Aclaracion: Bueno todos los personajes y los libros que leen pertenecen a la genialisima JK Rowling ¿ok? yo solo lo traspaso a un blog para que puedan leerlo d euna manera diferente con las intervenciones de ciertos personajes pertenecientes a ella.
Espero Disfruten, son un poco largos, pero en cada actualizacion subo un capitulo entero.
Harry Potter y la
piedra filosofal
Capitulo I: “El niño que vivio”
El señor y la señora Dursley…
-¿Vernon?- pregunto
Lily y todo el comedor la miro sin comprender- es el novio de mi hermana, Vernon
Dursley- explico y todos asintieron
que vivían en el número 4 de Privet Drive,
estaban orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las
últimas personas que se esperaría encontrar relacionadas con algo extraño o
misterioso, porque no estaban para tales tonterías. El señor Dursley era el
director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros. Era un
hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La
señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de
lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del
tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus
vecinos.
-Que manera genial
tiene de describir a la gente- dijo Sirius riendo
Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado
Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él. Los Dursley tenían todo lo
que querían, pero también tenían un secreto, y su mayor temor era que lo
descubriesen: no habrían soportado que se supiera lo de los Potter.
-¿los Potter? ¿Qué ocurre
con Lily?- pregunto James preocupado
-¿Por qué no
preguntas que ocurrio contigo?- dijo consternada una ravenclaw
-primero Lily, luego
lo demas- dijo sonrojado, y Lily para sorpresa de todos se acerco y le tomo la
mano, James la miraba embobado
La señora Potter era hermana de la señora
Dursley, pero no se veían desde hacía años; tanto era así que la señora Dursley
fingía que no tenía hermana, porque su hermana y su marido, un completo inúti
-¡oigan no soy un inútil!-
dijo James enfadado
eran lo más opuesto a los Dursley que se
pudiera imaginar –un gracias
a merlin se escucho en el comedor-. Los
Dursley se estremecían al pensar qué dirían los vecinos si los Potter
apareciesen por la acera. Sabían que los Potter también tenían un hijo pequeño,
pero nunca lo habían visto. El niño era otra buena razón para mantener alejados
a los Potter: no querían que Dudley se juntara con un niño como aquél.
-¡que no se meta con
Harry porque la asesino!- murmuro Lily y james se acerco un poco a ella,
cauteloso, pero ella al notarlo le sonrio y se sento bien cerquita, cosa que
con cualquier movimientos sus hombros se rozaban
Nuestra historia comienza cuando el señor y
la señora Dursley se despertaron un martes, con un cielo cubierto de nubes
grises que amenazaban tormenta. Pero nada había en aquel nublado cielo que
sugiriera los acontecimientos extraños y misteriosos que poco después tendrían
lugar en toda la región. El señor Dursley canturreaba mientras se ponía su
corbata más sosa para ir al trabajo, y la señora Dursley parloteaba alegremente
mientras instalaba al ruidoso Dudley en la silla alta. Ninguno vio la gran
lechuza parda que pasaba volando por la ventana.
-me huele mal- dijo
Remus
A las ocho y media, el señor Dursley cogió su
maletín, besó a la señora Dursley en la mejilla y trató de despedirse de Dudley
con un beso, aunque no pudo, ya que el niño tenía un berrinche y estaba
arrojando los cereales contra las paredes. «Tunante», dijo entre dientes el
señor Dursley mientras salía de la casa. Se metió en su coche y se alejó del
número 4. Al llegar a la esquina percibió el primer indicio de que sucedía algo
raro: un gato estaba mirando un plano de la ciudad. Durante un segundo, el señor
Dursley no se dio cuenta de lo que había visto, pero luego volvió la cabeza
para mirar otra vez. Sí había un gato atigrado en la esquina de Privet Drive,
pero no vio ningún plano.
-¿profesora es
usted?- pregunto Lily
-creo que si-
respondio confusa por la razon en la que estaba en un barrio muggle
¿En qué había estado pensando? Debía de haber
sido una ilusión óptica. El señor Dursley parpadeó y contempló al gato. Éste le
devolvió la mirada. Mientras el señor Dursley daba la vuelta a la esquina y
subía por la calle, observó al gato por el espejo retrovisor: en aquel momento
el felino estaba leyendo el rótulo que decía «Privet Drive» (no podía ser, los
gatos no saben leer los rótulos ni los planos). El señor Dursley meneó la
cabeza y alejó al gato de sus pensamientos. Mientras iba a la ciudad en coche
no pensó más que en los pedidos de taladros que esperaba conseguir aquel día.
Pero en las afueras ocurrió algo que apartó los taladros de su mente. Mientras
esperaba en el habitual embotellamiento matutino, no pudo dejar de advertir una
gran cantidad de gente vestida de forma extraña. Individuos con capa.
