—. Bien, estoy muy orgulloso de que el autobús noctámbulo haya
transportado a Harry Potter; pero ahora él y yo tenemos que entrar en el
Caldero Chorreante...
-Eso es bueno, Stan comenzaba a estresarme- se quejó Seamus.
Fudge apretó más
fuerte el hombro de Harry, y Harry se vio conducido al interior de la taberna.
Una figura encorvada, que portaba un farol, apareció por la puerta de detrás de
la barra. Era Tom, el dueño desdentado y lleno de arrugas.
Muchas chicas fruncieron el ceño, Tom no era de los mas
caballerosos.
—¡Lo ha atrapado, señor
ministro! —dijo Tom—. ¿Querrá tomar algo? ¿Cerveza? ¿Brandy?
-Es un niño ¡No debe ofrecerle alcohol!- regañó Molly.
—Tal vez un té
—contestó Fudge, que aún no había soltado a Harry.
Detrás de ellos se
oyó un ruido de arrastre y un jadeo, y aparecieron Stan y Ernie acarreando el
baúl de Harry y la jaula de Hedwig, y mirando emocionados a su alrededor.
-Que comience el ataque de fanatismo- se burló Ginny.
-Mira quien lo dice-comento por lo bajo George.
—¿Por qué no nos has
dicho quién eras, Neville? —le preguntó Stan sonriendo, mientras Ernie, con su
cara de búho, miraba por encima del hombro de Stan con mucho interés.
—Y un salón privado, Tom,
por favor —pidió Fudge lanzándoles una clara indirecta.
-Aunque también quiero que se vayan, eso no fue muy cortés-
criticó Alice.
—Adiós —dijo Harry
con tristeza a Stan y Ernie, mientras Tom indicaba a Fudge un pasadizo que
salía del bar.
—¡Adiós, Neville!
—dijo Stan.
-Como que quedo claro que no
te llamas Neville- cortó el propio Neville.
Fudge llevó a Harry
por el estrecho pasadizo, tras el farol de Tom, hasta que llegaron a una
pequeña estancia. Tom chascó los dedos, y se encendió un fuego en la chimenea.
Tras hacer una reverencia, se fue.
-¿Se dan cuenta que es un niño de trece años indefenso?
¡Podría haberle pasado cualquier cosa!- Lily estaba bastante indignada.
—Siéntate, Harry
—dijo Fudge, señalando una silla que había al lado del fuego.
Harry se sentó. Se le
había puesto carne de gallina en los brazos, a pesar del fuego. Fudge se quitó
la capa de rayas y la dejó a un lado. Luego se subió un poco los pantalones del
traje verde botella y se sentó enfrente de Harry.
—Soy Cornelius Fudge,
ministro de Magia.
-¡NO ME DIGAS!- Fred y George gritaron a coro, sorprendiendo
a todos y asustando a algunos que estaban concentrados en la lectura.
Por supuesto, Harry
ya lo sabía. Había visto a Fudge en una ocasión anterior, pero como entonces
llevaba la capa invisible que le había dejado su padre en herencia, Fudge no
podía saberlo.
-Que bueno que lo recuerdes, puede ser un total asco
explicar cómo sabes cosas que viste cuando no te veían. Cornamenta la usaba
para espiar a la pel…-Canuto se calló por la mirada asesina que le dedicó
James.
Tom, el propietario,
volvió con un delantal puesto sobre el camisón y llevando una bandeja con té y
bollos. Colocó la bandeja sobre la mesa que había entre Fudge y Harry, y salió
de la estancia cerrando la puerta tras de sí.
-¿Creen que eso sea algo higiénico? No se si yo comería algo
que él cocinara- se quejó Lily con una mueca.
-Hay una cocinera, pero yo no me jugaría la cabeza por ella-
respondió Charlie.
—Bueno, Harry —dijo
Fudge, sirviendo el té—, no me importa confesarte que nos has traído a todos de
cabeza. ¡Huir de esa manera de casa de tus tíos! Había empezado a pensar...
Pero estás a salvo y eso es lo importante.
-A salvo… ¿de qué, exactamente?- cuestionó Remus.
Fudge se untó un
bollo con mantequilla y le acercó el plato a Harry.
—Come, Harry, pareces
desfallecido. Ahora... te agradará oír que hemos solucionado la hinchazón de la
señorita Marjorie Dursley Hace unas horas que enviamos a Privet Drive a dos
miembros del departamento encargado de deshacer magia accidental. Han
desinflado a la señorita Dursley y le han modificado la memoria. No guarda
ningún recuerdo del incidente. Así que asunto concluido y no hay que lamentar
daños.
-¿Si es algo tan sencillo como eso…que hace el ministro
ahí?- Arthur, al igual que el resto del mundo, parecía contrariado.
Fudge sonrió a Harry por
encima del borde de la taza. Parecía un tío contemplando a su sobrino favorito.
Harry, que no podía creer lo que oía, abrió la boca para hablar; pero no se le
ocurrió nada que decir; así que la volvió a cerrar.
-Siempre tan elocuente, tú- se burló Ginny.
—¡Ah! ¿Te preocupas
por la reacción de tus tíos? —añadió Fudge—. Bueno, no te negaré que están muy
enfadados, Harry, pero están dispuestos a volver a recibirte el próximo verano,
con tal de que te quedes en Hogwarts durante las vacaciones de Navidad y de
Semana Santa.
-Típico. ¿No hay personas que se encarguen de saber si los
niños viven bien? Yo considero todo eso como maltrato- Albus suspiró ante el
comentario de Hermione, seguramente él tenía algo que ver.
Harry carraspeó.
—Siempre me quedo en
Hogwarts durante la Navidad y la Semana Santa —observó—. Y no quiero volver
nunca a Privet Drive.
—Vamos, vamos. Estoy
seguro de que no pensarás así cuando te hayas tranquilizado —dijo Fudge en tono
de preocupación—. Después de todo, son tu familia, y estoy seguro de que sentís
un aprecio mutuo... eh... muy en el fondo.
-Enterrado, en lo profundo de una onda cueva bajo todo el
hielo de sus corazones endurecidos- todos miraron a Pandora, que solo comía un
panecillo despreocupadamente.
No se le ocurrió a
Harry desmentir a Fudge. Quería oír cuál sería su destino.
—Así que todo cuanto
queda por hacer —añadió Fudge untando de mantequilla otro bollo— es decidir
dónde vas a pasar las dos últimas semanas de vacaciones. Sugiero que cojas una
habitación aquí, en el Caldero Chorreante, y...
—Un momento
—interrumpió Harry—. ¿Y mi castigo?
-¿Para que quieres que te castiguen?- Sirius lo miró desconcertado-
Además se lo merecía.
Fudge parpadeó.
—¿Castigo?
—¡He infringido la
ley! ¡El Decreto para la moderada limitación de la brujería en menores de edad!
-¡Estas pidiendo que te castiguen! ¡Eres la deshonra de tus
amigos, tus familia y tu lechuza!- reprochó Gideon.
—¡No te vamos a
castigar por una tontería como ésa! —gritó Fudge, agitando con impaciencia la
mano que sostenía el bollo—. ¡Fue un accidente! ¡No se envía a nadie a Azkaban
sólo por inflar a su tía!
Pero aquello no
cuadraba del todo con el trato que el Ministerio de Magia había dispensado a
Harry anteriormente.
-Tendra que ver con lo de Sirius- sugirió Dorcas.
-¿Quién sería tan idiota de pensar que yo le haría daño a mi
cachorro?- bufó Canuto.
—¡El año pasado me
enviaron una amonestación oficial sólo porque un elfo doméstico tiró un pastel
en la casa de mi tío! —exclamó Harry arrugando el entrecejo—. ¡El Ministerio de Magia me
comunicó que me expulsarían de Hogwarts si volvía a utilizarse magia en aquella
casa!
Si a Harry no le
engañaban los ojos, Fudge parecía embarazado.
-No entiendo que quieras que te castiguen, pero si tienes tu
punto- Hermione parecía de acuerdo con que Harry cuestionara de esa manera al
Ministro.
—Las circunstancias
cambian, Harry... Tenemos que tener en cuenta... Tal como están las cosas
actualmente... No querrás que te expulsemos, ¿verdad?
—Por supuesto que no
—dijo Harry.
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_ACA EMPIEZA, POR FIN, EL CAPITULO 4_
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-¿Quién querría eso?
—Bueno, entonces,
¿por qué protestas? —dijo Fudge riéndose, sin darle importancia—. Ahora cómete
un bollo, Harry, mientras voy a ver si Tom tiene una habitación libre para ti.
Fudge salió de la
estancia con paso firme, y Harry lo siguió con la mirada. Estaba sucediendo
algo muy raro. ¿Por qué lo había esperado Fudge en el Caldero Chorreante si no
era para castigarlo por lo que había hecho? Y pensando en ello, seguro que no
era normal que el mismísimo ministro de Magia se encargara de problemas como la
utilización de la magia por menores de edad.
Todos, especialmente los adultos coincidían en ese
pensamiento.
-Tiene algo que ver lo del escape de Sirius, es seguro.
-¿Quién me creería capaz de dañarlo? Es lo mas cercano que
tengo a un cachorro…- Lily tosió levemente-lo mas cercano a un hijo- se
corrigió con molestia.
-Las mismas personas que podrían creerte un asesino.
Fudge regresó
acompañado por Tom, el tabernero.
—La habitación 11 está
libre, Harry —le comunicó Fudge—. Creo que te encontrarás muy cómodo. Sólo una
petición (y estoy seguro de que lo entenderás): no quiero que vayas al Londres
muggle, ¿de acuerdo? No salgas del callejón Diagon. Y tienes que estar de
vuelta cada tarde antes de que oscurezca. Supongo que lo entiendes. Tom te
vigilará en mi nombre.
-¿Hay algun momento de tu vida en que no estes en peligro?
Harry se encogió de hombros.
-Nadie quería asesinarme ese año, mas o menos.
-¿Mas o menos? ¡Eso no me deja tranquila!- se quejó Lily.
—De acuerdo
—respondió Harry—. Pero ¿por qué...?
—No queremos que te
vuelvas a perder —explicó Fudge, riéndose con ganas—. No, no... mejor saber
dónde estás... Lo que quiero decir...
Fudge se aclaró
ruidosamente la garganta y recogió su capa.
—Me voy. Ya sabes,
tengo mucho que hacer.
—¿Han atrapado a
Black? —preguntó Harry.
Ambos Sirius fruncieron el ceño, acompañados por James y
Remus.
-Sirius…lo siento, hay cosas que no debí haber dicho ni
pensado. –Harry se sentía culpable.
-Cachorro, no había forma de que supieras cosas que nadie
sabía. ¿Si no me creyeron los que debían creerme…- dio una rápida mirada a
Remus- como ibas a creerme si no me conocias?
Los dedos de Fudge
resbalaron por los broches de plata de la capa.
—¿Qué? ¿Has oído
algo? Bueno, no. Aún no, pero es cuestión de tiempo. Los guardias de Azkaban no
han fallado nunca, hasta ahora... Y están más irritados que nunca. —Fudge se
estremeció ligeramente.
Igual que Sirius, pensar en dementores le revolvía el
estomago.
— Bueno, adiós.
Alargó la mano y Harry, al estrecharla, tuvo
una idea repentina.
—¡Señor ministro!
¿Puedo pedirle algo?
—Por supuesto —sonrió
Fudge.
—Los de tercer curso,
en Hogwarts, tienen permiso para visitar Hogsmeade, pero mis tíos no han
firmado la autorización. ¿Podría hacerlo usted?
James y Lily, al
igual que la mayoría, se sintieron tristes por Harry.
-Podrá ser el ministro, pero no tiene ese poder- dijo Percy.
Fudge parecía
incómodo.
—Ah —exclamó—. No,
no, lo siento mucho, Harry. Pero como no soy ni tu padre ni tu tutor...
—Pero usted es el
ministro de Magia —repuso Harry—. Si me diera permiso...
—No. Lo siento,
Harry, pero las normas son las normas —dijo Fudge rotundamente—. Quizá puedas
visitar Hogsmeade el próximo curso. De hecho, creo que es mejor que no... Sí.
Bueno, me voy. Espero que tengas una estancia agradable aquí, Harry.
Y con una última
sonrisa, salió de la estancia.
-Un problema menos, Fudge no me agrada- comentó Bill.
Tom se acercó a Harry
sonriendo.
—Si quiere seguirme,
señor Potter... Ya he subido sus cosas...
Harry siguió a Tom
por una escalera de madera muy elegante hasta una puerta con un número 11 de
metal colgado en ella. Tom la abrió con la llave para que Harry pasara. Dentro
había una cama de aspecto muy cómodo, algunos muebles de roble con mucho
barniz, un fuego que crepitaba alegremente y, encaramada sobre el armario...
-No es muy bueno que un niño de su edad este solo en un
hotel- criticó Molly- bien podrían haberlo llevado a la madriguera.
-Todo es mejor que estar con esos muggles, por lo menos esta
a salvo- calmó Marlenne.
—¡Hedwig! —exclamó
Harry.
La blanca lechuza dio
un picotazo al aire y se fue volando hasta el brazo de Harry.
—Tiene una lechuza
muy lista —dijo Tom con una risita—. Ha llegado unos cinco minutos después de
usted.
Harry sonrió con nostalgia, él adoraba a aquella lechuza.
–Si necesita algo, señor Potter; no dude en
pedirlo.
Volvió a hacer una inclinación,
y abandonó la habitación.
Harry se sentó en su
cama durante un rato, acariciando a Hedwig y pensando en otras cosas. El cielo
que veía por la ventana cambió rápidamente del azul intenso y aterciopelado a
un gris frío y metálico, y luego, lentamente, a un rosa con franjas doradas.
-Es hora de que descanses-
suspiró Alice.
Apenas podía creer
que acabara de abandonar Privet Drive hacía sólo unas horas, que no hubiera
sido expulsado y que tuviera por delante la perspectiva de pasar dos semanas
sin los Dursley.
—Ha sido una noche
muy rara, Hedwig —dijo bostezando.
-Ni que lo digas.
Y sin siquiera
quitarse las gafas, se desplomó sobre la almohada y se quedó dormido.
Ginny sonrió, Harry durmiendo era una de las cosas mas
tiernas del mundo, especialmente ahora que James Sirius se dormía en la misma posición
que él.
_ACA EMPIEZA, POR FIN, EL CAPITULO 4_
Harry tardó varios
días en acostumbrarse a su nueva libertad. Nunca se había podido levantar a la
hora que quería, ni comer lo que le gustaba.
Harry se sintió incomodo por todas las miradas de lastima y compasión
que recibía.
Podía ir donde le
apeteciera, siempre y cuando estuviera en el callejón Diagon, y como esta calle
larga y empedrada rebosaba de las tiendas de brujería más fascinantes del
mundo, Harry no sentía ningún deseo de incumplir la palabra que le había dado a
Fudge ni de extraviarse por el mundo muggle.
Molly pareció aliviarse de que el pequeño no desobedeciera
eso.
Desayunaba por las
mañanas en el Caldero Chorreante, donde disfrutaba viendo a los demás
huéspedes: brujas pequeñas y graciosas que habían llegado del campo para pasar
un día de compras; magos de aspecto venerable que discutían sobre el último
artículo aparecido en la revista La transformación moderna; brujos de aspecto
primitivo; enanitos escandalosos; y, en cierta ocasión, una bruja malvada con
un pasamontañas de gruesa lana, que pidió un plato de hígado crudo.
Tonks hizo una graciosa mueca de asco, fingiendo arcadas.
Después del desayuno,
Harry salía al patio de atrás, sacaba la varita mágica, golpeaba el tercer
ladrillo de la izquierda por encima del cubo de la basura, y se quedaba esperando
hasta que se abría en la pared el arco que daba al callejón Diagon.
Los hijos de muggles sonrieron al recordar la primera vez
que vieron abrirse esa pared.
Harry pasaba aquellos
largos y soleados días explorando las tiendas y comiendo bajo sombrillas de
brillantes colores en las terrazas de los cafés,
Ginny sonrió anchamente, algunas de sus citas también habían
sido así.
donde los ocupantes
de las otras mesas se enseñaban las compras que habían hecho («es un
lunascopio, amigo mío, se acabó el andar con los mapas lunares, ¿te das
cuenta?») o discutían sobre el caso de
Sirius Black («yo no pienso dejar a ninguno de mis chicos que salga solo hasta
que Sirius vuelva a Azkaban»).
-¡Yo nunca dañaría un niño! Ni siquiera dañaría un adulto
sino es un maldito mortífago. –Se defendió Canuto ante algunas miradas
acusatorias.
Harry ya no tenía que
hacer los deberes bajo las mantas y a la luz de una vela; ahora podía sentarse,
a plena luz del día, en la terraza de la Heladería Florean Fortescue, y
terminar todos los trabajos con la ocasional ayuda del mismo Florean Fortescue,
quien, además de saber mucho sobre la quema de brujas en los tiempos
medievales, daba gratis a Harry, cada media hora, un helado de crema y
caramelo.
-Recuerdame darle mas propinas a ese hombre- comentó James,
intentando cortar el malhumor de Sirius.
-Y regalarle un libro de nutrición infantil, comer tanto
helado de ninguna manera puede ser bueno- agregó Lily.
-¡Comer helado nunca puede ser malo!- contradijo Tonks
horrorizada ante la idea de que su madre escuchara y le prohibiera el helado.