-¿que esta pasando?-pregunto
Sirius con un mal presentimiento, pero nadie supo responderle
El señor Dursley no soportaba a la gente que
llevaba ropa ridícula. ¡Ah, los conjuntos que llevaban los jóvenes! Supuso que
debía de ser una moda nueva. Tamborileó con los dedos sobre el volante y su
mirada se posó en unos extraños que estaban cerca de él. Cuchicheaban entre sí,
muy excitados. El señor Dursley se enfureció al darse cuenta de que dos de los
desconocidos no eran jóvenes. Vamos, uno era incluso mayor que él, ¡y vestía
una capa verde esmeralda! ¡Qué valor! Pero entonces se le ocurrió que debía de
ser alguna tontería publicitaria; era evidente que aquella gente hacía una
colecta para algo. Sí, tenía que ser eso. El tráfico avanzó y, unos minutos más
tarde, el señor Dursley llegó al aparcamiento de Grunnings, pensando nuevamente
en los taladros. El señor Dursley siempre se sentaba de espaldas a la ventana,
en su oficina del noveno piso. Si no lo hubiera hecho así, aquella mañana le
habría costado concentrarse en los taladros. No vio las lechuzas que volaban en
pleno día, aunque en la calle sí que las veían y las señalaban con la boca
abierta, mientras las aves desfilaban una tras otra.
- algo extraño esta
ocurriendo- dijo Alice
La mayoría de aquellas personas no había
visto una lechuza ni siquiera de noche. Sin embargo, el señor Dursley tuvo una
mañana perfectamente normal, sin lechuzas. Gritó a cinco personas. Hizo
llamadas telefónicas importantes y volvió a gritar. Estuvo de muy buen humor
hasta la hora de la comida, cuando decidió estirar las piernas y dirigirse a la
panadería que estaba en la acera de enfrente. Había olvidado a la gente con
capa hasta que pasó cerca de un grupo que estaba al lado de la panadería. Al
pasar los miró enfadado. No sabía por qué, pero le ponían nervioso. Aquel grupo
también susurraba con agitación y no llevaba ni una hucha. Cuando regresaba con
un donut gigante en una bolsa de papel, alcanzó a oír unas pocas palabras de su
conversación. —Los Potter, eso es, eso es lo que he oído... —Sí, su hijo,
Harry...
-¿Qué esta pasando
James?- pregunto asustada Lily, por alguna razon todos tenian ese nudo en la
boca del estomago
El señor Dursley se quedó petrificado. El
temor lo invadió. Se volvió hacia los que murmuraban, como si quisiera decirles
algo, pero se contuvo. Se apresuró a cruzar la calle y echó a correr hasta su
oficina. Dijo a gritos a su secretaria que no quería que le molestaran, cogió
el teléfono y, cuando casi había terminado de marcar los números de su casa,
cambió de idea. Dejó el aparato y se atusó los bigotes mientras pensaba... No,
se estaba comportando como un estúpido. Potter no era un apellido tan especial.
Estaba seguro de que había muchísimas personas que se llamaban Potter y que
tenían un hijo llamado Harry. Y pensándolo mejor, ni siquiera estaba seguro de
que su sobrino se llamara Harry. Nunca había visto al niño. Podría llamarse
Harvey. O Harold. No tenía sentido preocupar a la señora Dursley, siempre se
trastornaba mucho ante cualquier mención de su hermana. Y no podía
reprochárselo. ¡Si él hubiera tenido una hermana así...!
-¿Por qué no te
quiere Lils?- pregunto Marlene
-Porque soy bruja-
dijo sencillamente
-¿solo por eso?-
pregunto James confudido y Lily se encogio de hombros
Pero de todos modos, aquella gente de la
capa... Aquella tarde le costó concentrarse en los taladros, y cuando dejó el
edificio, a lascinco en punto, estaba todavía tan preocupado que, sin darse
cuenta, chocó con un hombre que estaba en la puerta. —Perdón —gruñó, mientras
el diminuto viejo se tambaleaba y casi caía al suelo. Segundos después, el
señor Dursley se dio cuenta de que el hombre llevaba una capa violeta. No
parecía disgustado por el empujón. Al contrario, su rostro se iluminó con una
amplia sonrisa, mientras decía con una voz tan chillona que llamaba la atención
de los que pasaban: —¡No se disculpe, mi querido señor, porque hoy nada puede
molestarme! ¡Hay que alegrarse, porque Quien-usted-sabe finalmente se ha ido!
¡Hasta los muggles como usted deberían celebrar este feliz día!