Después de llenar el
monedero con galeones de oro, sickles de plata y knuts de bronce de su cámara
acorazada en Gringotts, necesitó mucho dominio para no gastárselo todo
enseguida.
-No podrías gastarte todo el dinero de los Potter ni que
quisieras- corrigió James.
Tenía que recordarse
que aún le quedaban cinco años en Hogwarts, e imaginarse pidiéndoles dinero a
los Dursley para libros de hechizos. Para no caer en la tentación de comprarse
un juego de gobstones de oro macizo (un juego mágico muy parecido a las
canicas, en el que las bolas lanzan un líquido de olor repugnante a la cara del
jugador que pierde un punto).
-Eso hubiese sido una compra irresponsable- felicitó Remus,
por contenerse de comprar algo tan impráctico.
-Pero hubiese sido divertido, te lo comprare- Lupin y Lily
miraron con el ceño fruncido a Sirius que se encogió de hombros.
También le tentaba
una gran bola de cristal con una galaxia en miniatura dentro, que habría venido
a significar que no tendría que volver a recibir otra clase de astronomía.
Hermione puso los ojos en blanco, astronomía y adivinación
eran materias de lo mas inútiles.
Pero lo que más a prueba puso su decisión
apareció en su tienda favorita (Artículos de Calidad para el Juego del
Quidditch) a la semana de llegar al Caldero Chorreante. Deseoso de enterarse de
qué era lo que observaba la multitud en la tienda, Harry se abrió paso para
entrar; apretujándose entre brujos y brujas emocionados, hasta que vio, en un
expositor; la escoba más impresionante que había visto en su vida.
-¡COMPRATELA!- Lily saltó en el asiento ante el grito de
James, quien estaba muy cerca de su oído.
-¡¿Qué te ha hecho mi pobre timpano?!
James hizo un puchero.
-Pero tiene que comprarla.
—Acaba de salir...
prototipo... —le decía un brujo de mandíbula cuadrada a su acompañante.
—Es la escoba más
rápida del mundo, ¿a que sí, papá? —gritó un muchacho más pequeño que Harry,
que iba colgado del brazo de su padre.
El propietario de la
tienda decía a la gente:
—¡La selección de
Irlanda acaba de hacer un pedido de siete de estas maravillas! ¡Es la escoba
favorita de los Mundiales!
Los fanáticos del Quidditch estaban que se mordían las uñas
por semejante belleza.
Al apartar a una
bruja de gran tamaño, Harry pudo leer el letrero que había al lado de la
escoba:
SAETA DE FUEGO
-¡YO QUIERO!- Otro grito sobresalto a Lily.
-¡Maldita sea James, deja de gritar o te pateare el trasero
y no podrás volver a sentarte en una escoba!
-Me amenazas, con todo el amor que yo te tengo y me
maltratas de esa forma- suspiró dramáticamente.
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Este ultimísimo modelo
de escoba de carreras dispone de un palo de fresno ultra fino y aerodinámico,
tratado con una cera durísima, y está numerado a mano con su propia matrícula.
Cada una de las ramitas de abedul de la cola ha sido especialmente seleccionada
y afilada hasta conseguir la perfección aerodinámica. Todo ello otorga a la
Saeta de Fuego un equilibrio insuperable y una precisión milimétrica. La Saeta
de Fuego tiene una aceleración de 0 a 240 km/hora en diez segundos, e incorpora
un sistema indestructible de frenado por encantamiento. Preguntar precio en el
interior.
Los amantes de Quidditch estaban que se morían ante
semejante descripción.
-Quiero casarme con esa escoba- suspiró Charlie.
-Creo que sería la única forma en que te casarías- murmuró
Bill, ganándose una mala mirada de su hermano.
Preguntar el
precio... Harry no quería ni imaginar cuanto costaría la Saeta de Fuego. Nunca
le había apetecido nada tanto como aquello... Pero nunca había perdido un
partido de quidditch en su Nimbus 2.000,
-No se porque te niegas tanto, lo primero que hice cuando
herede, fue comprarme una motocicleta, la más costosa y hermosa que vi. Nadie murió
por darse un gusto.
-Sirius, Harry solo quiere ser responsable con su dinero- le
recordó Hermione.
-Dime cachorro, ¿Cuál fue el mejor gasto que hiciste solo
por gusto?-Harry se encogió de hombros.
-Le compro muchas cosas bonitas y costosas a Ginny, no lo
hago de avaro, solo no me interesa comprarme cosas, y por aquel entonces
tampoco era consciente de los números que manejaba.
Ginny se acarició la discreta H de oro blanco que tenía
colgando de su cuello con una fina cadena. Harry siempre le regalaba cosas como
esa, sin importar cuánto protestara ella. Pero aquel dije, después de su anillo de
bodas, era su regalo favorito. En la esquina de la letra, tenía una pequeña
esmeralda, del color de los ojos de Harry. Había sido el primer regalo que él
le había hecho, en el primer San Valentín que pasaron siendo novios.
¿y de qué le servía
dejar vacía su cámara de seguridad de Gringotts para comprarse la Saeta de
Fuego teniendo ya una escoba muy buena? Harry no preguntó el precio, pero
regresó a la tienda casi todos los días sólo para contemplar la Saeta de Fuego.
James y Canuto fruncieron el ceño. En cambio, Sirius sonrió,
no se había equivocado con su regalo.
Sin embargo, había cosas que Harry tenía que
comprar. Fue a la botica para aprovisionarse de ingredientes para pociones, y
como la túnica del colegio le quedaba ya demasiado corta tanto por las piernas
como por los brazos, visitó la tienda de Túnicas para Cualquier Ocasión de la
señora Malkin y compró otra nueva. Y lo más importante de todo: tenía que
comprar los libros de texto para sus dos nuevas asignaturas: Cuidado de
Criaturas Mágicas y Adivinación.
Lily y Hermione hicieron una mueca. Definitivamente no eran
sus materias predilectas.
Harry se sorprendió
al mirar el escaparate de la librería. En lugar de la acostumbrada exhibición
de libros de hechizos, repujados en oro y del tamaño de losas de pavimentar
había una gran jaula de hierro que contenía cien ejemplares de El monstruoso
libro de los monstruos.
Dumbledore sonrió levemente, imaginándose a que venía todo
aquello.
Por todas partes
caían páginas de los ejemplares que se peleaban entre sí, mordiéndose
violentamente, enzarzados en furiosos combates de lucha libre.
Neville se estremeció levemente. Mientras Minerva fruncía el
ceño reprobatibamente.
Harry sacó del
bolsillo la lista de libros y la consultó por primera vez. El monstruoso libro
de los monstruos aparecía mencionado como uno de los textos programados para la
asignatura de Cuidado de Criaturas Mágicas.
-Bueno, al menos se entiende porque le regalo un libro que
casi le come el pie.
En ese momento Harry
comprendió por qué Hagrid le había dicho que podía serle útil. Sintió alivio.
Se había preguntado si Hagrid tendría problemas con algún nuevo y terrorífico
animal de compañía.
-Te habríamos ayudado de todas formas- se apuró a aclarar
Harry.
Cuando Harry entró en
Flourish y Blotts, el dependiente se acercó a él.
—¿Hogwarts? —preguntó
de golpe—. ¿Vienes por los nuevos libros?
—Sí —respondió
Harry—. Necesito...
—Quítate de en medio
—dijo el dependiente con impaciencia, haciendo a Harry a un lado.
-¿Qué forma de atender es esa?- se quejó Dorcas.
Se puso un par de
guantes muy gruesos, cogió un bastón grande, con nudos, y se dirigió a la jaula
de los libros monstruosos.
—Espere —dijo Harry
con prontitud—, ése ya lo tengo.
—¿Sí? —El rostro del
dependiente brilló de alivio—. ¡Cuánto me alegro! Ya me han mordido cinco veces
en lo que va de día.
-Eso lo explica bastante, creo yo.
Desgarró el aire un
estruendoso rasguido. Dos libros monstruosos acababan de atrapar a un tercero y
lo estaban desgarrando.
—¡Basta ya! ¡Basta
ya! —gritó el dependiente, metiendo el bastón entre los barrotes para
separarlos—. ¡No pienso volver a pedirlos, nunca más! ¡Ha sido una locura!
Pensé que no podía haber nada peor que cuando trajeron los doscientos
ejemplares del Libro invisible de la invisibilidad. Costaron una fortuna y
nunca los encontramos...
-¿Y quién podría ser tan estúpido?- Narcissa hizo una mueca
de desdén.
-Sangre impura, seguramente- murmuró Lucius sin poder
evitarlo, ganándose una mala mirada de Astoria.
Bueno, ¿en qué puedo
servirte?
—Necesito Disipar las
nieblas del futuro, de Cassandra Vablatsky —dijo Harry, consultando la lista de
libros.
—Ah, vas a comenzar
Adivinación, ¿verdad? —dijo el dependiente quitándose los guantes y conduciendo
a Harry a la parte trasera de la tienda, donde había una sección dedicada a la
predicción del futuro.
Hermione rodó los ojos.
-¿Podrías al menos disimular lo mucho que odias adivinación?-
se burló Ginny, mientras la profesora de adivinación de aquel entonces las
fulminaba con la mirada.
Había una pequeña
mesa rebosante de volúmenes con títulos como Predecir lo impredecible,
Protégete de los fallos y accidentes, Cuando el destino es adverso.
—Aquí tienes —le dijo
el dependiente, que había subido unos peldaños para bajar un grueso libro de
pasta negra—: Disipar las nieblas del futuro, una guía excelente de métodos
básicos de adivinación: quiromancia, bolas de cristal, entrañas de animales...
-¿Entrañas?- El pelo de Tonks se tornó, de lo que ella
describía, verde vomito.
Pero Harry no escuchaba.
Su mirada había ido a posarse en otro libro que estaba entre los que había
expuestos en una pequeña mesa: Augurios de muerte: qué hacer cuando sabes que
se acerca lo peor.
-Tu siempre tan optimista.
—Yo en tu lugar no
leería eso —dijo suavemente el dependiente, al ver lo que Harry estaba
mirando—. Comenzarás a ver augurios de muerte por todos lados. Ese libro consigue
asustar al lector hasta matarlo de miedo.
-Debe ser el favorito de Trewlaney- bufó Harry.
Pero Harry siguió
examinando la portada del libro. Mostraba un perro negro, grande como un oso,
con ojos brillantes. Le resultaba extrañamente familiar...
Ambos Sirius lo
miraron levemente ofendidos. Con todo lo maravilloso y majestuoso de un hermoso
can negro y él se ponía a compararlo con un bicho de mal agüero.
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El dependiente puso
en las manos de Harry el ejemplar de Disipar las nieblas del futuro.
—¿Algo más?
—preguntó.
—Sí —dijo Harry, algo
aturdido, apartando los ojos de los del perro y consultando la lista de
libros—: Necesito... Transformación, nivel intermedio y Libro reglamentario de
hechizos, curso 3º.
Hermione suspiro, con una mezcla de nostalgia y cansancio al
pensar en su tercer año y todas las materias que había cursado.
Diez minutos después,
Harry salió de Flourish y Blotts con sus nuevos libros bajo el brazo, y volvió
al Caldero Chorreante sin apenas darse cuenta de por dónde iba, y chocando con
varias personas.
Ginny frunció el ceño.
Subió las escaleras
que llevaban a su habitación, entró en ella y arrojó los libros sobre la cama.
Alguien la había hecho.
-Odio eso- corto Canuto.
-¿Qué hagan tu cama?
-No, que entren a la habitación mientras no estoy. Yo juro
que tenía más de veinte galeones en el baúl.
Las ventanas estaban abiertas y el sol entraba
a raudales. Harry oía los autobuses que pasaban por la calle muggle que quedaba
detrás de él, fuera de la vista; y el alboroto de la multitud invisible, abajo,
en el callejón Diagon. Se vio reflejado en el espejo que había en el lavabo.
-Egocentrico como su padre- murmuró Severus.
—No puede haber sido
un presagio de muerte —le dijo a su reflejo con actitud desafiante—. Estaba
muerto de terror cuando vi aquello en la calle Magnolia. Probablemente no fue
más que un perro callejero.
-Eres tan dramático, viste un perro, superalo- se mofó
Fabian.
Alzó la mano de forma
automática, e intentó alisarse el pelo.
-No vale la pena intentarlo- suspiraron James y Harry,
tocándose la nuca donde el pelo se encrispaba.
—Es una batalla
perdida —le respondió el espejo con voz silbante.
-Pero eso te hace mas sexy-le susurró Ginny, haciendo que
Harry riera algo sonrojado mientras Sirius levantaba una ceja insinuante.
Al pasar los días,
Harry empezó a buscar con más ahínco a Ron y a Hermione. Por aquellos días
llegaban al callejón Diagon muchos alumnos de Hogwarts, ya que faltaba poco
para el comienzo del curso. Harry se encontró a Seamus Finnigan y a Dean
Thomas, compañeros de Gryffindor; en la tienda Artículos de Calidad para el
Juego del Quidditch, donde también ellos se comían con los ojos la Saeta de Fuego;
-¿Quién no lo haría?- exclamó Seamus- era toda una belleza.
Se tropezó también, en la puerta de Flourish y
Blotts, con el verdadero Neville Longbottom, un muchacho despistado de cara
redonda. Harry no se detuvo para charlar; Neville parecía haber perdido la
lista de los libros, y su abuela, que tenía un aspecto temible, le estaba
riñendo.
-Hay que hablar con tu madre seriamente- cortó Alice, con
expresión tan firme como pocas veces se veía en su rostro amable. Frank asintió
de acuerdo.
Harry deseó que ella
nunca se enterara de que él se había hecho pasar por su nieto cuando intentaba
escapar del Ministerio de Magia.
-Hubiese estado orgullosa de ti por haberte enfrentado al
ministerio y avergonzada de mi por no hacerlo- suspiró Neville. El ojiverde se
removió incomodo sin saber que responder.
Harry despertó el
último día de vacaciones pensando en que vería a Ron y a Hermione al día
siguiente, en el expreso de Hogwarts. Se levantó, se vistió, fue a contemplar
por última vez la Saeta de Fuego, y se estaba preguntando dónde comería cuando
alguien gritó su nombre. Se volvió.
-Uno de ustedes dos, seguramente.
—¡Harry! ¡HARRY!
Allí estaban los dos,
sentados en la terraza de la heladería Florean Fortescue. Ron, más pecoso que
nunca; Hermione, muy morena; y los dos le llamaban la atención con la mano.
-¿En una cita tan jovencito pequeño ronnie?- se burlaron
Fred y George.
—¡Por fin! —dijo Ron,
sonriendo a Harry de oreja a oreja cuando éste se sentó—. Hemos estado en el
Caldero Chorreante, pero nos dijeron que habías salido, y luego hemos ido a
Flourish y Blotts, y al establecimiento de la señora Malkin, y...
-Recorrieron todo el callejón diagon en un cita romantica,
¿también se tomaron de la manito?- continuaron Fabian y Gideon.
Hermione puso los ojos en blanco.
—Compré la semana
pasada todo el material escolar. ¿Y cómo os enterasteis de que me alojo en el
Caldero Chorreante?
—Mi padre —contestó
Ron escuetamente.
Seguro que el señor
Weasley, que trabajaba en el Ministerio de Magia, había oído toda la historia
de lo que le había ocurrido a tía Marge.
-En el único lugar que los chismes corren mas rápido que en
el ministerio, es en Hogwarts-comentó Arthur.
—¿Es verdad que
inflaste a tu tía, Harry? —preguntó Hermione muy seria.
—Fue sin querer
—respondió Harry, mientras Ron se partía de risa—. Perdí el control.
—No tiene ninguna
gracia, Ron —dijo Hermione con severidad.
-¡Si la tiene!- contradijeron varias voces a lo largo del
comedor.
— Verdaderamente, me
sorprende que no te hayan expulsado.
—A mí también
—admitió Harry—. No sólo expulsado: lo que más temía era ser arrestado. —Miró a
Ron—: ¿No sabrá tu padre por qué me ha perdonado Fudge el castigo?
-Porque eres Harry Potter- bufó Sirius como si fuese
demasiado obvio.
—Probablemente,
porque eres tú. ¿No puede ser ése el motivo? —Encogió los hombros, sin dejar de
reírse—. El famoso Harry Potter. No me gustaría enterarme de lo que me haría a
mí el Ministerio si se me ocurriera inflar a mi tía. Pero primero me tendrían
que desenterrar; porque mi madre me habría matado.
Los hermanos Weasley empezaron a reírse, pero la risa se
extinguió con la mirada enfadada de su madre.
De cualquier manera, tú mismo le puedes
preguntar a mi padre esta tarde. ¡Esta noche nos alojamos también en el Caldero
Chorreante! Mañana podrás venir con nosotros a King’s Cross. ¡Ah, y Hermione
también se aloja allí!
-Esas noches son las mejores- suspiró Remus, recordando
tantas noches en que James, Sirius y él se quedaban en el caldero chorreante o
en la casa de James, riendo de cualquier cosa que sucediera y comportándose como
idiotas sin remedio.
La muchacha asintió
con la cabeza, sonriendo.
—Mis padres me han
traído esta mañana, con todas mis cosas del colegio.
—¡Estupendo! —dijo
Harry, muy contento—. ¿Habéis comprado ya todos los libros y el material para
el próximo curso?