-¿el-que-usted-sabe
murio?- pregunto Frack Longbottom
-no lo se señor
Longbottom, pero esto no me da buena espina- murmuro Minerva
Y el anciano abrazó al señor Dursley y se
alejó. El señor Dursley se quedó completamente helado. Lo había abrazado un
desconocido. Y por si fuera poco le había llamado muggle, no importaba lo que
eso fuera. Estaba desconcertado. Se apresuró a subir a su coche y a dirigirse
hacia su casa, deseando que todo fueran imaginaciones suyas (algo que nunca
había deseado antes, porque no aprobaba la imaginación). Cuando entró en el
camino del número 4, lo primero que vio (y eso no mejoró su humor) fue el gato
atigrado que se había encontrado por la mañana. En aquel momento estaba sentado
en la pared de su jardín. Estaba seguro de que era el mismo, pues tenía unas
líneas idénticas alrededor de los ojos. —¡Fuera! —dijo el señor Dursley en voz
alta. El gato no se movió. Sólo le dirigió una mirada severa. El señor Dursley
se preguntó si aquélla era una conducta normal en un gato. Trató de calmarse y
entró en la casa. Todavía seguía decidido a no decirle nada a su esposa. La
señora Dursley había tenido un día bueno y normal. Mientras comían, le informó
de los problemas de la señora Puerta Contigua con su hija, y le contó que
Dudley había aprendido una nueva frase («¡no lo haré!»). El señor Dursley trató
de comportarse con normalidad. Una vez que acostaron a Dudley, fue al salón a
tiempo para ver el informativo de la noche. —Y por último, observadores de
pájaros de todas partes han informado de que hoy las lechuzas de la nación han
tenido una conducta poco habitual. Pese a que las lechuzas habitualmente cazan
durante la noche y es muy difícil verlas a la luz del día, se han producido
cientos de avisos sobre el vuelo de estas aves en todas direcciones, desde la
salida del sol. Los expertos son incapaces de explicar la causa por la que las
lechuzas han cambiado sus horarios de sueño. —El locutor se permitió una mueca
irónica—. Muy misterioso. Y ahora, de nuevo con Jim McGuffin y el pronóstico
del tiempo. ¿Habrá más lluvias de lechuzas esta noche, Jim? —Bueno, Ted —dijo
el meteorólogo—, eso no lo sé, pero no sólo las lechuzas han tenido hoy una
actitud extraña. Telespectadores de lugares tan apartados como Kent, Yorkshire
y Dundee han telefoneado para decirme que en lugar de la lluvia que prometí
ayer ¡tuvieron un chaparrón de estrellas fugaces! Tal vez la gente ha comenzado
a celebrar antes de tiempo la
Noche de las Hogueras. ¡Es la semana que viene, señores! Pero
puedo prometerles una noche lluviosa. El señor Dursley se quedó congelado en su
sillón.
-¿Qué tienen de malo
las lechuzas?- pregunto un Slytheryn de primer año
-nada señor
Thompson, solo que los muggles no acostumbran a ver lechuzas llevando
correspondencia- todos los sangre pura fruncieron el ceño confundidos y los
hijos de muggles les causo gracia
¿Estrellas fugaces por toda Gran Bretaña?
¿Lechuzas volando a la luz del día? Y aquel rumor, aquel cuchicheo sobre los
Potter... La señora Dursley entró en el comedor con dos tazas de té. Aquello no
iba bien. Tenía que decirle algo a su esposa. Se aclaró la garganta con
nerviosismo. —Eh... Petunia, querida, ¿has sabido últimamente algo sobre tu
hermana? Como había esperado, la señora Dursley pareció molesta y enfadada.
Después detodo, normalmente ellos fingían que ella no tenía hermana.
- Gracias Tuney, yo
tambien te quiero- ironizo Lily
—No
—respondió en tono cortante—. ¿Por qué? —Hay cosas muy extrañas en las noticias
—masculló el señor Dursley—. Lechuzas... estrellas fugaces... y hoy había en la
ciudad una cantidad de gente con aspecto raro... —¿Y qué? —interrumpió
bruscamente la señora Dursley —Bueno, pensé... quizá... que podría tener algo
que ver con... ya sabes... su grupo.
-¿nuestro grupo?-
pregunto Sirius algo molesto, igual que el resto de los presentes
La
señora Dursley bebió su té con los labios fruncidos. El señor Dursley se
preguntó si se atrevería a decirle que había oído el apellido «Potter». No, no
se atrevería. En lugar de eso, dijo, tratando de parecer despreocupado: —El
hijo de ellos... debe de tener la edad de Dudley, ¿no? —Eso creo —respondió la
señora Dursley con rigidez. —¿Y cómo se llamaba? Howard, ¿no? —Harry. Un nombre
vulgar y horrible, si quieres mi opinión.
-es un nombre
precioso- dijo Lily- Harry James Potter no lo cambiaria por ningun otro- dijo
con esa seguridad marca Evans y James sonrio anchamente
—Oh,
sí—dijo el señor Dursley, con una espantosa sensación de abatimiento—. Sí,
estoy de acuerdo. No dijo nada más sobre el tema, y subieron a acostarse.