—Mira esto —dijo Ron,
sacando de una mochila una caja delgada y alargada, y abriéndola—: una varita
mágica nueva. Treinta y cinco centímetros, madera de sauce, con un pelo de cola
de unicornio.
-Después de lo de Lockhart, no podías seguir con esa varita-
suspiró Molly.
Y tenemos todos los
libros. —Señaló una mochila grande que había debajo de su silla—. ¿Y qué te
parecen los libros monstruosos? El librero casi se echó a llorar cuando le
dijimos que queríamos dos.
—¿Y qué es todo eso,
Hermione? —preguntó Harry, señalando no una sino tres mochilas repletas que
había a su lado, en una silla.
James, al igual que la mayoría, miro con incredulidad a
Hermione.
—Bueno, me he
matriculado en más asignaturas que tú, ¿no te acuerdas? —dijo Hermione—. Son
mis libros de Aritmancia, Cuidado de Criaturas Mágicas, Adivinación, Estudio de
las Runas Antiguas, Estudios Muggles...
-¿Por qué estudios muggles?- preguntó Fred desconcertado.
-Es interesante saber como los magos ven a los muggles-
respondió Lily, en lugar de la castaña.
—¿Para qué quieres hacer
Estudios Muggles? —preguntó Ron volviéndose a Harry y poniendo los ojos en
blanco—. ¡Tú eres de sangre muggle! ¡Tus padres son muggles! ¡Ya lo sabes todo
sobre los muggles!
—Pero será fascinante
estudiarlos desde el punto de vista de los magos —repuso Hermione con seriedad.
—¿Tienes pensado
comer o dormir este curso en algún momento, Hermione? —preguntó Harry mientras Ron se reía.
Igual que muchos.
-Es como tú- comentó Marlenne, con una mueca, mirando a
Lily.
-¿Por qué lo dices con ese tono?
-O por nada, no es que nos molestara tener las luces
encendidas hasta la madrugada mientras hacías deberes.
Hermione no les hizo
caso:
—Todavía me quedan
diez galeones —dijo comprobando su monedero—. En septiembre es mi cumpleaños, y
mis padres me han dado dinero para comprarme el regalo de cumpleaños por
adelantado.
—¿Por qué no te
compras un libro? —dijo Ron poniendo voz cándida.
Hermione sonrió levemente, por aquel entonces se sentía
demasiado feliz cuando Ron era aunque fuese un poco amable con ella.
—No, creo que no
—respondió Hermione sin enfadarse—. Lo que más me apetece es una lechuza. Harry
tiene a Hedwig y tú tienes a Errol...
—No, no es mío. Errol
es de la familia. Lo único que poseo es a Scabbers. —Se sacó la rata del
bolsillo—. Quiero que le hagan un chequeo —añadió, poniendo a Scabbers en la
mesa, ante ellos—. Me parece que Egipto no le ha sentado bien.
La expresión de Sirius se endureció, y sus ojos grises se
oscurecieron.
Scabbers estaba más
delgada de lo normal y tenía mustios los bigotes.
-Creo que yo se porque era- murmuro Sirius, apretando los
puños.
—Ahí hay una tienda
de animales mágicos —dijo Harry, que por entonces conocía ya bastante bien el
callejón Diagon—. Puedes mirar a ver si tienen algo para Scabbers. Y Hermione
se puede comprar una lechuza.
Así que pagaron los
helados, cruzaron la calle para ir a la tienda de animales.
-¡Quiero una lechuza!- el grito de Tonks hizo que todos
dieran un brinco.
-¿Para que? Acabarías por pintarla Merlín sabrá con que para
que sea del mismo color de tu cabello- regañó Andromeda.
No había mucho
espacio dentro. Hasta el último centímetro de la pared estaba cubierto por
jaulas. Olía fuerte y había mucho ruido, porque los ocupantes de las jaulas
chillaban, graznaban, silbaban o parloteaban. La bruja que había detrás del
mostrador estaba aconsejando a un cliente sobre el cuidado de los tritones de
doble cola, así que Harry, Ron y Hermione esperaron, observando las jaulas.
Hagrid prestó
atención interesado.
Un par de sapos rojos
y muy grandes estaban dándose un banquete con moscardas muertas; cerca del
escaparate brillaba una tortuga gigante con joyas incrustadas en el caparazón;
-Eso es maltrato- bufó Dorcas.
serpientes venenosas
de color naranja trepaban por las paredes de su urna de cristal; un conejo
gordo y blanco se transformaba sin parar en una chistera de seda y volvía a su
forma de conejo haciendo «¡plop!».
-Muy de magia muggle el asunto- se burló Lily.
Había gatos de todos los colores, una
escandalosa jaula de cuervos, un cesto con pelotitas de piel del color de las
natillas que zumbaban ruidosamente y, encima del mostrador;
-¡Mamá…!
-No tendras nada de eso Nymphadora.
-¡No me llames Nymphadora!
Una enorme jaula de
ratas negras de pelo lacio y brillante que jugaban a dar saltos sirviéndose de
la cola larga y pelada.
-¡Lily…!
-No tendras nada de eso Black.
-¡No me llames Black!
El cliente de los
tritones de doble cola salió de la tienda y Ron se aproximó al mostrador.
—Se trata de mi rata
—le explicó a la bruja—. Desde que hemos vuelto de Egipto está descolorida.
—Ponla en el
mostrador —le dijo la bruja, sacando unas gruesas gafas negras del bolsillo.
Ron sacó a Scabbers y
la puso junto a la jaula de las ratas, que dejaron sus juegos y corrieron a la
tela metálica para ver mejor. Como casi todo lo que Ron tenía, Scabbers era de
segunda mano (antes había pertenecido a su hermano Percy) y estaba un poco
estropeada.
Ron se sonrojó levemente.
Comparada con las
flamantes ratas de la jaula, tenía un aspecto muy desmejorado.
Sirius seguía aprentado la mandibula.
—Hum —dijo la bruja,
cogiendo y levantando a Scabbers—, ¿cuántos años tiene?
—No lo sé —respondió
Ron—. Es muy vieja. Era de mi hermano.
—¿Qué poderes tiene?
—preguntó la bruja examinando a Scabbers de cerca.
—Bueenoooo... —dijo
Ron.
La verdad era que
Scabbers nunca había dado el menor indicio de poseer ningún poder que mereciera
la pena.
-Nunca lo hizo, maldita rata de porquería- varios miraron
desconcertados a Sirius que no dijo nada. Pero Canuto, James y Remus empezaban
a dudar de la alarmante ausencia de Peter.
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Los ojos de la bruja
se desplazaron desde la partida oreja izquierda de la rata a su pata delantera,
a la que le faltaba un dedo, y chascó la lengua en señal de reprobación.
-Ya la había recibido así- reprochó Ron ante algunas miradas
de desaprobación.
—Ha pasado lo suyo
—comentó la bruja.
—Ya estaba así cuando
me la pasó Percy —se defendió Ron.
—No se puede esperar
que una rata ordinaria, común o de jardín como ésta viva mucho más de tres años
—dijo la bruja—. Ahora bien, si buscas algo un poco más resistente, quizá te
guste una de éstas...
-¿Quiere que tires a tu mascota por otra mas nueva? Menuda
amante de los animales- ironizó Dorcas.
Señaló las ratas
negras, que volvieron a dar saltitos. Ron murmuró:
—Presumidas.
—Bueno, si no quieres
reemplazarla, puedes probar a darle este tónico para ratas —dijo la bruja,
sacando una pequeña botella roja de debajo del mostrador.
—Vale —dijo Ron—.
¿Cuánto...? ¡Ay!
-¿Qué pasa ahora?
Ron se agachó cuando
algo grande de color canela saltó desde la jaula más alta, se le posó en la
cabeza y se lanzó contra Scabbers, bufando sin parar.
Ron bufó, agradeciendo que Rose era alérgica a los gatos y
Crookshanks había ido a parar a casa de sus suegros.
—¡No, Crookshanks,
no! —gritó la bruja, pero Scabbers salió disparada de sus manos como una
pastilla de jabón, aterrizó despatarrada en el suelo y huyó hacia la puerta.
-Nunca creí que llegara el día en que amara a un
gato-suspiró Sirius.
—¡Scabbers! —gritó
Ron, saliendo de la tienda a toda velocidad, detrás de la rata; Harry lo
siguió.
Tardaron casi diez
minutos en encontrar a Scabbers, que se había refugiado bajo una papelera, en
la puerta de la tienda de Artículos de Calidad para el Juego del Quidditch. Ron
volvió a guardarse la rata, que estaba temblando.
Sirius sonrió de lado.
Se estiró y se rascó
la cabeza.
—¿Qué ha sido?
—O un gato muy grande
o un tigre muy pequeño —respondió Harry.
-Exagerado- criticó Hermione.
—¿Dónde está
Hermione?
—Supongo que
comprando la lechuza.
Volvieron por la
calle abarrotada de gente hasta la tienda de animales mágicos. Llegaron cuando
salía Hermione, pero no llevaba ninguna lechuza: llevaba firmemente sujeto el
enorme gato de color canela.
-¿Por qué me da la sensación de que van a discutir mucho por
eso?- murmuró Marlene.
—¿Has comprado ese
monstruo? —preguntó Ron pasmado.
—Es precioso, ¿verdad?
—preguntó Hermione, rebosante de alegría.
-¡Quiero un gatito!- chilló Tonks, sobresaltando a varios.
-Pero si no te gustan los gatos- respondió calmadamente Ted.
-tienes razón- pareció pensarlo un momento- ¡Tio Sirius,
quiero un perrito!
-Clar…-se silenció al ver la mirada amenazante de Andromeda.
«Sobre gustos no hay
nada escrito», pensó Harry. El pelaje canela del gato era espeso, suave y
esponjoso, pero el animal tenía las piernas combadas y una cara de mal genio
extrañamente aplastada, como si hubiera chocado de cara contra un tabique.
-Esa cosa era horrible.
-Era bonito.
-¡Oh por Merlín, Hermione, era un cerdo con pelo!
-¡Era un gato precioso, Ronald!
Harry puso los ojos en blanco.
Sin embargo, en aquel momento en que Scabbers
no estaba a la vista, el gato ronroneaba suavemente, feliz en los brazos de
Hermione.
—¡Hermione, ese ser
casi me deja sin pelo!
—No lo hizo a
propósito, ¿verdad, Crookshanks? —dijo Hermione.
—¿Y qué pasa con
Scabbers? —preguntó Ron, señalando el bolsillo que tenía a la altura del
pecho—. ¡Necesita descanso y tranquilidad! ¿Cómo va a tenerlos con ese ser
cerca?
-Deja que el gato se lo coma- solucionó con simpleza Sirius.
-No le tienes mucho cariño a la rata, ¿verdad?- cuestionó
Remus, intentando atar cabos.
—Eso me recuerda que
te olvidaste el tónico para ratas —dijo Hermione, entregándole a Ron la
botellita roja—. Y deja de preocuparte. Crookshanks dormirá en mi dormitorio y
Scabbers en el tuyo, ¿qué problema hay?
-Quien diría por ese entonces que ahora dormirían juntos- se
mofó Charlie.
-Y les va bastante bien, con la niña.
Hermione se removió algo nerviosa, mientras la pelirroja la
miraba con aire complice, era la única que sabía que había estado teniendo
nauseas y mareos, quizás Ginny no sería la única embarazada ese año…
El pobre Crookshanks... La bruja me dijo que
llevaba una eternidad en la tienda. Nadie lo quería.
—Me pregunto por qué
—dijo Ron sarcásticamente, mientras emprendían el camino del Caldero
Chorreante. Encontraron al señor Weasley sentado en el bar leyendo El Profeta.
-Por fin, ya tuve suficiente de peleas por el gato como para
repetirlas- suspiró cansinamente Harry.
—¡Harry! —dijo
levantando la vista y sonriendo—, ¿cómo estás?
—Bien, gracias —dijo
Harry en el momento en que él, Ron y Hermione llegaban con todas sus compras. El
señor Weasley dejó el periódico, y Harry vio la fotografía ya familiar de
Sirius Black, mirándole.
-Mierda- soltó Canuto.
-No era mi mejor foto- comentó Sirius, con cierto humor
negro y expresión perdida.
—¿Todavía no lo han
cogido? —preguntó.
-Lo siento- susurró Harry, ¿pero como podía él saber que
Sirius era inocente en aquel momento?
—No —dijo el señor
Weasley con el semblante preocupado—. En el Ministerio nos han puesto a todos a
trabajar en su busca, pero hasta ahora no se ha conseguido nada.
-Sigo sorprendida de que te hayan buscado durante varios
años y nunca hayan dado contigo- exclamó Hermione.
-Tuve un poco de ayuda- dio una mirada rápida a Tonks, quien
tenía parte de su caso y plantaba pistas falsas sobre su paradero.
—¿Tendríamos una recompensa
si lo atrapáramos? —preguntó Ron—. Estaría bien conseguir algo más de dinero...
-Ronald, la avaricia no es algo bueno- regañó su madre.
—No seas absurdo, Ron
—dijo el señor Weasley, que, visto más de cerca, parecía muy tenso—. Un brujo
de trece años no va a atrapar a Black. Lo cogerán los guardianes de Azkaban. Ya
lo verás.
Arthur miró con culpa a Sirius.
En ese momento entró
en el bar la señora Weasley cargada con compras y seguida por los gemelos Fred
y George, que iban a empezar quinto curso en Hogwarts, Percy, último Premio
Anual, y Ginny, la menor de los Weasley.
-Aun no puedo creer que te enamoraras de ella- comentó Ron,
mirando a su hermana, era tan incomprensible que alguien viera a la mocosa de
su hermana menor como una mujer interesante.
Ginny, que siempre se
había sentido un poco cohibida en presencia de Harry, parecía aún más tímida de
lo normal. Tal vez porque él le había salvado la vida en Hogwarts durante el
último curso. Se puso colorada y murmuró «hola» sin mirarlo.
-Y después de un noviazgo, una boda y tres embarazos, te sigues
sonrojando- se burló Harry con cariño.
Percy, sin embargo,
le tendió la mano de manera solemne, como si él y Harry no se hubieran visto nunca,
y le dijo:
—Es un placer verte,
Harry.
—Hola, Percy
—contestó Harry, tratando de contener la risa.
—Espero que estés
bien —dijo Percy ceremoniosamente, estrechándole la mano. Era como ser
presentado al alcalde.
—Muy bien, gracias...
Percy negó la cabeza avergonzado, mientras sus tios y sus
hermanos se burlaban de él.
—¡Harry! —dijo Fred,
quitando a Percy de en medio de un codazo, y haciendo ante él una profunda
reverencia—. Es estupendo verte, chico...
—Maravilloso —dijo
George, haciendo a un lado a Fred y cogiéndole la mano a Harry—. Sencillamente
increíble.
-Eres nuestro cuñado preferido, estimadísimo Harry.
-Soy su único cuñado.
-Aun no lo sabemos, Charlie podría jugar para el otro
equipo.
Percy frunció el
entrecejo.
—Ya vale —dijo la
señora Weasley.
—¡Mamá! —dijo Fred, como
si acabara de verla, y también le estrechó la mano—. Esto es fabuloso...
Todos soltaron risotadas, especialmente los gemelos prewett
y los merodeadores.
—He dicho que ya vale
—dijo la señora Weasley, depositando sus compras sobre una silla vacía—. Hola,
Harry, cariño. Supongo que has oído ya todas nuestras emocionantes noticias.
—Señaló la insignia de plata recién estrenada que brillaba en el pecho de
Percy—. El segundo Premio Anual de la familia —dijo rebosante de orgullo.
Percy y Bill asintieron, el primero de manera mas orgullosa.
—Y último —dijo Fred
en un susurro.
—De eso no me cabe
ninguna duda —dijo la señora Weasley, frunciendo de repente el entrecejo—. Ya
me he dado cuenta de que no os han hecho prefectos.
—¿Para qué queremos
ser prefectos? —dijo George, a quien la sola idea parecía repugnarle—. Le
quitaría a la vida su lado divertido.
-¡Adoro a estos chicos!- Sirius y canuto chocaron las manos
con los gemelos. –Con cornamenta opinábamos lo mismo, hasta que cierta
pelirroja fue nombrada premio anual y empezaron las asquerosas horas de estudio
y suspiros por la rojita.
Lily sonrió complacida y premio a James con un beso.
Ginny se rió.
—¿Quieres hacer el
favor de darle a tu hermana mejor ejemplo? —dijo cortante la señora Weasley.
-¡Ginny es mas mala influencia para nosotros, que nosotros
para ella!- se defendieron los gemelos, mientras el resto de los hermanos
asentía, ante una indignada Ginny.
—Ginny tiene otros
hermanos para que le den buen ejemplo —respondió Percy con altivez—. Voy a
cambiarme para la cena...
-Juro que lo mejor que pudo pasarte es que Audrey sea un
desastre con lindas piernas- suspiró Charlie.
Se fue y George dio
un suspiro.
—Intentamos
encerrarlo en una pirámide —le dijo a Harry—, pero mi madre nos descubrió.
Percy los miró ofendido, pero los gemelos (al igual que la
gran mayoría) se reían descaradamente.
Aquella noche la cena
resulto muy agradable. Tom, el tabernero, junto tres mesas del comedor; y los
siete Weasley, Harry y Hermione tomaron los cinco deliciosos platos de la cena.