Mientras la señora Dursley estaba en el cuarto de baño, el señor Dursley se
acercó lentamente hasta la ventana del dormitorio y escudriñó el jardín
delantero. El gato todavía estaba allí. Miraba con atención hacia Privet Drive,
como si estuviera esperando algo. ¿Se estaba imaginando cosas? ¿O podría todo
aquello tener algo que ver con los Potter? Si fuera así... si se descubría que
ellos eran parientes de unos... bueno, creía que no podría soportarlo.
-¿de unos que?-
preguntaron varios ofendidos por la discriminación de la magia
Los
Dursley se fueron a la cama. La señora Dursley se quedó dormida rápidamente,
pero el señor Dursley permaneció despierto, con todo aquello dando vueltas por
su mente. Su último y consolador pensamiento antes de quedarse dormido fue que,
aunque los Potter estuvieran implicados en los sucesos, no había razón para que
se acercaran a él y a la señora Dursley. Los Potter sabían muy bien lo que él y
Petunia pensaban de ellos y de los de su clase... No veía cómo a él y a Petunia
podrían mezclarlos en algo que tuviera que ver (bostezó y se dio la vuelta)...
No, no podría afectarlos a ellos... ¡Qué equivocado estaba! El señor Dursley
cayó en un sueño intranquilo, pero el gato que estaba sentado en la pared del
jardín no mostraba señales de adormecerse. Estaba tan inmóvil como una estatua,
con los ojos fijos, sin pestañear, en la esquina de Privet Drive.
-¿Minnie que
ocurre?- pregunto Sirius, ella se encogio de hombros, minerva tenia el
presentimiento que algo malo iba a pasar
Apenas tembló cuando se cerró la puertezuela
de un coche en la calle de al lado, ni cuando dos lechuzas volaron sobre su
cabeza. La verdad es que el gato no se movió hasta la medianoche. Un hombre apareció en la esquina
que el gato había estado observando, y lo hizo tan súbita y silenciosamente que
se podría pensar que había surgido de la tierra. La cola del gato se agitó y
sus ojos se entornaron. En Privet Drive nunca se había visto un hombre así. Era
alto, delgado y muy anciano, a juzgar por su pelo y barba plateados, tan largos
que podría sujetarlos con el cinturón. Llevaba una túnica larga, una capa color
púrpura que barría el suelo y botas con tacón alto y hebillas. Sus ojos azules
eran claros, brillantes y centelleaban detrás de unas gafas de cristales de
media luna. Tenía una nariz muy larga y torcida, como si se la hubiera
fracturado alguna vez.
-sabes Harry
describe muy bien a la gente- dijo Albus intentando aligerar el ambiente tenso
El
nombre de aquel hombre era Albus Dumbledore. Albus Dumbledore no parecía darse
cuenta de que había llegado a una calle en donde todo lo suyo, desde su nombre
hasta sus botas, era mal recibido. Estaba muy ocupado revolviendo en su capa,
buscando algo, pero pareció darse cuenta de que lo observaban porque, de
pronto, miró al gato, que todavía lo contemplaba con fijeza desde la otra punta
de la calle. Por alguna razón, ver al gato pareció divertirlo. Rió entre dientes
y murmuró: —Debería haberlo sabido. Encontró en su bolsillo interior lo que
estaba buscando. Parecía un encendedor de plata. Lo abrió, lo sostuvo alto en
el aire y lo encendió. La luz más cercana de la calle se apagó con un leve
estallido. Lo encendió otra vez y la siguiente lámpara quedó a oscuras. Doce
veces hizo funcionar el Apagador, hasta que las únicas luces que quedaron en
toda la calle fueron dos alfileres lejanos: los ojos del gato que lo observaba.
Si alguien hubiera mirado por la ventana en aquel momento, aunque fuera la
señora Dursley con sus ojos como cuentas, pequeños y brillantes, no habría
podido ver lo que sucedía en la calle. Dumbledore volvió a guardar el Apagador
dentro de su capa y fue hacia el número 4 de la calle, donde se sentó en la
pared, cerca del gato. No lo miró, pero después de un momento le dirigió la
palabra. —Me alegro de verla aquí, profesora McGonagall. Se volvió para sonreír
al gato, pero éste ya no estaba. En su lugar, le dirigía la sonrisa a una mujer
de aspecto severo que llevaba gafas de montura cuadrada, que recordaban las
líneas que había alrededor de los ojos del gato. La mujer también llevaba una
capa, de color esmeralda. Su cabello negro estaba recogido en un moño. Parecía
claramente disgustada. —¿Cómo ha sabido que era yo? —preguntó.
-años de conocerte
Minerva- dijo el con una leve sonrisa
—Mi
querida profesora, nunca he visto a un gato tan tieso. —Usted también estaría
tieso si llevara todo el día sentado sobre una pared de ladrillo —respondió la
profesora McGonagall. —¿Todo el día? ¿Cuando podría haber estado de fiesta?
Debo de haber pasado por una docena de celebraciones y fiestas en mi camino
hasta aquí. La profesora McGonagall resopló enfadada. —Oh, sí, todos estaban de
fiesta, de acuerdo —dijo con impaciencia—. Yo creía que serían un poquito más
prudentes, pero no... ¡Hasta los muggles se han dado cuenta de que algo sucede!
Salió en las noticias. —Terció la cabeza en dirección a la ventana del oscuro
salón de los Dursley—. Lo he oído. Bandadas de lechuzas, estrellas fugaces...
Bueno, no son totalmente estúpidos. Tenían que darse cuenta de algo. Estrellas
fugaces cayendo en Kent... Seguro que fue Dedalus Diggle. Nunca tuvo mucho
sentido común. —No puede reprochárselo —dijo Dumbledore con tono afable—. Hemos
tenido tan poco que celebrar durante once años... —Ya lo sé —respondió irritada
la profesora McGonagall—. Pero ésa no es una razón para perder la cabeza. La
gente se ha vuelto completamente descuidada, sale a las calles a plena luz del
día, ni siquiera se pone la ropa de los muggles, intercambia rumores... Lanzó
una mirada cortante y de soslayo hacia Dumbledore, como si esperara que éste le
contestara algo. Pero como no lo hizo, continuó hablando. —Sería extraordinario
que el mismo día en que Quien-usted-sabe parece haber desaparecido al fin, los
muggles lo descubran todo sobre nosotros. Porque realmente se ha ido, ¿no,
Dumbledore? —Es lo que parece —dijo Dumbledore—. Tenemos mucho que agradecer.
¿Le gustaría tomar un caramelo de limón? —¿Un qué? —Un caramelo de limón. Es
una clase de dulces de los muggles que me gusta mucho. —No, muchas gracias
—respondió con frialdad la profesora McGonagall, como si considerara que aquél
no era un momento apropiado para caramelos
-¿Por qué tengo la sensación
de que aparte de la muerte de usted sabe paso algo mas?- dijo Remus contrariado
y varios estuvieron de acuerdo con el—.
Como
le decía aunque Quien-usted-sabe se haya ido... —Mi querida profesora, estoy
seguro de que una persona sensata como usted puede llamarlo por su nombre,
¿verdad? Toda esa tontería de Quien-usted-sabe... Durante once años intenté
persuadir a la gente para que lo llamara por su verdadero nombre, Voldemort- varios sintieron un escalofrio al escuchar
su nombre- —La profesora McGonagall se
echó hacia atrás con temor, pero Dumbledore, ocupado en desenvolver dos
caramelos de limón, pareció no darse cuenta—. Todo se volverá muy confuso si
seguimos diciendo «Quien-usted-sabe». Nunca he encontrado ningún motivo para
temer pronunciar el nombre de Voldemort. —Sé que usted no tiene ese problema
—observó la profesora McGonagall, entre la exasperación y la admiración—. Pero
usted es diferente. Todos saben que usted es el único al que Quien-usted... Oh,
bueno, Voldemort, tenía miedo. —Me está halagando —dijo con calma Dumbledore—.
Voldemort tenía poderes que yo nunca tuve. —Sólo porque usted es demasiado...
bueno... noble... para utilizarlos. —Menos mal que está oscuro. No me he
ruborizado tanto desde que la señora Pomfrey me dijo que le gustaban mis nuevas
orejeras. – varios largaron risillas por la conversación, Albus era un mago
excepcional pero a veces le faltaba un tornillo
La profesora McGonagall le lanzó una mirada
dura, antes de hablar. —Las lechuzas no son nada comparadas con los rumores que
corren por ahí. ¿Sabe lo que todos dicen sobre la forma en que desapareció?
¿Sobre lo que finalmente lo detuvo? Parecía que la profesora McGonagall había
llegado al punto que más deseosa estaba por discutir, la verdadera razón por la
que había esperado todo el día en una fría pared pues, ni como gato ni como
mujer, había mirado nunca a Dumbledore con tal intensidad como lo hacía en
aquel momento. Era evidente que, fuera lo que fuera «aquello que todos decían»,
no lo iba a creer hasta que Dumbledore le dijera que era verdad. Dumbledore,
sin embargo, estaba eligiendo otro caramelo y no le respondió. —Lo que están
diciendo —insistió— es que la pasada noche Voldemort apareció en el valle de
Godric. Iba a buscar a los Potter.- todos pusieron una mueca de miedo, excluyendo claro los Slytheryn- El rumor es que Lily y James Potter
están... están... bueno, que están muertos.