—¿Cómo iremos a King’s
Cross mañana, papá? —preguntó Fred en el momento en que probaban un suculento
pudín de chocolate.
Remus se relamió sin poder evitarlo, maldita debilidad.
—El Ministerio pone a
nuestra disposición un par de coches —respondió el señor Weasley.
Todos lo miraron.
—¿Por qué? —preguntó
Percy con curiosidad.
—Por ti, Percy —dijo
George muy serio—. Y pondrán banderitas en el capó, con las iniciales «P. A.»
en ellas...
—Por «Presumido del
Año» —dijo Fred.
-Oh maldita sea, si no fueran pelirrojos creería que son mis
hijos- exclamó Sirius secándose una lagrima de risa.
Todos, salvo Percy y
la señora Weasley, soltaron una carcajada.
—¿Por qué nos
proporciona coches el Ministerio, padre? —preguntó Percy con voz de
circunstancias.
—Bueno, como ya no
tenemos coche, me hacen ese favor; dado que soy funcionario.
Lo dijo sin darle
importancia, pero Harry notó que las orejas se le habían puesto coloradas, como
las de Ron cuando se azoraba.
-Era muy obvio que era por ti- dijo Ginny distraídamente.
—Menos mal —dijo la
señora Weasley con voz firme—. ¿Os dais cuenta de la cantidad de equipaje que
lleváis entre unos y otros? Qué buena estampa haríais en el metro muggle... Lo
tenéis ya todo listo, ¿verdad?
—Ron no ha metido aún
las cosas nuevas en el baúl —dijo Percy con tono de resignación—. Las ha dejado
todas encima de mi cama.
-A nadie le agradan los soplones, Percy- bufó Ron.
-Tu te casaste con una soplona- retrucó Fred.
-¡Ey, fui prefecta, era mi obligación!- se defendió azorada.
—Lo mejor es que
vayas a preparar el equipaje, Ron, porque mañana por la mañana no tendremos
mucho tiempo —le reprendió la señora Weasley. Ron miró a Percy con cara de
pocos amigos.
Percy rodó los ojos.
Después de la cena
todos se sentían algo pesados y adormilados. Uno por uno fueron subiendo las
escaleras hacia las habitaciones, para ultimar el equipaje del día siguiente.
La habitación de Ron y Percy era contigua a la de Harry. Acababa de cerrar su
baúl con llave cuando oyó voces de enfado a través de la pared, y fue a ver qué
ocurría.
-Chismoso- criticó Ginny con una sonrisa divertida.
La puerta de la
habitación 12 estaba entreabierta, y Percy gritaba.
—Estaba aquí, en la
mesita. Me la quité para sacarle brillo.
—No la he tocado, ¿te
enteras? —gritaba Ron a su vez.
—¿Qué ocurre?
—preguntó Harry.
—Mi insignia de
Premio Anual ha desaparecido —dijo Percy volviéndose a Harry.
-¿Por qué me da que Ron dice la verdad?- preguntó James,
mirando divertido a los gemelos.
—Lo mismo ha ocurrido
con el tónico para ratas de Scabbers —añadió Ron, sacando las cosas de su baúl
para comprobarlas—. Puede que me lo haya olvidado en el bar...
—¡Tú no te mueves de
aquí hasta que aparezca mi insignia! —gritó Percy.
—Yo iré por lo de
Scabbers, ya he terminado de preparar el equipaje —dijo Harry a Ron.
-Claro, dejame con el maniaco de la insignia, no hay
problemas- bufó el pelirrojo, ganándose una mirada ofendida de su hermano
mayor.
Harry se hallaba en
mitad de las escaleras, que estaban muy oscuras, cuando oyó dos voces airadas
que procedían del comedor. Tardó un segundo en reconocer que eran las de los
padres de Ron. Se quedó dudando, porque no quería que ellos se dieran cuenta de
que los había oído discutiendo, y el sonido de su propio nombre le hizo
detenerse y luego acercarse a la puerta del comedor.
Arthur suspiró, debía haber sido mas cuidadoso.
—No tiene ningún
sentido ocultárselo —decía acaloradamente el señor Weasley—. Harry tiene
derecho a saberlo. He intentado decírselo a Fudge, pero se empeña en tratar a
Harry como a un niño. Tiene trece años y...
-Y si es un niño- cortó Lily.
-Un niño que merece saber la verdad- agregó Sirius.
—¡Arthur, la verdad
le aterrorizaría! —dijo la señora Weasley en voz muy alta—. ¿Quieres de verdad
enviar a Harry al colegio con esa espada de Damocles? ¡Por Dios, está muy tranquilo
sin saber nada!
—No quiero asustarlo,
¡quiero prevenirlo! —contestó el señor Weasley—. Ya sabes cómo son Harry y Ron,
que se escapan por ahí. Se han internado en el bosque prohibido dos veces.
-Nunca por gusto- murmuró por lo bajo.
- ¡Pero Harry no debe
hacer lo mismo en este curso! ¡Cada vez que pienso lo que podía haberle
sucedido la otra noche, cuando se escapó de casa...! Si el autobús noctámbulo
no lo hubiera recogido, me juego lo que sea a que el Ministerio lo hubiera
encontrado muerto.
Lily, James y todos los que no sabían que estaba pasando
realmente palidecieron.
—Pero no está muerto,
está bien, así que ¿de qué sirve...?
—Molly: dicen que
Sirius Black está loco, y quizá lo esté,
-Loco siempre estuvo, es discutible lo de peligroso- comentó
Marlene.
-No estoy loco, soy de mente original- se defendió canuto.
Pero fue lo bastante
inteligente para escapar de Azkaban, y se supone que eso es imposible. Han
pasado tres semanas y no le han visto el pelo. Y me da igual todo lo que
declara Fudge a El Profeta: no estamos más cerca de pillarlo que de inventar
varitas mágicas que hagan los hechizos solas. Lo único que sabemos con
seguridad es que Black va detrás...
-Probablemente quiera encontrarlo si, pero sea lo que sea
que esta pasando, jamás le haría daño al cachorro- cortó Canuto, algo
desesperado, cuando algunas miradas de desconfianza comenzaron a aparecer.
—Pero Harry estará a
salvo en Hogwarts.
—Pensábamos que
Azkaban era una prisión completamente segura. Si Black es capaz de escapar de
Azkaban, será capaz de entrar en Hogwarts.
—Pero nadie está
realmente seguro de que Black vaya en pos de Harry...
Sirius tronó los dedos con enojo.
Se oyó un golpe y
Harry supuso que el señor Weasley había dado un puñetazo en la mesa.
—Molly, ¿cuántas
veces te tengo que decir que... que no lo han dicho en la prensa porque Fudge
quería mantenerlo en secreto? Pero Fudge fue a Azkaban la noche que Black se
escapó. Los guardias le dijeron a Fudge que hacía tiempo que Black hablaba en
sueños. Siempre decía las mismas palabras: «Está en Hogwarts, está en
Hogwarts.»
-Eso no lo sabía- suspiro Sirius- después de tantos años ahí
adentro supongo que ya no sabía ni siquiera si estaba dormido o despierto-
quienes querían a Sirius tuvieron ganas de llorar por la expresión de profunda
tristeza que inundo sus ojos grises.
Black está loco, Molly, y quiere matar a
Harry. Si me preguntas por qué, creo que Black piensa que con su muerte Quien
Tú Sabes volvería al poder. Black lo perdió todo la noche en que Harry detuvo a
Quien Tú Sabes. Y se ha pasado diez años solo en Azkaban, rumiando todo eso...
-¡ESO ES MENTIRA!- le dio un puñetazo a la mesa.
-Sirius, este libro será difícil, tú sabes y nosotros
sabemos que eres inocente, diga lo que diga ese maldito libro- intento
tranquilizar Harry.
Se hizo el silencio.
Harry pegó aún más el oído a la puerta.
—Bien, Arthur. Debes
hacer lo que te parezca mejor. Pero te olvidas de Albus Dumbledore. Creo que
nada le podría hacer daño en Hogwarts mientras él sea el director. Supongo que
estará al corriente de todo esto.
-A veces confían demasiado en mis capacidades-susurró Albus.
—Por supuesto que sí.
Tuvimos que pedirle permiso para que los guardias de Azkaban se apostaran en
los accesos al colegio. No le hizo mucha gracia, pero accedió.
-¿Dementores, en Hogwarts?- todos los estudiantes hicieron
muecas de miedo y nerviosismo.
—¿No le hizo gracia?
¿Por qué no, si están ahí para atrapar a Black?
—Dumbledore no les tiene
mucha simpatía a los guardias de Azkaban —respondió el señor Weasley con disgusto.
-Es ilógico querer castigar o curar la crueldad con mas
crueldad- explicó con simpleza.
— Tampoco yo se la
tengo, si nos ponemos así... Pero cuando se trata con alguien como Black, hay
que unir fuerzas con los que uno preferiría evitar.