-¡no! ¡no puede
ser!- gritaba sirius
-¡eso no es posible-
decia Remus secandose las lagrimas
James se abrazo a
Lily con todas sus fuerzas y dejo caer las lagrimas
-perdoname Lily,
debi protegerte, debi ser mas fuerte, por lo menos espero haber muerto
intentando cuidarte, eso me daria un poco de paz- dijo destrozado, Lily lo miro
con infinito amor, y tambien sentia las lagrimas en su ojos, pero ellos lo
cambiarian, debian hacerlo
Dumbledore inclinó la cabeza. La profesora
McGonagall se quedó boquiabierta. —Lily y James... no puedo creerlo... No quiero
creerlo... Oh, Albus... Dumbledore se acercó y le dio una palmada en la
espalda. —Lo sé... lo sé... —dijo con tristeza. La voz de la profesora
McGonagall temblaba cuando continuó. —Eso no es todo. Dicen que quiso matar al
hijo de los Potter, a Harry. Pero no pudo. No pudo matar a ese niño. Nadie sabe
por qué, ni cómo, pero dicen que como no pudo matarlo, el poder de Voldemort se
rompió... y que ésa es la razón por la que se ha ido. Dumbledore asintió con la
cabeza, apesadumbrado.
-¿Cómo es posible?-
pregunto una Hupplepuff pero Albus prosiguió
la lectura
—¿Es... es verdad? —tartamudeó la profesora
McGonagall—. Después de todo lo que hizo... de toda la gente que mató... ¿no
pudo matar a un niño? Es asombroso... entre todas las cosas que podrían
detenerlo... Pero ¿cómo sobrevivió Harry en nombre del cielo? —Sólo podemos
hacer conjeturas —dijo Dumbledore—. Tal vez nunca lo sepamos. La profesora
McGonagall sacó un pañuelo con puntilla y se lo pasó por los ojos, por detrás
de las gafas.
James y Lily miraron
con sincero cariño a la profesora
Dumbledore resopló mientras sacaba un reloj
de oro del bolsillo y lo examinaba. Era un reloj muy raro. Tenía doce
manecillas y ningún número; pequeños planetas se movían por el perímetro del
círculo. Pero para Dumbledore debía de tener sentido, porque lo guardó y dijo:
—Hagrid
se retrasa. Imagino que fue él quien le dijo que yo estaría aquí, ¿no? —Sí
—dijo la profesora McGonagall—. Y yo me imagino que usted no me va a decir por
qué, entre tantos lugares, tenía que venir precisamente aquí. —He venido a
entregar a Harry a su tía y su tío. Son la única familia que le queda ahora.
-No, Petunia le hara
la vida un calvario- grito Lily desesperada- mi niño- dijo llorando en brazos
de James y todos sintieron una profunda pena
—¿Quiere decir...? ¡No puede referirse a la
gente que vive aquí! —gritó la profesora, poniéndose de pie de un salto y
señalando al número 4—. Dumbledore... no puede. Los he estado observando todo
el día. No podría encontrar a gente más distinta de nosotros. Y ese hijo que
tienen... Lo vi dando patadas a su madre mientras subían por la escalera,
pidiendo caramelos a gritos. ¡Harry Potter no puede vivir ahí! —Es el mejor
lugar para él —dijo Dumbledore con firmeza—. Sus tíos podrán explicárselo todo
cuando sea mayor. Les escribí una carta. —¿Una carta? —repitió la profesora
McGonagall, volviendo a sentarse—. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede
explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será
famoso... una leyenda... no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en
el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry... todos
los niños del mundo conocerán su nombre.
-Viste Jimmy, el
cachorro es una estrella- dijo Sirius intentado levantar el animo de su amigo,
pero ciertamente es que en el interior de Sirius y Remus al saber de la muerte
de James algo se rompio, su espiritu, su esperanza.
—Exactamente —dijo Dumbledore, con mirada muy
seria por encima de sus gafas—. Sería suficiente para marear a cualquier niño.
¡Famoso antes de saber hablar y andar! ¡Famoso por algo que ni siquiera recuerda!
¿No se da cuenta de que será mucho mejor que crezca lejos de todo, hasta que
esté preparado para asimilarlo? La profesora McGonagall abrió la boca, cambió
de idea, tragó y luego dijo: —Sí... sí, tiene razón, por supuesto. Pero ¿cómo
va a llegar el niño hasta aquí, Dumbledore? —De pronto observó la capa del
profesor, como si pensara que podía tener escondido a Harry. —Hagrid lo traerá.
—¿Le parece... sensato... confiar a Hagrid algo tan importante como eso? —A
Hagrid, le confiaría mi vida—dijo Dumbledore.
-muchas gracias
profesor- dijo el semi-gigante con lagrimas en los ojos
—No estoy diciendo que su corazón no esté
donde debe estar —dijo a regañadientes la profesora McGonagall—. Pero no me
dirá que no es descuidado. Tiene la costumbre de... ¿Qué ha sido eso? Un ruido
sordo rompió el silencio que los rodeaba. Se fue haciendo más fuerte mientras
ellos miraban a ambos lados de la calle, buscando alguna luz. Aumentó hasta ser
un rugido mientras los dos miraban hacia el cielo, y entonces una pesada moto
cayó del aire y aterrizó en el camino, frente a ellos. La moto era inmensa, pero
si se la comparaba con el hombre que la conducía parecía un juguete.
-¡Mi moto!- grito
Sirius- espera ¿Por qué Hagrid tiene mi moto? ¿Por qué yo no puedo cuidar de
Harry? ¿Qué ocurre?- pregunto desesperado
Era dos veces más alto que un hombre normal y
al menos cinco veces más ancho. Se podía decir que era demasiado grande para
que lo aceptaran y además, tan desaliñado... Cabello negro, largo y revuelto, y
una barba que le cubría casi toda la cara. Sus manos tenían el mismo tamaño que
las tapas del cubo de la basura y sus pies, calzados con botas de cuero,
parecían crías de delfín. En sus enormes brazos musculosos sostenía un bulto
envuelto en mantas. —Hagrid —dijo aliviado Dumbledore—. Por fin. ¿Y dónde
conseguiste esa moto? —Me la han prestado; profesor Dumbledore —contestó el
gigante, bajando con cuidado del vehículo mientras hablaba—. El joven Sirius
Black me la dejó. Lo he traído, señor. —¿No ha habido problemas por allí? —No,
señor. La casa estaba casi destruida, pero lo saqué antes de que los muggles
comenzaran a aparecer. Se quedó dormido mientras volábamos sobre Bristol.
Dumbledore y la profesora McGonagall se inclinaron sobre las mantas. Entre ellasse
veía un niño pequeño, profundamente dormido. Bajo una mata de pelo negro
azabache
-igual a ti- dijo
Lily abrazandose fuertemente a James
sobre
la frente, pudieron ver una cicatriz con una forma curiosa, como un relámpago.
—¿Fue allí...? —susurró la profesora McGonagall. —Sí —respondió Dumbledore—.
Tendrá esa cicatriz para siempre. —¿No puede hacer nada, Dumbledore? —Aunque
pudiera, no lo haría. Las cicatrices pueden ser útiles. Yo tengo una en la
rodilla izquierda que es un diagrama perfecto del metro de Londres. Bueno,
déjalo aquí, Hagrid, es mejor que terminemos con esto. Dumbledore se volvió
hacia la casa de los Dursley —¿Puedo... puedo despedirme de él, señor?
—preguntó Hagrid. Inclinó la gran cabeza desgreñada sobre Harry y le dio un
beso, raspándolo con la barba. Entonces, súbitamente, Hagrid dejó escapar un
aullido, como si fuera un perro herido. —¡Shhh! —dijo la profesora McGonagall—.
¡Vas a despertar a los muggles! —Lo... siento —lloriqueó Hagrid, y se limpió la
cara con un gran pañuelo—. Pero no puedo soportarlo... Lily y James muertos...
y el pobrecito Harry tendrá que vivir con muggles...
-Gracias Hagrid-
dijo Lily dandole una sincera sonrisa de gatitud- y el pelinegro dejo escapar
unas lagrimas, el corazon de Hagrid era mas gigante que todo Hogwarts junto
—Sí,
sí, es todo muy triste, pero domínate, Hagrid, o van a descubrirnos —susurró la
profesora McGonagall, dando una palmada en un brazo de Hagrid, mientras
Dumbledore pasaba sobre la verja del jardín e iba hasta la puerta que había
enfrente. Dejó suavemente a Harry en el umbral, sacó la carta de su capa, la
escondió entre las mantas del niño y luego volvió con los otros dos. Durante un
largo minuto los tres contemplaron el pequeño bulto. Los hombros de Hagrid se
estremecieron. La profesora McGonagall parpadeó furiosamente. La luz titilante
que los ojos de Dumbledore irradiaban habitualmente parecía haberlos
abandonado. —Bueno —dijo finalmente Dumbledore—, ya está. No tenemos nada que
hacer aquí. Será mejor que nos vayamos y nos unamos a las celebraciones. —Ajá
—respondió Hagrid con voz ronca—. Voy a devolver la moto a Sirius. Buenas
noches, profesora McGonagall, profesor Dumbledore. Hagrid se secó las lágrimas
con la manga de la chaqueta, se subió a la moto y le dio una patada a la
palanca para poner el motor en marcha. Con un estrépito se elevó en el aire y
desapareció en la noche. —Nos veremos pronto, espero, profesora McGonagall
—dijo Dumbledore, saludándola con una inclinación de cabeza. La profesora
McGonagall se sonó la nariz por toda respuesta. Dumbledore se volvió y se
marchó calle abajo. Se detuvo en la esquina y levantó el Apagador de plata. Lo
hizo funcionar una vez y todas las luces de la calle se encendieron, de manera
que Privet Drive se iluminó con un resplandor anaranjado, y pudo ver a un gato
atigrado que se escabullía por una esquina, en el otro extremo de la calle.