—Si salvan a Harry...
—En ese caso, no
volveré a decir nada contra ellos —dijo el señor Weasley con cansancio—. Es
tarde, Molly. Será mejor que subamos...
Harry oyó mover las
sillas. Tan sigilosamente como pudo, se alejó para no ser visto por el pasadizo
que conducía al bar.
-Eres igual a tu padre- comentó Remus, haciendo que ambos Potter
sonrieran sin poder evitarlo.
La puerta del comedor
se abrió y segundos después el rumor de pasos le indicó que los padres de Ron
subían las escaleras. La botella de tónico para las ratas estaba bajo la mesa a
la que se habían sentado. Harry esperó hasta oír cerrarse la puerta del
dormitorio de los padres de Ron y volvió a subir por las escaleras, con la
botella.
Fred y George estaban
agazapados en la sombra del rellano de la escalera, partiéndose de risa al oír
a Percy poniendo patas arriba la habitación que compartía con Ron, en busca de
la insignia.
Eso aliviano el pesado ambiente que se había formado con la
conversación, incluso algunos dejaron escapar la risa. Claro que ni Ron ni
Percy se veían tan felices.
—La tenemos nosotros
—le susurró Fred al oído—. La hemos mejorado.
En la insignia se
leía ahora: Premio Asnal.
-Brillante- Fabian aplaudió.
Harry lanzó una risa
forzada. Le llevó a Ron el tónico para ratas, se encerró en la habitación y se
echó en la cama. Así que Sirius Black iba tras él. Eso lo explicaba todo.
-Es increíblemente sorprendente que no estes para nada
asustado de que un posible asesino serial este tras de ti- se admiró Alice.
Fudge había sido
indulgente con él porque estaba muy contento de haberlo encontrado con vida. Le
había hecho prometer a Harry que no saldría del callejón Diagon, donde había un
montón de magos para vigilarle. Y había mandado dos coches del Ministerio para
que fueran todos a la estación al día siguiente, para que los Weasley pudieran
proteger a Harry hasta que hubiera subido al tren.
-Al menos son precavidos.
Harry estaba tumbado,
escuchando los gritos amortiguados que provenían de la habitación de al lado, y
se preguntó por qué no estaría más asustado. Sirius Black había matado a trece
personas con un hechizo; los padres de Ron, obviamente, pensaban que Harry se
aterrorizaría al enterarse de la verdad. Pero Harry estaba completamente de
acuerdo con la señora Weasley en que el lugar más seguro de la Tierra era aquel
en que estuviera Albus Dumbledore.
Albus no pudo evitar mirar con cariño a Harry, desde su
niñez el pequeño de ojos verdes había mostrado valiente, genuina e
incondicional lealtad a su persona.
¿No decía siempre la
gente que Dumbledore era la única persona que había inspirado miedo a lord
Voldemort? ¿No le daría a Black, siendo la mano derecha de Voldemort, tanto
miedo como a éste?
Sirius contó hasta diez mentalmente, repitiéndose a si mismo
que solo era cuestión de páginas para que todo se aclarara.
Y además estaban los
guardias de Azkaban, de los que hablaba todo el mundo. La mayoría de las
personas les tenían un miedo irracional, y si estaban apostados alrededor del
colegio, las posibilidades de que Black pudiera entrar parecían muy escasas.
No, en realidad, lo que más preocupaba a Harry era que ya no tenía ninguna
posibilidad de que le permitieran visitar Hogsmeade.
-Te persigue un supuesto asesino y a ti te preocupa no ir al
pueblo- bufó Hermione, sin lograr entender la lógica de su amigo.
Nadie querría dejarle
abandonar la seguridad del castillo hasta que hubieran atrapado a Black; de hecho,
Harry sospechaba que vigilarían cada uno de sus movimientos hasta que hubiera
pasado el peligro.
-Probablemente.
Arrugó el ceño mirando
al oscuro techo. ¿Creían que no era capaz de cuidar de sí mismo? Había escapado
tres veces de lord Voldemort. No era un completo inútil...
-Nadie cree eso, solo quieren cuidarte- corrigió Molly.
Sin querer; le vino a
la mente la silueta animal que había visto entre las sombras en la calle
Magnolia. Qué hacer cuando sabes que se acerca lo peor...
—No me van a matar
—dijo Harry en voz alta.
—Así me gusta, amigo
—contestó el espejo con voz soñolienta.
-Capitulo terminado.
-Bien, descansemos un poco y seguiremos leyendo.
Genial! Ya quiero leer el siguiente capítulo
ResponderEliminarme encanta Tonks!
Y Hugo?????Debe enterarse ya Hermione de su bebé no???? :-)
ResponderEliminarChill dude, chill
Eliminarme encanta es libro...y como escribes es fascinante!
ResponderEliminarpero, porque no actualizaste??
Muy buen capitulo!!! Seguila mero!!!
ResponderEliminarOla!! :D
ResponderEliminarNueva lectora, me he leído tu historia y me parece muy buena, escribes genial y esta muy buena!! Porfa continuala!! (No es por presionarte ni nada xD) y por cierto te falto como una hoja del cap :D
Entiendo que debes estar muy ocupada y todo. Pero necesito que actualices ahora, ya, en este momento!!!!!
ResponderEliminarTu fic es genial!!!! Y dejame decirte que tu eres la que mas ha hecho de los libro y si terminas el tercero serás la única que lo ha hecho y espero que también hagas el cuarto y el quinto ya que de esos no hay muchos fic
ResponderEliminarEspero actualices pronto :)
me muero porque actualices, a cada rato estoy chocando a ver si ya actualizaste, tu tomate todo el tiempo que necesites, siempre estaré aquí esperando con impaciencia…
ResponderEliminaramo demasiad tu blog
Besos, actualiza cuando puedas
Hace un monton que no actualizas :(
ResponderEliminarEntonces cambió el dia de actualizacion y no me enteré?? :(
ResponderEliminarHace como un mes que no actualizas!!! :( que paso??
ResponderEliminarSiii actualizacion!! Soy feliz aunqe me qede con ganas de leer muuuuucho mas jajaj
ResponderEliminarSiiii que buemo ya volviste
ResponderEliminarEche de meños tus historias .
Bsitos
Daa sos la mejor escribiendo! ❤
ResponderEliminarAmo tus historias ^-^
por favoor actualiza prontoo
ResponderEliminarmero, estubo genial, estaba muriendo por que terminaras el capitulo 4 tomate tu tiempo la inspiración volverá a tí, spero que el martes actalizes #MiDestinoEsElla y para los demás comentarios si quieren enterarse por que no actualiza o cuando va actualizar siganla en su pagina de Facebook que es MerodeadoraSB.
ResponderEliminarSaludos AbiGrosPotter w/h
Hola :) que bien que sigues actualizando! Sigue asi, mucho ánimo.
ResponderEliminarPD: quizás hay gente que no ve que actualizas los domingos porque puede que, como yo, te lean desde España. Eso hace que cuando tu actualizas en tu país aqui ya es de madrugada por lo que aquí, técnicamente, actualizas el Lunes.
No te preocupes por lo que te diga la gente. Creo que eres de las autoras que más rápido actualiza y que más lejos ha llegado. Un beso :)
pobre sirius lo consideran feo
ResponderEliminarMi libro preferido. *.* actualiza pronto y pon más de Tonks & Remus es adorable que la concienta de pequeña.... Amo a los dos Sirius
ResponderEliminarporque no actualizaas?:((
ResponderEliminarPublicaste algo en Face y no lo vi?
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHolaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Sirius y Dora son iguales jijjiji
ResponderEliminarHolaaa tu historia me encanta pero tengo que admitir que hay cosas que no me cuadran por ejemplo las edades de los futuristas porque si el epilogo en los libros de J.K y en ese momento Albus empieza su primer año a los 18 que tiene en ese momento habria que sumarle los 11 aparte que sepuestamente James se lleva 1 año maximo 2 y Lily seria dos años lo que dejaria a Harry con 27 años cuando Ginny esta embarazada al igual que Ron y Hermione no? Espero me puedas solucionar esta duda. Aparte que hay veces en las que por ejemplo en este capitulo has puesto mas o menos en la parte donde Harry escucha a escondidas que Arthur piensa que deberia haber sido mas precavido como si él ya lo hubiera vivido cuando para él aun no ha pasado, o como si estuviera hay el del futuro nose hay me lia un poco y algunos mas en capitulos anteriores.
ResponderEliminarEspero no te molestes con lo que te he escrito y después de todo esto que eran dudas que tenía desde hacia tiempo me gustaría feliciarte he podido ver la forma en la que has evolucionado de apenas escribir algunas frases ha todo lo que escriber. Es una gran historia besos
Ya quiero ver la reacción de todos cuando Hermione diga que esta embarazada de Hugo!
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