También pudo ver el bulto de mantas de las escaleras de la casa número 4.
—Buena suerte, Harry —murmuró. Dio media vuelta y, con un movimiento de su
capa, desapareció. Una brisa agitó los pulcros setos de Privet Drive. La calle
permanecía silenciosa bajo un cielo de color tinta. Aquél era el último lugar
donde uno esperaría que ocurrieran cosas asombrosas. Harry Potter se dio la
vuelta entre las mantas, sin despertarse. Una mano pequeña se cerró sobre la
carta y siguió durmiendo, sin saber que era famoso, sin saber que en unas pocas
horas le haría despertar el grito de la señora Dursley, cuando abriera la
puerta principal para sacar las botellas de leche. Ni que iba a pasar las
próximas semanas pinchado y pellizcado por su primo Dudley..
-mi pobre bebé- dijo
Lily
-tranquila
princesita, todo estara bien- dijo James y la beso suavemente, Lily se acurruco
en su pecho
No podía saber tampoco que, en aquel mismo
momento, las personas que se reunían en secreto por todo el país estaban
levantando sus copas y diciendo, con voces quedas: «¡Por Harry Potter... el
niño que vivió!».
-Final del capitulo
uno- anuncio Dumbledore
-¿profesor es
posible cambiar el futuro?- pregunto James sin soltar a Lily
-es posible señor
Potter, pero hay que tener recaudos de las consecuencias, por eso hay 7 libros,
uno por cada año vivido, según tengo entendido, el niño tiene un desden por las
reglas digno de usted señor Potter, y una humildad e inteligencia digna de
usted señorita Evans- ambos padres sonrieron levemente
-eres un tonto- dijo
Lily a James que la miro confundida- tu y tus genes merodeadores, se metera en
muchos problemas- James esbozo una sonrisa y la beso
-disfrutemos de
nuestro hijo, ya cambiaremos todo lo feo- dijo James mientras la mecia entre
sus brazos con cariño.
tiene mucho libro y menos comentarios de los alumnos,tendrias que agregar mas aunque esta muy aunque tambien los dialogos del libro tendrian que estar separado del texto por renglones
ResponderEliminarHola.
ResponderEliminarEsta muy bien la historia. Eso sí, apoyo lo que dice el primer comentario, y aparte, todas las frases deben empezar con mayúsculas. En casi todas tus intervenciones se puede ver que has empezado con minúsculas y eso es un gran error, también faltan algunos puntos. Ejemplo:
-¿los Potter? ¿Qué ocurre con Lily?- pregunto James preocupado (La frase debería ser "¿Los Potter?" y después del guión "- Pregunto James preocupado.")
Y al final del todo, el último guión:
-¿profesor es posible cambiar el futuro?- pregunto James sin soltar a Lily ("¿Profesor...", "- Pregunto..." y el punto al final de la frase.)
-es posible señor Potter, pero hay que tener recaudos de las consecuencias, por eso hay 7 libros, uno por cada año vivido, según tengo entendido, el niño tiene un desden por las reglas digno de usted señor Potter, y una humildad e inteligencia digna de usted señorita Evans- ambos padres sonrieron levemente ("Es posible...", desdén lleva tilde, "- Ambos..." y el punto final.)
Tienes una redacción buena, lo único que falla son esas faltas ortográficas. Por lo demás, sigue con la historia, solo ten más cuidado con esas fallas. Te recomiendo que hagas una pequeña revisión en tu historia. Son fallos pequeños que se pueden corregir rápidamente, si los corriges, eso hará más fácil la lectura para los lectores y es posible que te consigas más seguidores, todo eso se consigue con la práctica.
Un saludo, Caigdimo.
PD1: También importa la letra con la que escribes, hay algunas letras que son incómodas para la vista o la lectura continúa.
PD2: Vi tu mensaje de arriba y dice: "no tendría sentido editar los capítulos", pero sí lo tiene. ¿Por qué? Porque todos los lectores que vayan apareciendo van a empezar (La mayoría) a leer desde el principio.
Que detallistas yo solo leo no mefijo en los errores del autor por sierto la historia esta genial me encanta me gustaria que escribas harry potter y el misterio del principe o las reliquias de la Muerte sobre todo por que soy fan de Ginny y Harry me gustaria ver como actuan
ResponderEliminarTe aplaudo, y aunque seguramente terminaste de escribir el fic, coincido con Caigdimo, aunque el fic es genial, un beso!!
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